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La soledad, entendida como un aislamiento habitual y no buscado, se ha convertido en un problema de salud de enormes dimensiones entre la juventud española. Uno de cada cuatro chicos se siente atrapado un día tras otro en una soledad no deseada, según desvela el ... primer estudio monográfico realizado en España para determinar la incidencia de este mal entre los 16 y los 29 años.
Los adolescentes y jóvenes son el grupo social más afectado por este mal, más incluso que los ancianos que viven solos, hasta el punto que la incidencia en este colectivo es del doble que en el resto de los españoles, según demuestra el trabajo impulsado por la Fundación ONCE y Ayuda en Acción. Semejante volumen de damnificados no es fruto de una errónea o precipitada apreciación de los perjudicados. El 77% de los chicos consultados ratifica que conoce a jóvenes que se sienten solos sin querer estarlo.
Tampoco hablamos de un problema ocasional o pasajero, del resultado de un mal día. Dos de cada tres chicos que confiesan estar atrapados en este encierro no buscado explican que viven así hace más de un año y la mitad arrastra el lastre personal desde al menos tres años antes. No solo es un mal permanente sino también reiterado. Las dos terceras partes de los afectados relatan que la soledad es una angustia frecuente y que, en el 30% de los casos, se agrava por las noches. De hecho, cuando la pregunta solo busca detectar situaciones esporádicas, cuando indaga qué jóvenes se han sentido solos sin desearlo alguna vez en su vida, levantan la mano muchos más, siete de cada diez.
La investigación concluye que las razones para acabar atrapado en este retiro involuntario y peligroso para la salud y el desarrollo personal son múltiples y muchas veces con mezclas de factores dispares. No obstante, el trabajo demuestra que la soledad no deseada está más presente entre las adolescentes y jóvenes (en ellas alcanza casi un tercio), que la incidencia escala casi seis puntos, hasta el 31%, entre los 22 y los 27 años, y que existe una lista clara de factores que facilitan caer en el aislamiento.
El elemento más presente entre quienes sufren soledad involuntaria es el padecimiento de trastornos psicológicos, que multiplica hasta por dos y medio la posibilidad de caer en este mal. Sufrir ansiedad o depresión, baja autoestima o ideaciones suicidas aumenta el riesgo entre el 80% y el 90% según la dolencia. De hecho, la mitad de quienes están habitualmente solos han pensado en quitarse la vida.
Otros factores que contribuyen mucho al problema son las dificultades frecuentes para llegar a final de mes, la discapacidad y otros problemas graves de salud o el ser o haber sido víctima de 'bullying' o de acoso laboral. En los tres casos se duplica la posibilidad de terminar solo. Con un riesgo similar, pero algo más bajo está ser homosexual, bisexual o trans discriminado por su orientación, entre ellos la prevalencia de la soledad involuntaria llega al 40%. También son factores que empujan al aislamiento el desempleo, el fracaso escolar y el abandono temprano de los estudios.
Pero la investigación, además de detectar elementos de riesgo, se encarga de desmontar mitos y presunciones erróneas. Certifica, por ejemplo, que la navegación diaria y durante horas por las redes sociales que caracteriza el presente de los jóvenes es, sin embargo, algo inocuo. Ni empuja ni rescata de la soledad. De igual manera, desvela que sufren más aislamiento no deseado los jóvenes emancipados, vivan solos o compartan piso, que los veinteañeros que siguen en la habitación de la casa de sus padres. Lo mismo ocurre con tener personas que te puedan ayudar cuando sufres un problema grave, lo no te libra de terminar inmerso en la soledad. El lugar donde se reside cuenta. Las zonas rurales y las metrópolis, como Madrid o Barcelona, tienen menos casos de soledad no deseada que las urbes pequeñas o medianas, las que van de los 50.000 al medio millón de habitantes.
Aún teniendo en cuenta todos los condicionantes, el trabajo subraya que la mejor vacuna contra la soledad no deseada es contar con un número suficiente de amigos con los que mantener una relación frecuente y, muy importante, presencial. Estar rodeado por miembros de la familia, por compañeros de trabajo o por amistades a distancia es mucho menos eficaz, matizan.
Los expertos desgranan una serie de propuestas para prevenir, detectar e intervenir ante el problema. Piden escuelas inclusivas y que enseñen a gestionar las emociones, una apuesta por la protección de la salud mental de adolescentes y jóvenes, fomentar las relaciones y el ocio presencial entre ellos, crear servicios de orientación específicos para combatir la soledad juvenil y reforzar las políticas educativas, de empleo y de inclusión social.
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