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El desmán de los Pirineos, la estrella de la finca que el Ayuntamiento de San Sebastián posee dentro del municipio navarro de Goizueta, se enfrenta a su más que probable extinción. Con apenas 40 ejemplares contabilizados en este parque de Artikutza y unas pocas colonias repartidas por diferentes puntos de la península y el sur de Francia –donde su presencia ha caído a velocidades alarmantes en las tres últimas décadas–, se ha convertido en objeto de desvelos para la comunidad científica. El Ministerio de Transición Ecológica ha decidido incluirlo, por vía de urgencia, en la lista de especies en estado «crítico», una relación en la que hasta ahora solo figuraban seis animales –urogallo cantábrico, alcaudón chico, visón europeo, cerceta pardilla, nacra y margaritona– y una planta, la jara de Cartagena. También se pondrá en marcha una nueva estrategia de conservación que, por desgracia, podría llegar demasiado tarde.
Para saber más sobre las costumbres de este esquivo topo de agua con trompa y cola que en la vida adulta puede alcanzar los doce centímetros de longitud, un equipo de biólogos liderado por el francés Jon Levy pasa las noches en vela en Artikutza tratando de seguir los pasos de los ocho individuos a los que han conseguido implantar un microchip de localización.
Han colocado una red de puntos de control que les avisan cuando alguno de los desmanes pasa por allí, datos con los que confían en desvelar los misterios que esconde este extraño animal, del que poco se conoce más allá de que es un mamífero insectívoro de hábitos nocturnos que necesita riachuelos con pequeños saltos y rocas, con la vegetación de las riberas en buen estado y aguas cristalinas.
En el caso de Artikutza, si bien el hábitat es casi ideal, el mayor obstáculo está en la dificultad que tienen para emparejarse con individuos de otras colonias cercanas, pues las presas no le permiten desplazarse para estos encuentros. Según explica el concejal de Ecología de Donostia, Iñigo García, eso provoca «endogamia» en la población y «empobrecimiento genético» que causa problemas de fertilidad y de salud en las generaciones venideras. Por eso, avanza el delegado del PSE, «a medio plazo» se plantea poder hacer pruebas de intercambio entre poblaciones de manera artificial o de desplazamiento de ejemplares a nuevos enclaves con un hábitat adecuado.
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