La agricultura intensiva que acorrala los parques nacionales de Doñana y Tablas de Daimiel no solo los está secando con la sobreexplotación, en muchos casos ilegal, de los acuíferos subterráneos que regularon durante siglos el llenado estacional de sus lagunas, pozas y marismas sino que ... además los está envenenando. No solo la cantidad de agua es ya preocupante sino también su calidad.
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Un ambicioso estudio realizado por varios equipos de expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) demuestra que dos de los mayores humedales de Europa, espacios protegidos y con calificación de reserva mundial de la biosfera, están contaminados de forma «generalizada» por los vertidos ilegales de productos fitosanitarios procedentes de las explotaciones agrícolas que los rodean. Esto es así tanto en el parque nacional enclavado entre las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva como en el ubicado en tierras manchegas de Ciudad Real, pero en unas proporciones mucho más alarmantes en el gran parque nacional andaluz.
La conclusión de los expertos es que el grado y la concentración de los residuos tóxicos detectados tanto en las aguas como en los terrenos de los humedales tienen un claro y negativo impacto ambiental y suponen un riesgo «alto» tanto para la fauna silvestre como para la pervivencia de la biodiversidad en unos espacios en los que cada año nidifican o utilizan como escala en sus migraciones decenas y centenares de miles de aves.
El Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, con la participación de la Estación Biológica de Doñana, del Museo Nacional de Ciencias Naturales y del Centro de Investigaciones sobre Desertificación, todos ellos centros del CSIC, iniciaron este trabajo en 2021, para evaluar el impacto ambiental de las actividades agrícolas que se realizan en el entorno de las áreas protegidas, tras varias investigaciones parciales que encendieron las luces de alarma.
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Uno de los estudios precedentes detectó la presencia de pesticidas prohibidos en huevos de ave recolectados en Doñana y otro apuntó que la acumulación de estos productos químicos de alto riesgo en algunas especies del mismo parque estaban reduciendo su capacidad reproductiva. Estos y otros indicios preocupantes pusieron en marcha el mayor estudio realizado en España sobre sobre pesticidas en áreas protegidas, con la toma de centenares de muestras de agua y de sedimentos y la búsqueda en ellas de restos de más de un centenar de pesticidas. Los objetivos, evaluar el nivel de contaminación de las aguas y terrenos, identificar prácticas ilegales y calibrar el riesgo ecológico.
La primera conclusión es «la presencia generalizada de fitosanitarios en Doñana y en Tablas de Daimiel, aunque en el primer caso en niveles superiores», tanto en las aguas como en los propios terrenos.
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El segundo hallazgo no es menos alarmante, porque además del riesgo ecológico denota una impunidad y falta de control oficial de los excesos e ilegalidades de la agricultura intensiva. Tanto en las lagunas como en los sedimentos se han hallado varios pesticidas para uso agrícola prohibidos por la Unión Europea hace ya 15 años, en 2009. Los expertos aclaran que aunque la presencia de los productos químicos ilegales en los sedimentos podría deberse a la larga persistencia de estos tóxicos en la naturaleza que contaminan, no ocurre igual con las muestras de agua. En los análisis del agua se han detectado hasta 17 pesticidas prohibidos por la UE (como el clorpirifós, la terbutrina o el diazinón) que si están ahí es porque se han usado de forma «reciente». También, añaden, fue habitual encontrar otros fitosanitarios (como el oxadiazón o la ciflutrina) que si bien en 2021 (cuando se tomaron las muestras) aún estaban permitidos, quedaron prohibidos en 2022, por lo que convendría actualizar el trabajo para determinar si se mantiene o no su uso.
La tercera conclusión es que la contaminación tanto de las aguas como la de los sedimentos indican la existencia de «riesgos potenciales de moderados a altos en todos los puntos de muestreo de ambos parques nacionales». «Esta contaminación, en muchos casos -añaden los autores-, puede ser peligrosa para la fauna acuática y, sobre todo, tiene una importante capacidad de afectar a la biodiversidad».
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Pero todavía han detectado un cuarto problema más. Los mayores niveles de contaminación se han encontrado en los puntos en los que el caudal de las lagunas era más bajo. Esto indica que la sequía impulsada por el cambio climático y la esquilmación del acuífero por agricultores y complejos turísticos solo puede agravar la ya mala situación, pues aumentará las zonas con mayor riesgo para biodiversidad por la mayor concentración de tóxicos. Los investigadores, a modo de conclusión, lamentan que «a pesar de que la normativa de los parques nacionales es la de mayor protección legal, los pesticidas provenientes de las actividades agrícolas cercanas están afectando a los seres vivos que los habitan».
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