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Niño de Elche, en 'Poeta en Nueva York'. Vanessa Rabade
«Soy una persona criada en el miedo»
Niño de Elche | Músico

«Soy una persona criada en el miedo»

Cantaor libérrimo e iconoclasta, adora el tecno, coquetea con el hinduismo y visita con asiduidad el Reina Sofía,

Martes, 27 de agosto 2024, 00:02

Cantaor libérrimo e iconoclasta, Niño de Elche tiene un pie en el flamenco y otro en la heterodoxia. A Francisco Contreras, como reza su DNI, le gusta cabrear a los puristas y a los guardianes de las esencias del cante jondo. Adora el tecno, coquetea con el hinduismo y visita con asiduidad el Reina Sofía, donde presentó una instalación sonora. Con estas credenciales, no es extraño que desoriente a los que intentan clasificarlo todo.

– ¿Cómo aprendió a cantar?

– Aún estoy en ello. Se aprende a cantar por mimetismo, que es algo que a mí me gusta mucho. Imitas lo que escuchas y vas pisando por donde han pisado ya.

– Suele hacer retiros en monasterios. ¿Cada vez es más espiritual?

– Cada vez tengo más conciencia de lo espiritual. Me interesan mucho los hinduistas y la música que se relaciona con todo ese mundo. En cuanto los retiros, cuando puedo los hago, aunque no hace falta irse a un monasterio o a un convento para encontrar ese espacio.

– ¿La inteligencia artificial es una amenaza para el arte y, en concreto, para la música?

– No, para nada. Es una herramienta más que depende del hombre y de cómo la use. En lo que se refiere al valor estético, ha alcanzado cotas muy bajas en lo musical. Soy muy seguidor de la inteligencia y de lo artificial, pero las dos cosas juntas no me han mostrado ningún camino curioso, y mucho menos en el terreno de la voz, ámbito en el que no se han producido piezas bellas.

– Está ya cerca de entrar en la cuarentena. ¿Se quitará algún día el sobrenombre de 'Niño de Elche'?

– Ja, ja, ja. Lo intenté hace muchos años y no lo conseguí. Me hace mucha gracia llevar un nombre característico de un cantaor clásico y hacer propuestas nada clásicas. Esa paradoja da cuenta mejor que nada de mi forma de abordar la práctica artística. Hay algo poético en el nombre, que me quitaré cuando deje de ser niño. Espero no desprenderme de él nunca.

– ¿Es un adicto al trabajo?

– Sí, pero porque soy un apasionado de esta profesión. Vengo de los movimientos anarquistas y milité en esa idea que se postula en 'El derecho a la pereza', de Paul Lafargue. Tal y como están los tiempos no hay otra forma de abolir el trabajo que convertirlo en una vocación, en una pasión, en un juego, aunque jugar también es un acto político. Debo estar agradecido, porque dedicarse a esto es muy complicado, casi milagroso.

–¿Por qué se define como «exflamenco». ¿Tiene que ver con su resistencia a ir a festivales y peñas?

– Lo hago no solo en el sentido artístico, sino también mercantil. Es una etiqueta que se me ocurrió porque no me gustaba que me tildaran de antiflamenco. Tiene mucho de juego e ironía. Es una etiqueta de amor, no de odio. Tomar distancia no tiene que ver con dejar de admirar esa música. Pero «exflamenco» es todo lo contrario a «antiflamenco».

– ¿Le han zurrado mucho los flamencos? ¿Tiene muchos enemigos por sacudir el avispero?

– Comprendo que mis declaraciones, desde la perspectiva bastante clásica de un flamenco sean interpretadas como violentas y provocadoras.

– Aparte del disfrute de una experiencia estética, ¿de qué le ha servido la música?

– Para quitarme algunos prejuicios que en realidad son miedos, ya que mi trabajo me obliga a exponerme, a cambiar de disciplinas... o de indisciplinas. Soy una persona criada en el miedo. Hay quien me considera valiente, pero quien muestra esa valentía es porque también tiene mucho miedo.

– ¿Y a qué tiene miedo?

– Tengo muchísimos miedos, como toda persona que ha sido niño.

– ¿Qué papel ocupa el silencio en su vida?

– Cada vez mayor. Pero no se trata tanto del silencio del callar, que también, como del que supone una toma de conciencia de la escucha, de escuchar al otro, lo que te rodea y a ti mismo. Todo eso me pertenece y es parte de mi espacio vital y de mi forma de entender el mundo.

– ¿Qué le parece que en Andalucía haya un Instituto Andaluz del Flamenco o que en las universidades existan cátedras de Flamencología? 

– Es un grave error, un error que sigue sin dar los resultados que yo, como artista, anhelo. Pero sirve construir una alineación identitaria, lo cual tiene connotaciones nacionalistas terribles. Como decía un amigo mío, con el flamenco te puedes hacer un traje a medida, siempre te quedará bien, pero no hay que olvidar que al mismo tiempo se te pueden abrir las costuras. Es lo que se les olvida a los de la Junta de Andalucía con estas normas, como la ley del flamenco y otras tantas idioteces que se han sacado de la manga.

– ¿Ha disfrutado alguna vez en una discoteca?

– Muchísimo. Soy muy aficionado a la música electrónica. Cada vez que puedo me escapo e intento hacer sesiones de tecno. Creo que Dios me mandó dedicarme a la voz para que no vaya tanto a estas discotecas.

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