Samuel fue asesinado a golpes. Mucha gente presenció la brutal agresión, pero solo dos inmigrantes acudieron en su ayuda y le protegieron. ¿Cómo puede explicarse algo así? El efecto espectador o síndrome de Genovese se refiere al caso infame de Kitty Genovese, una neoyorkina que ... en 1964 fue violada y apuñalada. Treinta y ocho vecinos del bloque de apartamentos oyeron sus gritos de socorro, pero nadie llamó a la policía durante la hora que duró el macabro episodio. El New York Times se hizo eco del homicidio y la colectiva indiferencia se convirtió en el emblema de la maldad humana. No obstante, los hechos se matizaron: el número de testigos era menor, nadie presenció el suceso entero, todas las ventanas estaban cerradas aquella noche invernal y la mayoría supusieron que era una riña de enamorados.

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¿De qué depende que la gente ayude? Para averiguarlo, los psicólogos Darley y Latané hicieron un experimento. Publicaron un anuncio pidiendo voluntarios para realizar un estudio de mercado sobre juegos. Una amable asistente les acompañaba hasta una sala, les daba un cuestionario para completar y volvía a su despacho. El participante podía ver y oír la actividad de la asistente (rasgar papeles, abrir cajones). Poco después oía que ella subía a una silla y al instante un estruendo y gritos de «¡Díos mío, qué dolor. Me he roto el tobillo. No puedo moverme!». En una condición del experimento el voluntario estaba solo y en la otra había una persona más en la sala cumplimentando el mismo cuestionario (en realidad era un actor compinchado con quienes dirigían el experimento, algo que el participante ignoraba). El actor no reaccionaba ante el ruido y el grito. Se encogía de hombros y seguía con el test. El resultado fue rotundo: un 70% de los participantes acudían a auxiliar a la secretaria cuando estaban solos y el porcentaje bajaba al 7% si estaban acompañados. Inmediatamente después del suceso, se preguntó a los participantes sobre su reacción. La mayoría de los que ayudaron dijeron que les pareció que algo podía no ir bien; los que no se movieron adujeron que pensaron que no era nada grave y que los compañeros de trabajo acudirían en su ayuda. No se sentían culpables. Si hubiera sido una emergencia real hubiesen actuado sin dudar. Casi todos negaron que la presencia de otra persona en la sala hubiera influido en su decisión final.

Es más probable auxiliar a alguien estando solos que en compañía

Este efecto explica el silencio y la inacción ciudadana ante actos violentos individuales o colectivos

El efecto espectador tiene varias explicaciones. La más común es que los observadores evalúan la reacción del resto y como nadie mueve un dedo, deducen que la ayuda no es necesaria o asumen que otro, tal vez mejor preparado, intervendrá. O teme sentir vergüenza. Cabe también un fenómeno de ignorancia colectiva en el que nadie ve la necesidad de dar un paso al frente e intervenir. El uno por el otro, la casa sin barrer. La conclusión (precipitada) es que cuanta más gente haya en una emergencia, menos probable es que alguien se mueva y ayude. El grupo diluye la responsabilidad. Sin embargo, esto no siempre es así. ¿Por qué? Tal vez por la reputación, ya que un público numeroso equivale a tener más testigos de la heroicidad. O porque haya personas con 'instinto de héroe', como Mohamed, el joven que se lanzó a la ría de Bilbao para salvar la vida de un hombre, o Ibrahima y Makate, que acudieron en auxilio de Samuel (Quizás el concepto de solidaridad y el valor de la vida sean diferentes en otras culturas porque son numerosos los actos de heroísmo protagonizados por inmigrantes -los tres son senegaleses-).

Aunque no haya una explicación clara ni única, este fenómeno psicológico ayuda a entender comportamientos individuales y colectivos, como el silencio y la inacción ante una violación grupal, una extorsión mafiosa, una algarada callejera violenta, una agresión contra miembros de una minoría social o la pasividad de países enteros ante situaciones de muerte y flagrante injusticia, como dictaduras, guerras o terrorismo. En estos casos hay que añadir el miedo. El ciudadano común alega que no ha nacido para ser héroe y desvía la responsabilidad hacia otros. Siempre otros.

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