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Pedalear hasta Ulassai es un buen prólogo para entender a María Lai. La carretera sale de la costa, se sumerge en valles angostos y trepa en zigzag hasta un pueblo colgado sobre el abismo, al pie de unos picos agrietados cuyos derrumbes ya sepultaron el ... pueblo vecino. En 1979, el alcalde pidió a la artista Lai que ideara un monumento a los caídos en las guerras «como paso para entrar en la historia». ¿Qué historia? Ulassai era uno de los pueblos más remotos de Cerdeña, «una isla dentro de la isla», abandonado por los jóvenes y habitado por familias que se odiaban desde generaciones. Un pueblo crea historia con palabras propias, no imitando gestos ajenos. Por eso Lai se inspiró en una leyenda local: una niña, refugiada con varios pastores durante una tormenta, sale de la gruta para seguir una cinta azul que vuela por el cielo y se salva del derrumbe que aplasta a los pastores. El 8 de septiembre de 1981, los vecinos superaron sus recelos y participaron en la propuesta de Lai: tendieron 27 km de cintas azules de una casa a otra, a menudo enemistadas, envolvieron todo Ulassai, y unos escaladores treparon con la cinta hasta el pico más alto para amarrar el pueblo a la montaña. Las cintas fueron efímeras, Ulassai es ahora una comunidad viva, un pueblo-museo de arte al aire libre. «El arte es como la cinta azul: bello pero inseguro, no sostiene pero guía, es ilógico pero contiene verdades», escribió Lai. «Te saca de la gruta pero solo si tienes fantasía».
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