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El grueso de los profesores que imparte las enseñanzas obligatorias en España confiesa haber perdido la ilusión por su trabajo. El estado de ánimo de ... estos profesionales ha sufrido un desplome en las últimas dos décadas y los expertos no ven fácil enderezar la situación salvo que las administraciones educativas tomen medidas muy concretas y de calado para contrarrestar los factores que han conducido a esta crisis. Esta es la principal conclusión de un estudio realizado por Esade, que a través de un síntesis de investigaciones propias y ajenas disecciona la evolución en los últimos 25 años de la profesión docente española.
Tres datos dan idea del desánimo con que viven muchos maestros y profesores de infantil, primaria y ESO su día a día laboral. Si en 2007 seis de cada diez indicaban que, a pesar de los muchos problemas, se esforzaban y lograban mantener la ilusión, ahora quienes consiguen preservar a duras penas algo de ilusión caen al 24%, tres veces menos. En los mismos quince años, la desafección con el desempeño de su oficio se ha disparado. Si en 2007 quienes vivían su profesión con distancia y con cierta indiferencia eran solo el 2%, ahora son veinte veces, suman el 38%. La desilusión en diferentes grados, los cansados por tantos problemas y los indiferentes con su tarea suman ya tres de cada cuatro profesores. No es de extrañar por tanto que, entre convencidos y dubitativos, el 60% confiese que dejaría de dar clase si le ofreciesen otro trabajo que le llenase, algo que hace dos décadas no estaba dispuesto a hacer ni el 25%.
El resultado es un aumento del cansancio, un sentimiento de aislamiento y una alta desafección, lo que describe un grave problema para la enseñanza en España, pues expertos y organismos coinciden en que el profesorado es el factor determinante de la calidad del sistema educativo.
El análisis dirigido por Lucas Gortazar apunta tres bloques de factores entrelazados que, con su empeoramiento en lo que va de siglo, han desatado esta crisis. El primero es un aumento de la complejidad del alumnado y de sus problemas emocionales, lo que trae como consecuencia más estudiantes con dificultades de aprendizaje y un clima más conflictivo en el aula. A ello ha contribuido una subida de la pobreza infantil, un tercio de estudiantes de origen extranjero (con más dificultades de comprensión en castellano) o que una quinta parte de los adolescentes declare problemas de ansiedad.
El segundo elemento negativo es el empeoramiento de las condiciones laborales. Los salarios son mejorables, pero los elementos que más desgastan a los docentes son el exceso de horas lectivas semanales, que les impiden una atención más personalizada a alumnos y familias, una mejor preparación de las clases y la colaboración con compañeros, y la alta tasa de temporalidad, que en los colegios e institutos públicos alcanza al 28% de media. Esta inestabilidad, que juega contra la eficacia y la equidad de la docencia, se produce en más alto grado (el 34%) donde más perjudica, en los centros con más alumnos de familias pobres y vulnerables.
El tercer elemento que socava el ánimo de los docentes es la falta de una carrera profesional atractiva. La ausencia de políticas destinadas a elevar su calidad. España es el país de la OCDE donde los enseñantes de secundaria se ven menos preparados para manejarse en contextos con diferentes niveles de aprendizaje, el nivel de competencia matemática y lectora en el profesorado de infantil y primaria es más bajo que en secundaria y no llegan ni a la mitad que en la OCDE los profesores que aprenden y mejoran con la observación y colaboración con sus propios compañeros.
Los especialistas de Esade proponen a las autoridades educativas cuatro acciones concretas para dotar a los docentes españoles del apoyo y las herramientas que precisan para salir de esta crisis.
La primera es un programa de apoyo psicoemocional y de refuerzos individualizados en matemáticas y lectura para el alumnado con mayores dificultades de aprendizaje, dotado con 1.200 millones anuales, con tutorías en pequeños grupos, asistencia psicopedagógica y programas de verano. La segunda es un plan ambicioso de reducción de la interinidad, especialmente en los centros con más alumnado vulnerable, y que eleve salarios en infantil y primaria.
La tercera propuesta busca mejorar la formación inicial del profesorado. Debe adecuarse la oferta de plazas de Magisterio a la demanda, para que pueda subir la nota de corte y la exigencia de acceso, y aumentar la preparación pedagógica en el máster de secundaria. Pero la clave, añaden, es poner en marcha un 'MIR educativo', semejante al sanitario, en el que durante uno o dos años los titulados trabajarían y se formarían en centros educativos orientados por mentores, cobrando un sueldo y preparándose para un desempeño real de calidad.
La cuarta medida sería crear una carrera profesional atractiva e incentivada, mediante la posibilidad de un progreso laboral y salarial voluntario a puestos, rangos o categorías en base los méritos que demuestren y los resultados de las evaluaciones a que serían sometidos.
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