Urgente Las 10 noticias clave de la jornada
Shibuya. Legendario paso de peatones en este barrio de la superpoblada Tokio, con 38 millones de habitantes en su área de influencia.

La bomba demográfica no explotará

El crecimiento de la población mundial se ralentiza. Somos casi 8.000 millones y en 2080 seremos 10.400 millones, pero luego esa cifra irá descendiendo. El 60% vivirá en zonas urbanas, muchos en megaciudades. Según los expertos, el planeta puede tolerar esas cifras

Domingo, 24 de julio 2022, 00:25

La vida nos regala un brevísimo periodo de gracia. Tan sólo se trata de siete segundos de existencia en los que aún desconocemos los problemas y la violencia de nuestro mundo. Más tarde, paulatina o bruscamente, percibiremos las diferencias que nos dividen. Esta tesis carece ... de respaldo científico y, sin embargo, sedujo a las emisoras musicales de Occidente. La canción '7 seconds', de Neneh Cherry y Youssou N'Dour, fue uno de los grandes éxitos de los años noventa. Hoy, la evolución demográfica permite albergar la esperanza de crecer sin que, antes de llegar al minuto sobre la Tierra, el color de la piel y la miseria constituyan lastres decisivos.

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El informe 'Perspectivas de la Población Mundial 2022' de Naciones Unidas asegura que dentro de tan sólo cuatro meses rebasaremos la cota de los 8.000 millones de seres humanos, pero también afirma que el planeta goza de una inmejorable ocasión de mejorar las condiciones de recepción de sus futuros habitantes. Tal posibilidad se deriva de la constatación de que el ritmo del aumento se modera e, incluso, se vislumbra el techo en la segunda mitad de la centuria.

Calcuta. Mercado en la ciudad india, que tiene 15 millones de habitantes, gran parte de ellos sin censar. REUTERS

La hipótesis barajada es que, tras el previsible estancamiento, se reducirá la presión sobre el territorio. Según las estimaciones, el mundo acogerá a 8.500 millones de individuos en 2030 y llegaremos a los 9.700 en 2050. El pico podría alcanzarse en 2080 cuando rondaría los 10.400, cifra que se mantendría hasta 2100, teóricamente ya en la antesala del proceso de contracción. «En los años sesenta y setenta se hablaba de la bomba demográfica porque la población total se duplicaba en breves periodos de tiempo, pero ha resultado sorprendente cómo, en las últimas décadas, se ha moderado el crecimiento en los países en vías de desarrollo y no hemos llegado al colapso anunciado», indica Itziar Aguado, profesora de Geografía Humana en la Universidad del País Vasco.

La caída generalizada de las tasas de fecundidad, es decir, el promedio de hijos de una mujer en edad reproductiva, se encuentra detrás de este fenómeno. En dicho proceso han incidido factores como la mejora de los sistemas de salud, que han reducido tanto la mortalidad infantil como los embarazos, el acceso a los métodos anticonceptivos o la incorporación femenina al trabajo.

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Por debajo del 1%

El cambio de rumbo se vislumbra ya. El análisis establece que el 66% de la población total vive actualmente en países con índices inferiores a 2.1, el límite que garantiza el reemplazo generacional y por debajo del cual los crecimientos son nulos o negativos en sociedades con mortalidad baja. Esa reducción explica que la población aumente por debajo del 1%, el ritmo más lento desde 1950, pocos años después de que el mundo sufriera una catastrófica contienda. España y los países del sur de Europa se encuentran entre aquellos con porcentajes más bajos.

Un mundo envejecido

La población mundial mayor de 65 años pasará del 10% al 16% en 2050, y este colectivo duplicará al de los niños menores de 5 años

Ahora bien, las tendencias no son uniformes. El aumento de la población se concentrará geográficamente y más de la mitad del incremento hasta el año 2050 tendrá lugar en tan sólo ocho países, algunos tan inestables como Nigeria o República Democrática del Congo. Además, el auge se sitúa en el sur del planeta, allí donde se concentra la pobreza, y obstaculiza la lucha para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente los relacionados con la atención sanitaria, la educación y la equidad de género.

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El rápido crecimiento es causa y consecuencia de un progreso más lento del preciso para combatir la miseria. La necesidad de grandes fondos para proporcionar formación a un elevado número de niños repercute en sus bajos niveles académicos, una consecuencia nefasta, porque conseguir cualificados sistemas de enseñanza y salud implicará la reducción de los índices de fecundidad. El círculo resulta perfectamente vicioso.

Una oportunidad

Pero el mundo goza hoy de una oportunidad extraordinaria para alterar ese estado de cosas. La posibilidad de transformación social se encuentra en el denominado dividendo demográfico, fruto de la desaceleración. Tal situación se produce en un determinado país cuando la población en edad laboral se incrementa más que su población total. «La caída de la fecundidad disminuye el número de niños, mientras que el porcentaje de población envejecida es aún bajo y, por tanto, supone una carga liviana. Esta circunstancia implica la existencia de recursos humanos y financieros que se pueden emplear en el desarrollo», explica Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía, entidad dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas.

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Wuhan. Universitarios chinos, en la cola de la vacunación. AFP

África subsahariana y zonas de Asia y Latinoamérica y el Caribe, se sitúan en esa tesitura favorable. «Se trata de marcos adecuados para generar recursos y progresar, pero requieren de una estrategia que los aproveche y los resultados dependen de cada gobierno. Ahora bien, no parten de cero. Muchos de estos países ya se han favorecido de la deslocalización de empresas, por ejemplo».

EN SU CONTEXTO

8.000

millones de seres humanos habrá en el mundo dentro de tan sólo cuatro meses. En 2080 se alcanzará el tope, 10.400 millones.

66%

de la población total vive en países con índices de nacimientos inferiores a 2.1, el límite que garantiza el reemplazo generacional.

72,8

años fue la esperanza de vida mundial en 2019, una mejora de casi 9 desde 1990, y llegará a los 77,2 en 2050, pero en 2021 bajó a 71,0 como efecto directo de la pandemia.

Pero el privilegio no ha venido para quedarse. «Hablamos de una ventana que se abre por un tiempo limitado», advierte. La pirámide demográfica varía constantemente. La proporción de la población mundial mayor de 65 años crecerá del 10% al 16% en 2050, y este colectivo más que duplicará al de niños menores de 5 años. El aumento exigirá un notable esfuerzo económico porque conlleva el reto de establecer sistemas universales de pensiones, atención médica y cuidado a largo plazo, que sean sostenibles.

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La educación de calidad constituye la clave para escapar de la miseria. «A ese respecto, el rol de la mujer resulta esencial, a pesar de que todavía sigue menospreciado», indica Aguado. «Al tener menos hijos resulta más probable que todos sean escolarizados y no se conviertan en mano de obra». Ellas son el motor del cambio, pero también sufren lacras como los embarazos no deseados, que la expulsan de la formación y del mercado laboral. «No contribuyen al desarrollo y padecen la pobreza que otros heredarán».

LAS CLAVES

Nacimientos concentrados. Más de la mitad del incremento poblacional hasta 2050 tendrá lugar en tan sólo ocho paísesciudades masificadas

Ciudades masificadas. Actualmente hay 31 megaciudades que tienen más de 10 millones de habitantes

La demografía tampoco ha escapado de la vasta influencia del Covid-19. La esperanza de vida alcanzó 72,8 años en 2019, una mejora de casi 9 desde 1990, y llegará a los 77,2 en 2050, pero en 2021 bajó a 71,0 como efecto directo de la pandemia. El dossier no apunta evidencias de su impacto en la fecundidad y sus tendencias, aunque reconoce un brusco frenazo de los flujos migratorios. Pero no se detendrán. La llegada de extranjeros representa, según sus cálculos, el único instrumento para que, en las próximas décadas, la población de los países de altos ingresos siga aumentando o, al menos, no se reduzca drásticamente.

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El mundo crece y se mueve. «Malthus afirmaba en 1800 que con 1.000 millones de individuos la situación era preocupante, así que si le dijéramos que estamos a las puertas de los 8.000 respondería que la situación es inviable. Lo cierto es que el planeta puede acogerlos. Los mayores conflictos se derivan de las necesidades que implican los grandes centros urbanos, en rápida expansión. Los problemas de logística de abastecimiento, contaminación y vivienda se multiplicarán», señala Ramiro.

Mensajes catastrofistas

Una cuarta parte de los habitantes de la Tierra vivía en áreas urbanas en 1950 y ese porcentaje se había duplicado en 2020. El informe World Cities 2022, también publicado por Naciones Unidas, sostiene que, dentro de cincuenta años, el 58% residirá en este entorno, a pesar de los mensajes catastrofistas sobre su viabilidad difundidos a lo largo de la última pandemia. Actualmente hay 31 megaciudades, es decir, localidades con más de 10 millones de habitantes y su número habrá aumentado a 41 en tan sólo ocho años.

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Tres mil peatones esperan pacientemente que el semáforo de Shibuya encienda su luz verde para atravesar el cruce más famoso del mundo. Esa multitud ejemplifica la densidad de Tokio, que cuenta con el área metropolitana más poblada del mundo con sus 38 millones de residentes. Pero la sofisticada urbe oriental constituye una excepción. La gran mayoría se ubica en países mucho menos desarrollados que Japón. Los gobiernos de Latinoamérica, África y Sur de Asia se encontrarán ante enormes dificultades en los próximos años con la rápida expansión de Bogotá, Johannesburgo y Bangkok, por ejemplo.

¿Estamos abocados a residir en ciudades inhabitables? «Esos conflictos los tuvo Madrid a comienzos del siglo XX y en la década de los cincuenta, con la proliferación de suburbios miserables que recuerdan a los slum actuales», advierte Ramiro. «Es cuestión de tiempo que se corrijan esos desequilibrios, aunque exigirán mucho esfuerzo municipal y de las familias y colectivos implicados».

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