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La Navidad tiene su Grinch (personaje preocupado por sí mismo que es la antítesis del espíritu navideño), la política tiene sus Trumps y Pútines y la sociedad tiene sus caciques. Todos ellos comparten hábitos y conductas deplorables. Los caciques existen desde los primeros grupos humanos ... de cazadores y recolectores. Al inicio cumplían la función de jefe tribal, pero ha ido virando hacia formas de liderazgo patológicas, llenas de arrogancia, soberbia, egolatría y maldad. A pesar de que encarnan los valores más negativos que puedan imaginarse, miles de años de evolución no han podido con ellos. Probablemente tengan alguna ventaja evolutiva y sus genes se transmiten de generación en generación y se perpetúan en la especie.
El cacique no nace, se hace. De hecho, suelen ser personas hechas a sí mismas, con escasa formación académica, pero trabajadoras y perseverantes. Se dedican a profesiones de cierto riesgo, fuente potencial de pingües beneficios. Colocan a algún miembro de la familia al frente del negocio, mientras otros familiares se introducen en ambientes políticos, mediáticos o sociales, siempre de la mano de personas reconocidas a las que tarde o temprano darán la puntilla. Se rodean de consejeros fieles que lo mismo sirven para celebrar un contrato que para gestionar una SICAV. Hay que pagar peajes, pero no importa: son ricos. El cacique es temeroso de Dios y no es extraño ver en su despacho un retrato con algún dictador. Es la máxima expresión de la hipocresía. Ordena y manda. Autoritario, casi matón, gusta de chistes machistas y zafios y en «petit comité» critica y vilipendia a todo el mundo, incluso a aquellos a los que en público halaga hasta la náusea. A veces, ponen en marcha proyectos «benéficos» que en realidad persiguen blanquear su imagen social deteriorada.
No hay estudios sobre el cerebro del cacique, aunque Trump declaró que China respetaba su gran cerebro. ¿Lo harán también sus colegas republicanos o saldrá adelante el «impeachment» por el asunto de Ucrania, magnífico exponente del modus operandi caciquil que no asume ni interioriza el concepto de respeto? La sociopatía invade su cerebro. Su sistema de neuronas espejo, base de la empatía y de la teoría de la mente, está poco desarrollado. Curiosamente, la escasa empatía y la limitada compasión hacia quien sufre destacan también en algunas personas muy ricas (estos estudios se refieren a la media de un grupo. Hay gente acaudalada de gran corazón y generosidad). Como grupo, los ricos son menos hábiles a la hora de reconocer las emociones de los demás y en algunos experimentos han mostrado ser más codiciosos y tramposos. Por ejemplo, en un estudio se pidió a los participantes que cumplimentaran un cuestionario. Sobre la mesa había un cuenco lleno de caramelos. Se les dijo que al terminar podían coger alguno y que los que sobrasen se repartirían entre los niños. El grupo con ingresos más altos cogió más caramelos. ¿Avidez, seguridad en sí mismos, indiferencia? La causa última no quedó clara. Lo más inquietante fue que bastaba con hacer que los participantes se sintieran ricos para que su comportamiento fuese más acaparador. Así que, ¡ojito si le toca la lotería! Cuento de Navidad: El caciquismo solo se combate con la propia dignidad. Elimine caciques de su vida. Será más feliz y hará dichosa a más gente ¡Eguberri On!
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