El neuropsicólogo Álvaro Bilbao, autor del 'El cerebro del niño explicado a los padres', traducido a 25 idiomas, resume que educar en positivo, es hacerlo ... sin gritos ni castigos. Este sábado impartirá un taller sobre esta cuestión en el Kursaal de Donostia, que ha completado aforo.
– Educar sin castigos ni gritos. ¿Utopía o realidad?
– Sin castigos es posible. No hace falta poner a un niño contra la pared ni encerrarlo en su cuarto. Está demostrado que son medidas poco efectivas y que generan peores comportamientos. Educar sin gritos debe ser un fin al que todos queramos llegar, pero no conozco a nadie que no pierda los nervios en alguna ocasión. Y me incluyo. Lo que hay que intentar es reducirlo y no verlo como una herramienta eficaz ni legítima.
– ¿Los padres deben disculparse por las formas?
– Definitivamente, sí. Un aspecto muy importante de la educación en positivo es el ejemplo. Si yo le grito '¡Tienes que obedecer y punto!', le estoy diciendo al niño que la mejor herramienta al frustrarse es gritar. Al pedir perdón, le dices que nadie debe gritar a otra persona para que obedezca, que todos nos equivocamos y que podemos pedir perdón cuando eso ocurre.
Educación en positivo
«Los niños están más seguros con padres firmes y calmados, que con los muy permisivos»
– ¿Se confunde educar sin gritos ni castigos con educar sin límites y exceso de diálogo?
– Hay corrientes, desde mi punto de vista ortodoxas, que pecan de no poner límites y de dialogar mucho, y eso trae como consecuencia padres que siguen un modelo de educación muy 'happy flower' de no frustrar al niño, y cuando llegan a consulta, ya tiene 8 años y es muy difícil empezar a ponerle límites. La educación en positivo aúna amabilidad con firmeza. Sin firmeza no hay educación posible, y lo digo porque se ve a padres intentando razonar con niños de dos años, que obviamente no saben que carecen de los circuitos neuronales necesarios para hacer ese tipo de razonamientos, y que es como si estuvieran intentando razonar con un perro. Es bueno explicarles las cosas una o dos veces, porque eso permite que el niño empiece a desarrollar esa capacidad, pero tras dos explicaciones hay que finalizarlas.
– En la otra cara de la moneda está la figura autoritaria. Leí que a medio plazo genera niños miedosos y sumisos. ¿Es así?
– Sí, es la educación de antes. La clave está en ser firme, desde la calma y el respeto. De hecho, los estudios dicen que los niños tienen más vínculo y se sienten más seguros con progenitores que son firmes en sus límites, desde el respeto y la calma, que ante un exceso de permisividad.
Eres vago, malo, pesado...
«Las etiquetas recurrentes se quedan grabadas en el hipocampo y precondicionan al niño»
– La manera en la que nos dirigimos a los niños marca diferencias. Vamos con varios tópicos: «Una bofetada a tiempo...».
– Se ha demostrado científicamente que en cuanto hay agresiones físicas, aunque sean pequeñas, el resultado de la educación siempre va a ser peor. Legitimar eso es legitimar la violencia, y ahí trazo una línea roja.
– «No llores, que ya eres mayor».
– Es una estrategia que se utilizaba para controlar las emociones, cuando en realidad lo que hace es reprimirlas. No siempre es legítimo cómo expresamos las emociones, pero las emociones deben respetarse siempre, incluso algunas que tienen mala prensa. Los celos son el miedo a perder algo valioso. Por ejemplo, ante la llegada de un hermanito, los padres deben ser comprensivos y reafirmarle al niño que van a estar ahí. O la envidia, que no es un sentimiento negativo hacia otra persona, sino el deseo de tener lo que ésta tiene. Si un amigo de tu hijo ha ganado un premio y tu hijo tiene envidia, habrá que plantearle qué se le da bien a él para lograr el suyo. Así, además estamos cultivando sus propias habilidades.
– «Eres malo», «caprichoso»...
– Decirle a un niño que es malo, es lo peor que se le puede decir. Las etiquetas se quedan grabadas en el hipocampo y nos comprometen a actuar de una forma determinada. Si a un niño se le dice recurrentemente que es un vago, cuando tenga un examen estudiará lo justo, porque está precondicionado. Por eso hay que evitar las etiquetas, sobre todo las negativas, pero a veces también las positivas. Si el hermano mayor pega al pequeño, y los padres intentan animarle diciéndole que es muy bueno, le van a hacer un mártir de por vida.
Límites firmes
«Con 3 años es imposible que un niño te quiera manipular. Su cerebro no está preparado»
– «Como hagas esto, te enteras».
– La amenaza busca la actuación correcta a través del miedo. Es mucho mejor un límite a tiempo, que cien amenazas. Un ejemplo sencillo, en vez de decir «como enciendas la tele...», te acercas y le quitas el mando. A nivel neurológico es más eficaz evitar que se cree una asociación sináptica a esperar que se produzca el aprendizaje.
– Es decir, poner límites precisa de mayor esfuerzo.
– No vas a ver a ningún superhéroe salvando el mundo desde su sofá. Lo que sucede es que a medida que los niños crecen, el cansancio es mayor, y somos menos eficaces al poner límites.
– Otro clásico: «Lo hace para fastidiar» o «me quiere manipular».
– Es imposible a nivel cerebral que un niño de 3 años razone de esa forma. Ante un comportamiento que no nos gusta siempre podemos hacer una interpretación negativa, que es esa, o la positiva, que en el 99% de las veces es la que encaja desde la psicología. Si coge las galletas cuando le he dicho que no, podemos pensar que es porque es un desobediente o puede que como no le hacemos suficiente caso, se entretenga con eso. O porque llegar a ese armario es un reto para él y quiere superarlo, o simplemente tiene hambre. En cuanto al retar, los niños pueden tener un aprendizaje auditivo, visual o basado en la experiencia. Y en ese tercer caso, aunque les digamos que no tiren algo al suelo, lo van a hacer, porque les divierte y se dejan llevar por el impulso. El freno en el comportamiento no se desarrolla hasta los cinco años.
– Exige un gran nivel de autocontrol. ¿Cómo se entrena esa toma de perspectiva?
– ¡Puf! No lo sé, porque a mí aún me pasa, pero sí es cierto que si no hay una formación, hay situaciones en las que no vas a saber sustituir un castigo por otro tipo de estrategias que funcionan mejor, o comprender por qué el niño se ha comportado así. La posibilidad de saltar en situaciones impredecibles es mayor, pero el 90% de los conflictos se dan en situaciones predecibles del día a día. Es cuestión de desarrollar estrategias que traten de minimizar esas situaciones conflictivas.
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