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ana chueca
Domingo, 20 de octubre 2019
Casi dos meses más tarde de lo previsto, el 'Aita Mari' pudo zarpar ayer rumbo al Mediterráneo central. La tripulación tenía una sensación agridulce. Por un lado mostraban su satisfacción porque «¡por fin!» zarpaban, pero por otro aseguraban sentir cierta frustración por el largo tiempo de espera. «Vamos tarde. Hace un año estaríamos dando botes de alegría, ahora es distinto. La situación no ha hecho más que empeorar», comentaba Iñigo Gutiérrez, vicepresidente de la ONG guipuzcoana Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), mientras ultimaba el barco antes de soltar amarras, este domingo a las 10.00 horas en Pasaia.
Han sido diversas las razones que han llevado a ese retraso: las modificaciones técnicas que SMH ha tenido que realizar en el antiguo atunero para recibir el permiso de la Inspección Técnica; la demora del Gobierno español en conceder el despacho –la autorización para poder partir y solo para llevar material humanitario, no para realizar labores de rescate de personas en el mar–, y finalmente el mal estado del Cantábrico en la última semana. Ahora, ya en plena singladura, esperan llegar en cinco días al Estrecho de Gibraltar, después realizarán una parada en Sicilia y de allí partirán posiblemente hacia Lesbos, a donde tienen previsto llegar en quince días.
Varias decenas de personas, familiares y colaboradores de la ONG, se acercaron hasta el puerto para la despedida, en la que no faltó el aurresku. Un precioso arco iris también se sumó al emotivo momento.
Son siete tripulantes y cuatro voluntarios preparados para afrontar lo que se encuentren en el mar los que este domingo partieron, «contentos» pero «preocupados». «La idea es llegar a Sicilia lo antes posible para repostar allí y poner rumbo a las islas del Egeo», explicaba Gutiérrez, publicista de profesión, que lleva ya cuatro años colaborando en el Mediterráneo con distintas ONG, mientras movía unas cajas de la cubierta de popa destinada a albergar hasta 120 personas.
«Todavía no sabemos dónde descargaremos las 8 toneladas de ayuda humanitaria que llevamos. Nos lo dirán sobre la marcha, donde más lo necesiten». Probablemente será en Lesbos porque en Quíos, donde SMH tiene un equipo médico, «hay material de sobra». El pasado miércoles se quemó el campo de refugiados de Samos y «seguro que están necesitados de todo», por lo que también es probable que descarguen allí todo el material de higiene, mantas y ropa de invierno que transportan en la bodega.
«Hay de todo. Llevamos 900 pares de zapatos nuevos de hombre que ha donado la marca Bellota», desvelaba Gutiérrez al mostrar las centenares de cajas en la bodega de proa. Esta vez, la mayoría de la ropa es masculina. «En las islas ya hay mucho material para mujeres y niños, porque es lo que se tiende a llevar», pero también hay muchos hombres. «Durante el viaje los migrantes pierden muchos zapatos y si no, acaban destrozados».
Los 32 metros de eslora y 7,40 de manga están aprovechados al máximo. «Donde hay un hueco hay una caja con mantas». La 'guardería', la bodega de proa «donde se metía el pescado», está adaptada para albergar hasta 30 mujeres y niños, «aunque ahora solo hay cajas». En la popa se ha colocado una sobrecubierta de madera para evitar que «se mojen si tienen que dormir ahí».
Junto al resto de reformas que se han hecho al pesquero, como abrir dos accesos y añadir dos duchas y baños, el buque también cuenta con una máquina de desalar agua y un generador de hidrógeno que además de ahorrar combustible, hace que las emisiones no sean tan contaminantes.
Todo el material humanitario que transportan fue cargado por voluntarios. El día de la estiba, el equipo hizo un llamamiento en redes por el que aparecieron más de 50 personas que permitieron cargar el 'Aita Mari' en un «tiempo récord». En apenas dos horas las ocho toneladas de material humanitario estaban dentro del barco. Voluntarios de la asociación Ongi Etorri, un estibador del puerto y su cuadrilla, gente de San Juan, de Irun, «de todos lados y de todo tipo», componían el grupo que ayudó a cargar en 'Aita Mari'. «Fue uno de los momentos emocionantes y mágicos que ha vivido el barco».
La enfermería, equipada como una UVI móvil, también ha sido habilitada «de momento» como despensa. La cocina de apenas cuatro metros cuadrados, está pensada para repartir arroz, alubias, y otros platos similares a 120 personas. En ella «no hay ni sitio para darte un coscorrón cuando hay mala mar», pero en peores sitios ha tenido que preparar la comida Fernando,y para mucha más gente que la que puede albergar el 'Aita Mari'. Desde que se jubiló, el donostiarra ha estado en Quíos colaborando con Zaporeak, con el 'Open Arms' y también en Mozambique en el hospital de campaña de Cruz Roja. «Aquello sí que eran unas condiciones pésimas, cocinar con ese calor es mortal».
En el último y primer viaje del 'Aita Mari' no hicieron ningún rescate. Esta vez no saben qué pasará. Pero desde luego, «sí que hay gente que necesita ser rescatada».
Gutiérrez calcula que estarán mes y medio fuera y que volverán a «principios o mediados de diciembre». El 'Aita Mari' tiene permiso para navegar hasta Sicilia, pero restricción para hacer búsqueda activa de botes en peligro. «Si en nuestro rumbo encontramos a personas a la deriva sí que tenemos permiso para actuar, lo que no podemos es estar dando vueltas buscando botes. ¿Cómo diferencias la búsqueda activa de la que no? Es muy relativo», explica.
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