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El número de vascos que recurren al servicio de mediación familiar ha crecido en los últimos meses. Una vía extrajudicial para llegar a acuerdos, pero ... que «supone un coste emocional y reflexionar» sobre lo sucedido y sobre el futuro, explica la coordinador del servicio en Euskadi, Cristina Merino. Hoy, en el día europeo por la mediación, la apuesta judicial por esta vía alternativa se fortalece.
– El número de personas que han recurrido al servicio de mediación familiar en Euskadi ha aumentado un 3,5% en el último año. ¿A qué se debe este incremento?
– Cada vez más personas conocen nuestro servicio y hay una mayor sensibilidad a utilizar espacios de diálogo para tratar los asuntos familiares; que recurrir al juzgado no sea la vía prioritaria. Intentar por lo menos sentarse a hablar e identificar cuáles son los derechos comunes. Este incremento nos da esperanza a tener esa mirada dialogante hacia los conflictos.
– ¿Suele ser el diálogo la primera opción, antes de acudir al juzgado?
– La mediación es un proceso que requiere voluntariedad. A veces es una de las personas que forma parte de la familia la que tiene la iniciativa de tomar contacto con el servicio de mediación. A partir de ese momento se diseña un proceso a medida y el resto de personas tienen que expresar su interés para participar. La propuesta sale de ellos.
– ¿Han aumentado los conflictos familiares desde que estalló la pandemia?
– Sobre todo durante el confinamiento obligatorio, los conflictos se han manifestado de una manera más evidente. Muchos ya existían, estaban latentes, pero por el ritmo de vida quizá los familiares no coincidían tanto en la vivienda y no se manifestaban. En el confinamiento aumentó el número de primeras llamadas para ver cómo se podían solucionar estos conflictos. En muchos casos, se generaron convivencias forzadas. Bien porque los hijos vivían fuera y tuvieron que volver a casa o porque estaban confinados con Covid. Todo esto provocó un mayor interés en la mediación.
– ¿La tendencia se ha mantenido?
– Sí, es estable. Desde la prepandemia se observa un ligero aumento de expedientes y el incremento es ya constante.
– ¿Junto con el aumento de casos, se ha registrado un incremento especial de las rupturas de pareja?
– Al principio solo trabajábamos conflictos de ruptura. Los últimos años hemos incluido conflictos familiares de otro tipo de carácter. El 85% son rupturas y el 15%, otro tipo de relaciones: con hijos mayores de edad, relaciones intergeneracionales, cuestiones entre hermanos por el cuidado y atención de una persona mayor... Pero los casos que más se repiten son los de ruptura de parejas, que al mismo tiempo son muy diferentes entre sí.
– ¿Es sencillo llegar a un acuerdo en estos casos sin pasar por el juzgado?
– El principal elemento es la voluntad de utilizar un espacio donde va a hacerse un diálogo. Más que fácil o difícil, supone un coste emocional. Les va a suponer una reflexión, una responsabilización y una capacidad de toma de decisiones. Hasta cierta creatividad a la hora de llegar a acuerdos. Son procesos que suponen un esfuerzo, por eso es un requisito fundamental tener esa actitud de voluntad y participación. Si no, solo cabría la imposición y ese no es el papel de la mediación, para eso estaría el juzgado.
– ¿Se realiza de la misma manera un proceso de mediación cuando hay un hijo de por medio que cuando se trata de solo una pareja?
– No tiene nada que ver. Si estamos hablando de dos personas que han sido pareja y deciden interrumpir su relación, más allá de la parte emocional que cada una tendrá que gestionar, posiblemente hablen de cuestiones más materiales. Sin embargo, cuando hay un hijo menor hay una serie de acuerdos que hay que tomar que implican una responsabilización, como cuáles van a ser los tiempos sobre los que van a distribuir la convivencia o el espacio donde el menor vaya a convivir, entre otras muchas cosas.
– ¿Es posible alcanzar un acuerdo de estas características solamente mediante la mediación?
– Esta es la utilidad que tiene la mediación en una fase prejudicial. Luego esos acuerdos, una vez redactados en el espacio de mediación, los pueden tramitar judicialmente con un abogado y procurador como un procedimiento de mutuo acuerdo. Su voluntad está transcrita y no da lugar a sorpresas.
– ¿Se incluye en algún momento al hijo en este proceso?
– Sí, teniendo en cuenta cuál es la edad y la finalidad. De todas formas, el principal trabajo desde nuestro punto de vista hay que hacerlo con las personas adultas para que no se caiga en la tentación de delegar a hijos menores decisiones que corresponden a los padres. De todas formas, de modo metafórico, los hijos siempre están presentes en ese proceso. Pensar qué elegiría el niño, en sus necesidades y bienestar.
– ¿Cuál es el porcentaje de éxito que manejan?
– El 85% de procesos llegan a acuerdos, de los cuales el 90% se mantienen transcurrido un año de la firma de los acuerdos.
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