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Cuando el célebre neurólogo británico Oliver Sacks publicó en 1985 'El hombre que confundió a su mujer con un sombrero', Alex Lewis tenía la ... misma edad, cuatro años, a la que su hijo, Sam, tuvo que enfrentarse al nuevo Alex. Un hombre de 1,80 metros que, de repente, apenas medía 90 centímetros, sin piernas, brazos, ni rostro.
El manual de Sacks, convertido en un clásico, describe los casos de veinte enfermos psíquicos y sus viajes hacia la aberración mental. Fallecido en 2015, el científico y divulgador siempre defendía que la medicina trabaja con «el sujeto humano que sufre y lucha». El combate contra la aberración de Alex Lewis no fue mental, sino físico. Pero el objetivo siempre es el mismo: la superación y la supervivencia ante la adversidad.
Su brutal transformación arrancó por estas fechas otoñales de 2013. Tenía 33 años y vivía una vida confortable junto a su pareja, Lucy Townshed, y su pequeño Sam. Regentaban un pub en Lockerley (Hampshire, sureste de Londres). Alex arrastró durante diez días los síntomas propios de un resfriado, que achacó al contacto con tanta gente que entraba y salía del local.
Pero el malestar no remitía. El 7 de noviembre, se despertó con un tremendo dolor y orinó sangre. En el cercano hospital de Winchester, le diagnosticaron el peor pronóstico posible. Había contraído el síndrome del shock tóxico estreptocópico A, que conduce a la septicemia (envenenamiento de la sangre). Tras una semana en coma y unas probabilidades de sobrevivir que apenas llegaban al 3%, los médicos se centraron en cortar el avance del colapso total de sus órganos vitales. Eso supuso amputarle las piernas, el brazo izquierdo, el derecho hasta el codo, parte de la nariz y toda la boca.
Durante dos años, su vida fue un permanente experimento hospitalario tratando de mitigar un físico troceado. En lugar de preocuparse por las tres extremidades y media que perdió, se acabó mostrando agradecido por la única articulación que superó la prueba. «Ese codo es su independencia», afirmaría después su mujer. Los médicos lograron reconstruirle una boca y unos labios con injertos extraídos de su hombro. Lewis estaba obsesionado con poder volver a besar a su hijo algún día. Con un muy británico sentido del humor, aseguraba que le habían dejado la cara «como un personaje de los Simpson». Su entonces compañera y hoy esposa, Lucy, también recuerda la importancia terapéutica del humor: «Fue parte de nuestra técnica para superarlo, y funcionó de maravilla».
Después del duro combate hospitalario, el destino devolvió a su hogar de Sockbridge (también en Hampshire) a un hombre que no solo no se reconocía ante el espejo. El mayor desafío era relacionarse con su mujer y, sobre todo, con el pequeño Sam, incapaz de rozar a su padre. Tras la desfiguración física, debía hacer frente a la emocional para reconstruir sus relaciones familiares.
«Perdí todas mis extremidades y mi hijo dejó de abrazarme, pero esta enfermedad me salvó la vida». Frases-fuerza como esta han convertido a Lewis en una celebridad, y no solo en Gran Bretaña. Los últimos seis años le han llevado a ser un icono de la capacidad del ser humano para reunir la energía suficiente para seguir adelante.
Tanto él como su mujer, su hijo o sus amigos han tenido que reinterpretar las enseñanzas que reflejó en su manual Oliver Sacks. Donde otros verían a un tullido, su entorno contempla a un Alex con más ambiciones que nunca. Antes se conformaba con superar las resacas y el cansancio de barman y sacar ganas para jugar unos hoyos de golf. Hoy, escala montañas, salta en paracaídas, desciende haciendo 'rafting' en ríos agitados o sortea remando en un kayak los icebergs de la costa de Groenlandia. Incluso se zambulló en las aguas del litoral de Sudáfrica rodeado de tiburones blancos.
Todo ello le ha permitido dejar de preguntarse y preguntar a su mujer: «¿Qué es lo que ves en mí?». «El 95% está en la cabeza -le respondió ella-. Si uno lo hace bien, lo supera». Para volver a ganarse la confianza de su hijo después del regreso, le explicaba que era como sus juguetes Power Ranger, que sus brazos estaban saliendo para reemplazar a los anteriores.
«He vivido más vidas en los últimos seis años que en los 33 anteriores», suele relatar este británico que, además de planear nuevos desafíos, imparte charlas en colegios, empresas e instituciones. Discursos sobre motivación que siempre empieza bajo el título 'Un revés menor'. En su web (The Alex Lewis Trust), muestra su capacidad de conquistar audiencias, como cuando les recuerda que «la vida puede enviarnos bolas torcidas. Es cómo las conquistas lo que te define».
Estos días en que se cumple el sexto aniversario del nuevo Alex, los británicos redoblan su admiración tras hacerse pública su última hazaña. El pasado mes fue capaz de escalar la cumbre del Ras Dashen (4.550 metros), la montaña más alta de Etiopía. Un logro para el que se valió de un 'buggy', un vehículo de cuatro ruedas que funciona como una bicicleta, con el que recorrió parte del camino de aproximación por los embarrados senderos de las montañas Semien. Se trata de un transporte diseñado específicamente para él por un equipo de estudiantes de Ingeniería de la Universidad de Southampton. Esto le ha convertido en un pionero del ciclismo para personas que no tienen ninguna extremidad.
Le acompañó hasta la cima la joven etíope Emebet Allie Deress, que perdió sus piernas tras ser arrollada por un coche cuando tenía tres años. Emebet, jugadora de baloncesto en silla de ruedas, trata de ser un espejo africano del modelo de superación de Lewis. Los vídeos de este discapacitado gateando sobre los últimos veinte metros de los roquedales camino del mojón que marca la cima de Ras Deshen sacan a la luz la mirada de un hombre que parece capaz de saltar sobre cualquier obstáculo. Subió usando sus brazos prótesis y sus muñones para superar rocas de 30 a 45º de desnivel.
La tecnología alpina acaba de demostrar que se pueden conquistar los catorce ochomiles de la Tierra en unos meses. Pero el abrazo en la cumbre de Emebet y Alex simboliza algo aún más elevado. «¡Qué momento tan increíble! El logro de estos dos, que pasaron por las barreras del dolor para llegar al pico y ascender, es realmente inspirador», anotó uno de los cuatro acompañantes de The Wild Wheelchairs Project (El Proyecto de Sillas de Ruedas Salvajes), una iniciativa que pretende recaudar fondos para proporcionar material de ayuda a los discapacitados del país africano.
El inglés parece querer convencer a todo el mundo de que no hay límites para disfrutar de una existencia plena. De hecho, la adaptación a su nueva vida le ha convertido en un probador de proyectos de investigación adaptativos. Desde el diseño de prótesis para el Ejército de Estados Unidos a la adaptación de interiores en los hogares de personas con dificultades motrices.
La suya es una vida de película. Y, por eso, también ya la tiene. Durante dos años, el director uruguayo afincando en Londres Leonardo Machado siguió su proceso de reconstrucción personal, que se pudo ver en el Channel 4 de la BBC. 'El extraordinario caso de Alex Lewis' mostró a los telespectadores que se puede contar lo que parece un drama evitando el voyeurismo y la conmiseración; incidiendo en los valores humanos que florecen detrás de la desgracia. Y así se llegan a entender parlamentos de su protagonista en los que llega a afirmar que «no podría ser más feliz». Además de describir los últimos años de su vida como «los más trágicos, pero brillantes de mi existencia». Ahora, mientras prepara nuevos retos, su lucha es mantener su rol a largo plazo: «Visualmente fue un cambio enorme. Pero, mentalmente, sigo siendo Alex».
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