
Ignacio Calderón | Doctor en Pedagogía y experto en inclusión social
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Ignacio Calderón | Doctor en Pedagogía y experto en inclusión social
«Es terrible que un niño no se sienta parte de la sociedad»«Sigue habiendo sufrimiento en los centros educativos». La frase es de Ignacio Calderón Almendros, doctor en Pedagogía, profesor en la Universidad de Málaga y ... una eminencia en el campo de la inclusión social dentro de los centros educativos. Fue uno de los ilustres invitados en el congreso internacional que recientemente organizó la UPV/EHU sobre inclusión social, evento en el que también estuvieron otros referentes de esta materia como Mel Ainscow, Anabel Moriña o Teresa Susinos.
– Usted es un experto en la educación inclusiva. ¿Qué es? ¿En qué consiste?
– Voy a intentar ser bastante claro. Lo más básico es pensar en una escuela diseñada y planteada para todo el mundo, sin excepción. Mi opinión es que los colegios no han sido históricamente construidos para toda la ciudadanía y por toda la ciudadanía. Por lo tanto, y como no podía ser de otra manera, no responden a las necesidades de todos los niños y niñas.
– En el congreso internacional organizado por la UPV/EHU hablaron sobre tejer redes inclusivas. ¿Cómo se puede hacer eso?
– Bueno, no es sencillo... ¡Tejer es un arte, eh! (risas). Mi experiencia me dice que lo fundamental para tejer redes es reconocer los saberes de todo el mundo. Estoy hablando de cualquier persona, no solo de docentes, sino también de estudiantes, de padres y de otros agentes de la sociedad. Que ellos puedan ofrecer algo que los centros educativos han estado obviando históricamente: la opinión de la gente.
– Siga, siga.
– Hay que escuchar más a los niños. Estoy cansado de decirlo. A menudo no se les tiene en cuenta. Ese sería para mí el primer paso para tejer redes inclusivas, que los colectivos habitualmente marginados como la población gitana, los niños denominados 'con discapacidad', la población inmigrante, etc... puedan ser escuchados. Deberían poder recuperar su espacio y ser valorados por sus saberes, que son también importantes para la sociedad, aunque les hayan hecho creer que no.
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– ¿Qué responsabilidad tienen los colegios en esta materia? ¿Pueden llegar a ser un lugar de exclusión y aislamiento?
– Mucha responsabilidad, todos los educadores la tenemos. A ver, la exclusión social y la pobreza no es algo inventado por la escuela, es algo que nos llega a nosotros. Lo que pasa es que el colegio tampoco es ajeno a esta realidad. Existen unos mecanismos que hacen que se perpetúen esas desigualdades.
– Continúe.
– Por ejemplo, se sabe que hay una intensa relación entre las clases sociales y el éxito o el fracaso escolar. Hay más. Lo mismo entre vivir en situación de discapacidad y acabar siendo excluido o, por ejemplo, sin el título de Secundaria. Existen esas relaciones en la sociedad, y el colegio, en muchos casos, hace de correa de transmisión.
– Deme alguna esperanza.
– Tranquilo, la hay. También hay centros educativos que desafían esas desigualdades con metodologías modernas e inclusivas, plantando batalla a los destinos que la sociedad impone a estos colectivos. El colegio tiene un poder enorme para interrumpir esa lógica, para que esas desigualdades dejen de ser naturales, porque no lo son. Otros colegios avanzan hacia la inclusión con algo tan simple como hablar con sus alumnos y alumnas. '¿Cómo te sientes? ¿Qué podemos hacer para mejorar? ¿Cómo te gusta aprender?' Son el tipo de preguntas cuyas respuestas tienen un valor incalculable. Hay que hablar con las familias, que haya un interés genuino por saber cómo están.
– Y cuando eso no se hace, se viven situaciones de crueldad.
– Ni se lo imagina. ¿Sabe qué? A nadie le importan los sueños de un niño gitano o de una joven con síndrome de Down. Es una realidad triste, devastadora. En 2018 se publicó un informe del Comité de la ONU sobre las personas con discapacidad.
– ¿Qué decía?
– La frase, literal, es la siguiente: «En el sistema educativo de España se discrimina grave y sistemáticamente a este colectivo». Insisto, es una tremenda injusticia que el éxito escolar dependa del barrio en el que naces, del dinero que tengan tus padres, etc. No es algo matemático, pero sí hay una intensa relación. El colegio tiene que ser un espacio en el que se cuestione eso, en el que esos niños sean conscientes de que su futuro también es importante.
– ¿Cuáles son las amenazas a las que se enfrenta un niño que es excluido?
– La más terrible de todas es la de no sentirse parte de la sociedad. Eso es durísimo. Ahora mismo hay muchos niños, incluso en Educación Infantil, segregados en Educación Especial tras haber sido objeto de evaluaciones psicopedagógicas. Eso está pasando hoy, ahora. Las matrículas en Educación Especial siguen subiendo. ¿Qué quiere decir esto? Que estamos quebrantando la ley y un derecho fundamental de los niños y las niñas de este país.
– ¿Por qué?
– Porque la educación es un derecho humano fundamental. Lo es porque lo adquirimos por el mero hecho de ser humanos. Es algo que hay que proteger, una necesidad como especie para completarnos. En 2008 se decidió con el consenso de todos los partidos del Parlamento asumir todos los puntos de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad. El artículo 24 de la misma convierte lo que hasta entonces era el derecho a la educación «en el derecho humano a la educación inclusiva». Haber sido educado en un sistema inclusivo es la llave para una sociedad más igualitaria.
– ¿Nos hemos olvidado de estos colectivos?
– A la hora de educar sí se ha hecho, eso no se puede negar. Lamentablemente todavía existe la división entre la educación común, que no lo es, y la especial. Hemos interiorizado que es normal que haya colectivos que no se puedan mezclar con nosotros, que no puedan aprender a aprender con nosotros. ¡Y eso sigue pasando en la actualidad!
– Uno se llega a sentir culpable.
– Sí, así es. Es durísimo reconocerlo, pero la sociedad ha normalizado la marginación de estos colectivos.
– (...)
– El año pasado se hizo público un proyecto de investigación y metaanálisis sobre la efectividad de la educación inclusiva y de la educación segregada. En él se mostraba que, en el peor de los casos, no afectaba a las personas sin discapacidad. Entonces, si no afecta, quiere decir que todo son beneficios. Así de simple. La educación es un derecho universal que se está viendo vulnerado. Esos niños tienen que estar con sus amigos y vecinos, y los demás niños tienen derecho también a aprender a estar y a relacionarse con ellos.
– Los tópicos pueden llegar a ser venenosos.
– Por supuesto que sí. Mire lo que hemos aprendido: 'pobrecitos'. En la sociedad hay una narrativa de tragedia personal sobre las personas con discapacidad, de 'fíjate lo que le ha caído a esa familia...'. Todo esto está basado en la ignorancia y en la naturalización de la exclusión, y eso solo se puede desafiar en la escuela.
– Ahí aprendemos a pensar.
– ¡Exacto! Si no es en el colegio, ¿dónde vamos a poder establecer las relaciones que cuestionen el orden social que nos organiza? ¿En la empresa? No.
– Como individuos, ¿qué responsabilidad tenemos?
– Por ejemplo, usted trabaja en los medios de comunicación, donde se debe hablar más de esto. La gente tiene que saber que sigue habiendo mucho sufrimiento infantil en las aulas por la discriminación de ciertos colectivos. La escuela inclusiva es un espacio de revisión para nuestra cultura. Hay que pensar más en justicia social y en democracia.
– Le he leído en una entrevista hablar de los profesores como actores políticos.
– Es que aquí estamos hablando de política, que nadie se equivoque. Hablar de educación inclusiva es hablar de las personas y de la sociedad que queremos. La educación tiene un fuerte componente político, porque tiene que ver con la justicia, con el cuestionamiento de lo que ocurre y también con poner la cultura al servicio de mejorar nuestras vidas.
– Algunos niños también sufren esa marginación en el colegio por su lugar de origen.
– Sí. Bueno, a ver, no en todas las escuelas ocurre lo mismo, porque algunas directamente no tienen a esa población inmigrante entre su alumnado. Quiero dejar claro esto. Algunas lo hacen de manera soterrada y otras explícitamente, cobrando un dineral a las familias, por ejemplo. Es la llamada segregación por clases sociales.
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