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En un curso escolar alrededor de 90 escolares en Gipuzkoa no pueden acudir a sus colegios por causa médica. Lejos de perder las clases, ... siempre que su salud se lo permita, continúan con sus lecciones en casa. El departamento vasco de Educación tiene en marcha un programa de atención domiciliaria por el que profesores se desplazan a los hogares de los alumnos para que mantengan el vínculo con sus estudios. Es uno de los tres ámbitos que se cubren desde el centro territorial de Gipuzkoa para la atención hospitalaria, domiciliaria y terapéutico-educativa (HDTE) ubicado en Lasarte-Oria, en donde trabajan con los estudiantes que por enfermedad no pueden acudir al centro educativo donde están matriculados. Los otros dos son las aulas escolares en el Hospital Donostia y la unidad terapéutica educativa (UTE).
Cuando se prevé que un alumno de entre 5 y 16 años –también se atiende excepcionalmente a matriculados en Bachillerato– se va a tener que quedar en casa y no va a poder ir al colegio por enfermedad durante más de un mes, se pone en marcha todo el mecanismo de HDTE para que mantenga su formación.
«La petición surge del colegio y la familia del menor. Cuando se acepta, se hace una reunión con ellos para explicar cómo funcionamos y mandamos a los profesores», cuenta Jaione Larrañaga, directora del HDTE en Gipuzkoa. Cada estudiante en casa cuenta con dos docentes que se reparten el trabajo. «Son intermediarios entre el colegio y el alumno, se encargan de adecuar las directrices de la escuela a la propia situación del estudiante».
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La plantilla de docentes alcanza los 40. «Necesitan de una sensibilidad especial y fortaleza», resume Larrañaga. Entran en casa de una familia 'tocada' por una situación anormal: que su hijo no pueda ir al colegio por enfermedad. «Otorgamos mucha importancia a la formación que les damos así como a las reuniones semanales, en las que se trabaja cómo afrontar distintas situaciones que viven en los hogares». El apoyo emocional también es necesario para los profesores. «Las cosas a veces no van bien y se implican mucho con los chavales y su entorno. Deben buscar el equilibrio entre la empatía con las familias y establecer una distancia necesaria. Pero a veces no es fácil, se llegan a vivir experiencias muy duras», explica. «Siempre les decimos que nosotros vamos adonde el alumno que está enfermo, pero no adonde el enfermo.
En la HDTE son conscientes de que este servicio es muy bien valorado por las familias y por los propios menores. «Somos el punto de normalidad en una situación anormal», dice la directora del centro de coordinación. «Los alumnos agradecen esas horas, suponen aire fresco para ellos. Pasan muchas horas en casa, fuera de sus amigos, y el hecho de que vaya un profesor a casa les devuelve al ámbito escolar, a ser escolar y no enfermo. Incluso a los que no les gusta estudiar mucho, lo agradecen», resalta.
En cada hogar se reparten las materias dos profesores en los casos de Primaria y tres para los de Secundaria que van en días alternos un par de horas. «Normalmente tenemos más alumnos de Secundaria. Este año atendemos a un niño de 5 años de Infantil, una veintena de casos de la primera etapa, y el resto son de la ESO y 4º de Bachillerato».
La confidencialidad es un elemento clave en la relación profesor-alumno. «Entran en sus casas, saben por lo que les cuentan y por lo que ven. La discreción debe ser total. Gipuzkoa es muy pequeño», explica Larrañaga.
La relación con los colegios también es fluida. «Llevamos 15 años y hemos tenido que trabajar con casi todos los colegios. Conocen el funcionamiento y mantenemos una relación directa por la que se solventa cualquier cuestión por el bien del menor».
Desde el HDTE también coordinan las dos aulas escolares del Hospital Donostia, una en la unidad de Pediatría y la otra en la de Psiquiatría infantojuvenil. El curso pasado un total de 393 alumnos pasaron por la primera, y por la segunda, 39.
El objetivo de estas gelas es el mismo, que los menores ingresados puedan continuar con su formación, «en la medida que puedan», aclara Larrañaga. En la gela del Materno Infantil acuden niños desde los 2 hasta los 16 años, «todo menor ingresado en edad escolar que tenga el permiso de su médico», recalca la directora. «Si tiene permiso para subir, se le atiende en el aula; si no puede subir, baja un profesor a su habitación para que pueda realizar trabajos. En Pediatría las estancias tienden a ser más cortas y a veces los chavales llevan su tarea y se les ayuda. Si se alarga la estancia o son ingresos con repetición, ya nos ponemos en contacto con el colegio y nos coordinamos con ellos».
En el área de Psiquiatría infantojuvenil, «los ingresos generalmente son largos, como mínimo de tres semanas. Aquí la profesora se pone en contacto con la escuela y vemos qué temas hay que trabajar y cómo. Lo más habitual es tener niños mayores de 10 años, normalmente entre los 12 a 17 años; si alguno cumple 18 y está haciendo Bachillerato, también se le atiende».
Además, en el HDTE se trabaja con una decena de jóvenes en el centro de Lasarte-Oria, donde reciben una atención terapéutica educativa. «Es un trabajo coordinado con profesionales de Educación y Osakidetza dirigido a chavales con una patología mental grave que les dificulta el poder estar en su centro escolar de referencia de una manera adecuada», explica Larrañaga.
«Siguen vinculados a su colegio pero reparten su horario escolar entre ese centro y este, según convenga a sus necesidades. Aquí se intenta ayudarles en el sufrimiento personal y emocional que tienen para que cuando salgan puedan estar en espacios más normalizados de una manera adecuada. Tenemos más alumnos chicos que chicas, aunque el número de estas ha ido en aumento».
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