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El próximo juicio a once menores de Gipuzkoa imputados por acosar de forma continuada a un compañero de clase en un colegio del territorio ... ha vuelto a encender las alarmas sobre el problema y obliga a reflexionar sobre qué está fallando cuando se siguen sucediendo casos de 'bullying'. ¿Por qué se llega a estos extremos? ¿No se actúa de forma adecuada? Ha sido la propia Fiscalía de Gipuzkoa la que ha levantado la voz para reclamar a los colegios «mayor implicación» ante situaciones de acoso, ya que salvo en casos puntuales, no actúan «de forma activa en la protección de los menores vulnerables, tal y como reprochó en una información publicada por este periódico.
La pregunta a los colegios resulta obligada. ¿Está habiendo falta de implicación? Centros escolares consultados por este periódico responden tajantes: «Ponemos el 150% de nuestros esfuerzos y energía en el seguimiento de cualquier posible caso de acoso escolar. Es un problema grave y no estamos pasivos», aseguran. Coinciden en que el protocolo se activa «desde el primer momento» en que se observa algún tipo de indicio o se recibe comunicación del alumno o de la familia, si bien consideran «fundamental» la prevención y la formación del profesorado, así como «mayores recursos» para poder realizar la observación y atajar este tipo de situaciones. E insisten, el acoso no solo atañe al entorno escolar sino «a todos los ámbitos de la sociedad». Los datos, de hecho, señalan un aumento de denuncias. El pasado curso 2021-2022, Educación registró un total de 157 casos de acoso entre los escolares vascos, un 21,7% más que el año anterior, pero puede ser solo la punta del iceberg de un problema que suele permanecer silente.
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¿Se puede hacer más para afrontar el problema? Varios colegios consultados reclaman a Educación «más recursos» para poder realizar esta observación de forma más efectiva. Idoia Mendizabal, directora del centro público Hegoa, de Intxaurrondo, que atiende a alumnos de Educación Infantil y Primaria, reconoce que «la vigilancia en los patios a la hora del comedor es un punto vulnerable. Los patios son amplios, tienen recovecos, y no estaría mal un poco más de vigilancia en esos momentos porque se queda un poco escaso».
En este sentido, son varias voces directivas las que también reclaman más medios, ya que «los momentos de acoso» normalmente no se suelen producir dentro del aula sino «cuando el adulto no está mirando», esto es, entre clase y clase o en el patio, un lugar «muy abierto con un montón de chavales donde es más difícil de controlar». La directora de La Salle Donostia, Ainhoa Aristi, explica que tanto el equipo directivo como el profesorado y el departamento de orientación «se vuelcan con toda la energía en hacer un seguimiento en cuanto se detecta un posible caso de 'bullying'; se pone una persona referente controlando los pasillos, en el patio... Eso conlleva que tienes que dejar otras cosas de lado para centrarte al 100% en el posible caso de acoso y vemos que estamos un poco indefensos y escasos en cuanto a recursos».
Ainhoa Aristi
La Salle Donostia
A la hora de buscar responsables, los centros afirman que la educación no puede ser delegada totalmente a la escuela y los profesores. «La labor educativa no solo está en los colegios, también está en las familias. Y la sociedad tiene que saber que estamos siempre con las antenas levantadas», señala Idoia Mendizabal. En esta línea, Alaia Fernández añade que «los colegios tenemos mucho que hacer en esa prevención y sensibilización, pero es una cuestión que atañe a todos».
A pesar de los avances, «aún queda camino por hacer» e inciden en la importancia de la prevención y la formación. En este sentido, Mendizabal reconoce que «hay profesores con menos estabilidad laboral, que andan de un centro a otro y que no han recibido esa formación», lo que dificulta poder identificar y gestionar este tipo de situaciones. «A veces es complicado decir dónde está la línea entre acoso o no. Lo efectivo es no dejar de acompañar al alumno», expone el director de María Reina, Gotzon Mancisidor, que añade que «el procedimiento ante un caso de 'bullying' sobre el papel está bien estructurado pero es muy lento. Rellenar todo lo que se hace supone un mayor esfuerzo a los colegios y se necesitan más recursos».
Idoia Mendizabal
Intxaurrondo Hegoa
La muerte del joven Jokin Ceberio, que en 2004 se quitó la vida en Hondarribia después de haber sufrido acoso, provocó una gran conmoción en toda la sociedad y marcó un antes y un después en la sensibilización social sobre el 'bullying'. «Desde entonces se levantaron todas las alarmas y ha habido un esfuerzo muy grande. Nos pusimos todos en alerta. El acoso escolar es un tema muy preocupante y creo que la actitud de todo el sistema educativo es de tolerancia cero», defiende la directora del centro Intxaurrondo Hegoa.
Para atajar cualquier posible caso de 'bullying', «todos los centros públicos y los concertados que lo hayan solicitado» cuentan con el protocolo de actuación del Gobierno Vasco –enmarcado en la iniciativa Bizikasi, puesta en marcha en 2017–, que determina los pasos que hay que seguir en los casos en los que se detecte o se tenga conocimiento de una posible situación de acoso escolar. «Hay otros centros concertados que tienen sus propios programas. Pero en ambos casos el departamento participa en el seguimiento a través de Inspección», según explican desde Educación.
Cuando se tiene conocimiento de una posible situación de acoso escolar, que puede llegar a través de la familia, un monitor de extraescolares o el propio alumno, el director da la orden para abrir el protocolo y a partir de ahí comienza la investigación: la primera fase de seguimiento, donde se registra todo lo que se observa y al alumno se le establece un referente; las entrevistas con los padres del presunto acosador y la víctima; con los posibles testigos y la implicación directa de profesores y orientadores. Un equipo especializado, BAT (grupo contra el 'bullying', por sus siglas en euskera) coordina el proceso de resolución de los casos de acoso escolar y está compuesto por el director o la directora del centro, la jefatura de estudios, el orientador y el profesor encargado del ámbito de la convivencia.
Alaia Fernández
Jesuitak Donostia
«Cuando un centro detecta cualquier irregularidad en la que pueda haber un niño sufriendo, tenemos la obligación de encarar esa situación y para eso están los protocolos, perfectamente diseñados, pero que no dejan de ser una herramienta. Que sean efectivos depende de cómo se hagan uso. Porque parece que el protocolo es la panacea, pero hay que saber manejarlo, interpretarlo y aplicarlo en base a esa situación que se esté dando. Muchas veces las situaciones se complican cuando no se actúa de primera mano», apunta el director de Axular Lizeoa, Aitor Uriondo, que es tajante con cualquier situación de acoso hacia un compañero.
«Es algo que debe erradicarse de raíz de los centros y de la propia sociedad. Con 900 alumnos es evidente que en un entorno de convivencia siempre pasen cosas. Hay comportamientos irrespetuosos que ocurren y seguirán ocurriendo y tenemos que ponerles nombre y apellido y reorientarlos y educar desde el respeto». Para ello aplican, además del protocolo del Gobierno Vasco, el programa Kiva, avalado por el Ministerio de Educación de Finlandia, que ofrece una formación centrada en la educación emocional y la empatía y con el que trabajan actualmente alrededor de 60 ikastolas del País Vasco. Su coordinadora, Águeda Laraudogoitia, insiste en la importancia de trabajar el 'bullying' «no solo en el entorno de la escuela. Si queremos hacerlo desaparecer se tiene que trabajar en todos los ámbitos de la sociedad. En la calle, en casa...».
Desde La Salle consideran que los protocolos necesitan «una atención y seguimiento muy personalizado por parte de las personas encargadas» y en su caso afirman que «sí surten efecto. En nuestro centro, si ha habido algún posible caso, lo hemos cortado de raíz. Esa primera fase de seguimiento es muy importante. Además, estamos en contacto directo desde el primer momento con Inspección y el berritzegune (grupo de apoyo para los centros docentes) para que estén al tanto y nos implicamos todos: desde los tutores y profesores hasta el equipo directivo y de orientación». Alaia Fernández, coordinadora del colegio Jesuitak de Donostia, también considera que el protocolo actual «es efectivo». De hecho, «todas las observaciones que hemos hecho las hemos cerrado y no solemos llegar al informe B» –que es cuando se determina que ha habido acoso– y afirma que los recursos, en su caso, «son suficientes».
Aitor Uriondo
Axular Lizeoa
Cuentan con diferentes planes de prevención para trabajar la inteligencia emocional y la empatía, y «poco a poco va calando en el alumnado. Es importante trabajar la prevención para no llegar a los protocolos 'antibullying'».
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