EL CEREBRO INFANTIL ES UNA MARAVILLA ¡ANÍMESE!
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Conocer la maravilla biológica que encierra la maduración cerebral puede ser un estímulo contra la bajísima natalidad que amenaza el estado del bienestar. Por intentarlo que no quede. La niñez humana es muy larga respecto a la de cualquier otro animal, lo cual resalta su ... relevancia. El cerebro infantil experimenta un desarrollo anatómico y funcional impresionante para cumplir con un fin muy ambicioso: aprenderlo todo. Cada neurona está preparada para recibir, procesar e integrar una gran cantidad de información de forma eficiente y rápida y para ser flexible y adaptarse al entorno. Así los niños aprenden a hablar, a caminar, a relacionarse con los demás y a diferenciar lo bueno de lo malo. Todo ello garantiza su supervivencia en este mundo y forja su personalidad. La raíz de esta fascinante capacidad del cerebro infantil está en su enorme plasticidad, una cualidad que va menguando con los años.
En los primeros meses de existencia, el cerebro del bebé experimenta una explosión en la producción de neuronas hasta superar los 100.000 millones. Sin embargo, existen pocas sinapsis o conexiones neuronales. Estas se van multiplicando mediante la estimulación sensorial, cognitiva y motora a la que el niño se expone mientras crece. A los 4 años llega a un máximo de 1.000 billones de conexiones. Es un momento crucial para aprender cualquier cosa de forma muy rápida y espontánea. En el proceso de aprendizaje se potencian los circuitos más útiles, se consolidan las conexiones asociadas a nuevos conceptos y se organizan sus redes neuronales de forma efectiva para dar soporte a las funciones cognitivas y emocionales del futuro adulto. La superabundancia de neuronas y conexiones explica la portentosa imaginación infantil ya que permite establecer vínculos entre áreas cerebrales implicadas en funciones diferentes. Es un cerebro en construcción, en cambio permanente a partir de la información que capta por sus cinco sentidos. Esta dinámica comienza en los dos últimos meses de gestación y hacia los 6 años el cerebro ha adquirido el 95% de su peso y consume el máximo de energía.
Aunque los niños son auténticas esponjas que absorben todo, hay ventanas de oportunidad. Salvo problemas, se nace con la maquinaria básica para percibir, actuar y aprender, pero hay periodos de tiempo durante los que la capacidad para adquirir una determinada habilidad es máxima. Así, un niño que vive su infancia aislado del mundo no consigue un lenguaje normal en la adultez. El correcto desarrollo y funcionamiento del cerebro dependen de la participación de factores genéticos y ambientales, en diferente grado según la función de que se trate. Las instrucciones están contenidas en el genoma, pero el entorno (nivel socioeconómico, nutrición, trato, enfermedad, etc) modula su expresión de modo crítico. Las experiencias que vive el niño y los estímulos que le rodean condicionan qué conexiones neuronales se refuerzan y cuáles se bloquean o eliminan. Por ejemplo, mirar tabletas, móviles o televisión demasiadas horas al día a muy tierna edad disminuye la mielina, la conectividad, la velocidad de procesamiento cerebral y la concentración. Y algunas enfermedades mentales de base genética evidente solo se manifiestan si durante la infancia concurrieron unas circunstancias concretas, muchas veces extremas. En la vida, el código postal es tan importante como el código genético.
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