«Estábamos en la discoteca, sentimos un pinchazo y nos mareamos de inmediato»

Antes de ese paso por dependencias policiales, una de las chicas afectadas relató a este periódico el perturbador incidente, el primero de estas características en la capital alavesa después de que en los últimos sanfermines la Policía Foral tramitara hasta ocho denuncias por hechos idénticos a los descritos por estas vitorianas.

María -nombre ficticio- se encontraba «en círculo» junto a sus tres amigos, dos chicas y un chico. Serían las 3.30 horas de la madrugada de hoy viernes. «La discoteca estaba llena. Estábamos en una zona de paso. Nos chocaba mucha gente», explica la joven. «Sentí un pinchazo en el brazo derecho y mi amiga, que estaba a mi derecha, en el izquierdo». «Les dije a mis amigos de salir a la calle, nos mareamos de inmediato».

Ya fuera, los síntomas persistían. «A mi amiga le dolía más, pero a mí se me dormían las extremidades, aunque no llegué a perder el conocimiento». La chica asegura que su estado no se debía a haber ingerido alcohol, sólo habían bebido un kalimotxo, en un bar, y un cubata en esa misma discoteca. Y nada de drogas, como demostrarían luego las analíticas realizadas en el centro médico.

«Estábamos más mareadas que otra cosa, por suerte no perdimos el conocimiento y estuvimos acompañadas en todo momento», indica esta joven que cursa estudios universitarios y «muy responsable», según su entorno. «Tiramos para casa. Como no nos encontrábamos bien, llamamos a la Ertzaintza y ellos, a la ambulancia, que nos trasladó a Txagorritxu». Allí les sometieron a varios tests. Todos dieron negativo. En especial, el de tóxicos. «Nos dijeron que normalmente estos ataques suelen ser con burundanga y que no lo pueden detectar. El resto dio negativo obviamente, porque no nos drogamos», explica.

En el traslado, eso sí, «un técnico nos miró el brazo, amplió la zona donde nos dolía con la cámara del móvil y sí debió ver algo», añade. El puntito de una aguja finísima. «Esa gente sabe lo que hace», sentencia.

«No bebimos apenas. Estábamos genial. Allí mismo nos preguntó la Ertzaintza cuánto habíamos consumido y si habíamos tenido el vaso todo el rato con nosotros. Eso sí». Ni María ni ninguno de sus compañeros se quedó con algún rostro cuando notaron los pinchazos. Quizá la revisión de las cámaras de la sala de fiestas pueda ayudar a encauzar la investigación policial, aún en su fase embrionaria.

Medio día después de los hechos, esta veinteañera seguía sin dar crédito a lo ocurrido. «Todavía no me creo que me haya pasado. No sé, estoy de no salir, de hacer cruz y raya», avanzó. Tanto ella como la otra víctima mantenían síntomas como dolor de cabeza y cansancio.

Aun así, prefería quedarse con que «la ayuda de mis amigos (los dos que no recibieron pinchazo alguno) fue determinante. Nos salvaron al sacarnos del local. Yo sólo pensaba en no ponerme peor. Ellos fueron más conscientes de la situación. Llamaron a mi madre y a mi pareja para decirles que todo estaba bien».

Con el Día del Blusa y la Neska a la vuelta de la esquina, a menos de dos semanas de las fiestas de la Virgen Blanca más esperadas, María hace una reflexión. «Ahora me da mucho miedo salir. Lo más importante es estar siempre en círculo con gente de confianza y no separarte de tus amigos».