El Papa Benedicto XVI se cala un tricornio de la Guardia Civil durante una audiencia celebrada en la Plaza de San Pedro en 2005. AP

Cuando Benedicto XVI apoyó el proceso de paz en Euskadi

En 2006 valoró el alto al fuego permanente de ETA y ocho meses después emplazó a los terroristas a abandonar la «vía sin salida» de la violencia tras el atentado de Barajas

Viernes, 6 de enero 2023, 19:13

El 5 de abril de 2006 Benedicto XVI sorprendió a los fieles que abarrotaban la Plaza de San Pedro, en Roma, con una declaración sobre la situación que se vivía en Euskadi, todavía inmersa en un ambiente de violencia. Ante miles de personas proclamó: «Os ... invito a rezar para que todos intensifiquemos nuestros esfuerzos para consolidar los horizontes de paz que parecen abrirse en el País Vasco y en toda España, y a superar los obstáculos que puedan presentarse».

Publicidad

Algunos interpretaron aquellas palabras como un respaldo al diálogo con ETA, que apenas dos semanas antes, el 22 de marzo, había anunciado un alto el fuego permanente. «La superación del conflicto, aquí y ahora, es posible», comunicó la banda terrorista. Nueve meses antes, el Congreso de los Diputados había autorizado al Gobierno a establecer contactos con la organzación, siempre que abandonara la violencia, lo que se tradujo en conversaciones en Ginebra y Oslo. Los términos utilizados por ETA eran similares a los que empleó el IRA en Irlanda del Norte para anunciar un proceso que desembocó en los acuerdos de Viernes Santo y puso fin a muhos años de violencia sectaria.

Numerosos agentes sociales se implicaron en aquel proceso, con mucha prudencia pero también con mucha esperanza, convencidos de que ya se veía la luz en el túnel del terror. También se involucró la Iglesia propiciando encuentros entre las distintas orillas, muchos de ellos gestionados por el actual obispo de Bilbao, Joseba Segura, que cumplió delicadas misiones, siempre con el conocimiento de sus superiores y el beneplácito del Vaticano. La Iglesia vasca, con datos de primera mano y su experiencia sobre el terreno, y la Santa Sede, con la información que se le facilitaba desde Euskadi y desde la diplomacia paralela protagonizada por la comunidad de San Egidio, dieron por hecho que la violencia daba sus últimas bocanadas. Pero ETA volvió a las andadas, pese a que su arrinconamiento social era ya imparable e irreversible.

Ocho meses después, el 9 de enero de 2007, Benedicto XVI reclamó el fin del terrorismo y recordó que era una vía sin salida. Lo hizo en el tradicional discurso de principios de año al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, tras el atentado de ETA en el aeropuerto de Barajas en el que murieron dos ciudadanos ecuatorianos. La Iglesia se había movilizado para salvar la tregua y hacerla durar. Entre otras acciones, cedió sus instalaciones de Loiola para que los partidos políticos alcanzaran un acuerdo de paz, aceptado por la organización terrorista, con el Vaticano como fedatario. No se consiguió.

Publicidad

El 30 de diciembre de 2006 más de 200 kilos de explosivos habían reventado el aparcamiento de la terminal T4 del aeropuerto de Barajas. ETA segó la vida de los jóvenes Diego Estacio y Carlos Palate, y sepultó las esperanzas de los ciudadanos que confiaban en el final de la violencia. También fue muy frustrante para la Iglesia y la decepción llegó hasta los despachos del Vaticano. Benedicto XVI, una semana después, se dirigió directamente a los terroristas, sin nombrar sus siglas. «Pido a todos los que en el continente europeo son tentados por el terrorismo que cesen toda actividad de ese género, ya que tales comportamientos, que hacen prevalecer la violencia ciega y provocan el miedo en la población, constituyen una vía sin salida», reclamó a la única organización armada que seguía en activo en Europa. Ratzinger aludió a la situación en el País Vasco al entrar en el análisis de los problemas europeos, en una intervención en la que solía pasar lista a la situación mundial.

Dos años y medio después, ETA volvió a acaparar la atención del papa bávaro. En julio de 2009 Benedicto XVI, a través de la nunciatura (embajada de la Santa Sede) en Madrid se puso en contacto con las familias de los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada García y Diego Salva Lezaun, asesinados por ETA en Mallorca con una bomba-lapa colocada en los bajos de su coche patrulla. Fueron las últimas víctimas mortales de atentados de la organización terrorista. El entonces arzobispo castrense, Juan del Río, lo reveló en la homilía del funeral, en la que también se refirió a la cercanía del pontífice alemán a la Guardia Civil. En 2005 el papa ahora fallecido realizó un guiño al cuerpo al calarse sobre el solideo blanco un tricornio, entregado por el padre Ignacio María Doñoro, sacerdote nacido en Bilbao y en su día capellán en el cuartel donostiarra de Intxaurrondo. Fue una imagen icónica en su álbum del pontificado, que chirrió en algunos ambientes políticos de Euskadi. También recibió a una delegación de la benemérita en 2014 con ocasión del centenario de la proclamación de la Virgen del Pilar como su patrona, a la que agradeció su «servicio».

Publicidad

Interés por el euskera

Benedicto XVI recibía de forma constante informes sobre las iglesias locales a través de los nuncios apostólicos y de los propios obispos diocesanos cuando visitaban Roma. También del País Vasco. Mario Iceta, exobispo de Bilbao y ahora arzobispo de Burgos, se quedó sorprendido de «todo lo que sabía» el Papa sobre el País Vasco y su Iglesia. Ratzinger conocía la tradición católica de una tierra que ha exportado misioneros y que ha dado santos como Ignacio de Loyola -Juan Pablo II visitó Azpeitia en 1982-, y la pujanza de los jesuítas, una orden que ahora tiene más peso e influencia en la curia vaticana. Una tierra que sigue dando santos. La última, la hermana Cándida (Juana Josefa Cipitria y Barriola), nacida en el caserío Berrospe de Andoain, fundadora de las Hijas de Jesús ('jesuitinas'). Fue canonizada el 17 de octubre de 2010 por el papa alemán. Y el siguiente, si continúa su proceso de beatificación, el padre Arizmendiarrieta, impulsor del movimiento cooperativo de Mondragón, declarado «venerable» por Francisco.

El pontífice ahora fallecido era de Baviera, una región con mucho carácter y con una identidad muy acusada, además de ser un bastión del catolicismo alemán, muy conservador en ese Estado. Entre sus intereses seculares también se encontraban las peculiaridades de los pueblos. Tuvo ocasión de comprobarlo Juan María Uriarte, exobispo de San Sebastián, quien viajó en el mismo compartimento de tren con el que entonces era cardenal en el trayecto entre Roma y Asís, distantes 175 kilómetros. Durante algo menos de tres horas, frente a frente, hablaron de muchas cosas, entre ellas del euskera, sobre cuyo origen y características se interesó Ratzinger. Al que luego se convertiría en líder del catolicismo le gustó la conversación con Uriarte. En un encuentro posterior con un grupo de obispos, Benedicto XVI tuvo la deferencia de acercarse al prelado de Fruiz para hablar un rato juntos, según contó en una entrevista en Radio Popular con el periodista y jesuita Ignacio Arregui, que fue director de los informativos de Radio Vaticano.

Publicidad

En el 'revival' de los estudios vascos y de las culturas diferenciadas, la etnografía alemana siempre ha sido una referencia. Ratzinger, además de un gran teólogo e intelectual fue también un hombre de una cultura vastísima. Ni la cultura vasca ni el euskera, una reivindicación antigua en la liturgia de esta tierra, le han sido ajenos.

Pero fue Cataluña la comunidad con la que estuvo más familiarizado y, es posible que, a través de ella, fuera ampliado la visión plural de España. De ello se encargó su 'número dos', el entonces poderoso Tarcisio Bertone, salesiano brillante que cultiva su vinculación con la cultura catalana a través de sus hermanos de orden, en una relación que viene de lejos. En su viaje a Barcelona, en noviembre de 2010 para consagrar la basílica de la Sagrada Familia, Benedicto XVI no utilizó la palabra España hasta el último discurso, minutos antes de subir al avión, para gozo del catalanismo soberanista. Oriol Junqueras, presidente de Esquerra Republicana y exconceller de la Generalitat, frecuentó como historiador el Vaticano durante una investigacion académica en sus archivos secretos y en la biblioteca apostólica, y mantuvo varias conversaciones «breves y amables» con el entonces cardenal. Algunas sobre el mundo del fútbol, que también tenía un hueco en su cofre sin fondo intelectual.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad