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Las islas tropicales han constituido un atractivo escenario en el que rodar películas de aventuras, pero también un blanco perfecto para los ensayos nucleares, dada su lejanía de los grandes centros de población y su control político por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra ... Mundial. Antes de que Diego García se convirtiera en una plataforma estratégica, el atolón de Bikini, en las islas Marshall, al noreste de Australia, soportó la explosión de 23 artefactos atómicos. Entre 1946 y 1958, los estadounidenses probaron la eficacia de sus investigaciones en el ámbito de la bomba nuclear. En el caso del Castle Bravo, en 1954, los científicos erraron en el cálculo de su potencia y sus calculados 6 megatones se convirtieron en 15, expandiendo su efecto nocivo sobre 11.000 kilómetros cuadrados.
La población nativa, como en el caso de Chagos, sufrió las consecuencias de decisiones tomadas a miles de kilómetros de distancia. Cuando tuvieron lugar las pruebas, el territorio se hallaba bajo fideicomiso de Estados Unidos, circunstancia que facilitó el desplazamiento forzoso de la población nativa a más de 600 kilómetros al sur de su tierra y la destrucción de sus ancestrales formas de vida.
Pero los problemas no acabaron con su partida. El Gobierno norteamericano permitió el regreso a Bikini en 1987, con terribles consecuencias para el centenar de nativos que accedieron a volver. La proliferación de abortos espontáneas, mortinatos y anormalidades genéticas reveló el impacto de la radiactividad en los humanos. Los lugareños tuvieron que abandonar de nuevo sus viviendas. La Administración estadounidense había aprobado la concesión de unos 2.000 millones de dólares a los afectados, pero se calcula que el desembolso no superó los 125 millones.
El atolón permanece hoy inhabitado. Sorprendentemente, la vida marina se ha recuperado rápidamente, pero la tierra presenta niveles de contaminación superiores a los de Fukushima. Los indígenas reclaman que se renueve el suelo para eliminar las elevadas concentraciones del isótopo cesio-137, pero, según los especialistas, la remoción provocaría la conversión del paraíso tropical en un páramo de arena.
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