
«Se vende a los alumnos que no existe el fracaso y luego se pegan el batacazo»
Juan Izuzkiza, profesor ·
Radiografía los cambios en la enseñanza y advierte de que «se están generando alumnos pasivos», sin la cultura del «esfuerzo»Secciones
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Juan Izuzkiza, profesor ·
Radiografía los cambios en la enseñanza y advierte de que «se están generando alumnos pasivos», sin la cultura del «esfuerzo»estrella vallejo
Lunes, 15 de marzo 2021, 06:56
Juan Izuzkiza (Bergara, 1968) lleva casi 23 años dando clase de filosofía en Secundaria, casi los mismos que lleva preguntándose «si vamos a peor o ... no». Ha publicado 'Borregos que ladran', un libro que pretendía ser una guía para padres despistados, pero ha terminado haciendo una radiografía sarcástica de la sociedad en la que se inserta la enseñanza.
– Sócrates ya lamentaba que los alumnos tiranizaban a sus maestros, quizás el alumno de hoy no difiera tanto del de antes.
– San Agustín también se avergonzaba de una juventud que no hacía caso a sus mayores. El problema no es nuevo. Nosotros éramos igual de gamberros y nos aburríamos lo mismo que ahora. El cambio está en la enseñanza. Antes, al que se le ponía una música para bailar y no bailaba, se le sacaba del sistema. E incluso lo veíamos lógico.
– ¿Hoy no sucede lo mismo?
– Se ha hecho una intentona, que para mí es desastrosa, de seducir al alumno, de decirle que vamos a ver cuáles son sus intereses, para luego intentar enseñarle. Se está invirtiendo el proceso, porque cuando se estudia, de repente se encuentra algo que te despierta interés, y no al revés. Además, ese intento de seducción genera alumnos más pasivos, y ahí desaparece un elemento fundamental para ser feliz, el esfuerzo por conseguir algo, y a veces, lograrlo.
– ¿Está desapareciendo la cultura del esfuerzo?
– Estamos en la dinámica de 'a ver si tú puedes'. Si a mis hijos les doy el protagonismo de elegir lo que vamos a comer, estaríamos todo el día a base de pasta, y de vez en cuando ellos creerán que comemos fruta, porque un día traen unas gominolas con forma de cereza. Ese ejemplo lo vemos todos, pero no ocurre lo mismo con la enseñanza. No creemos que haya profesionales que puedan determinar qué es lo que se debe enseñar, y ahí entra la 'atención a la diversidad'. Se les vende a los alumnos que no existe el fracaso, y que todo el mundo vale. Hay un nivel de aprobados altísimo, hasta que llegan a Selectividad y se dan cuenta de que no valen todos, que era mentira, y se pegan el batacazo.
–¿Ve flecos sueltos en la atención a la diversidad?
– Me arriesgo a que me llamen exclusivista, pero no se está atendiendo a la otra parte de la diversidad, que son joyas sedientas por aprender. La enseñanza debe premiar a quien siente interés, y no lo hacemos. Los políticos que organizan esto deberían hacer unos nichos donde haya estudiantes que quieren estar ahí.
– ¿Se refiere a dividir a los alumnos por clases en función de su interés?
– Sí, pero debería de ir acompañado de unos estudios muy serios, y no estas evaluaciones que hacemos ahora, que no tienen sentido y solo nos vuelven locos. La gestión de los alumnos es la parte más compleja de la docencia, porque es duro encontrarte con gente muy joven que ya es capaz de lanzarte retos con cosas tan simples como decirles que saquen un cuaderno. Pero también es cierto que los profesores nos ponemos la capita de súper héroes, y nos emperramos en salvar a ese alumno, en lugar de hacer una especie de clasificación y atender al que se lo merece.
– Antes mencionaba el aburrimiento. ¿No le resulta inevitable que en algún momento los alumnos se aburran en clase?
– Es básico que quien imparta clases crea en lo que da. No puedo perder la fe en enseñar porque haya alumnos a los que no les interese la filosofía, y eso pasa.
– En el libro se aprecia cierta aversión a los planes de estudios.
– Les llamo las leyes columpio, porque cada equis años, con el cambio de gobierno, viene una ocurrencia nueva. Me conformaría con que muchos alumnos leyeran algo. Pero que los alumnos no lean, ¿es culpa de la escuela o de la sociedad en la que viven, y en la que se lee poquísimo?
– La responsabilidad sigue saltando de alumnos a profesores y a padres.
– Y faltaría la pata de la administración, a la que le parece muy bonito que al niño le eduque toda la tribu.
– ¿Cree que los alumnos de hoy están hipervigilados?
– Estamos en la época de la transparencia total, se nos ha olvidado que la intimidad es sagrada. Muchos alumnos de bachiller me lo dicen, que llegan tres minutos tarde y ya les llega a sus padres un aviso. No pueden dar ni un paso en falso.
– A su juicio, ¿quiénes son esos borregos que ladran?
– Es el desorden que hay. Puede ser cualquiera de las cuatro patas en la Educación: alumnos, profesores, padres o la administración. La cuestión está en que un borrego no tiene que ladrar, porque además no es un ladrido con una base reivindicativa.
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