Secciones
Servicios
Destacamos
En 1855, un tal Giuseppe Garibaldi montó una granja en la isla de Caprera, en Cerdeña. Debió de ser alguien importante, porque ahora muchos visitan esa granja entre colinas de granito y pinares espesos, así que nos ponemos en la cola nosotros también.
La visita ... nos aburre. Recorremos los dormitorios, la sala y la cocina; visitamos el taller, el establo, el horno y el molino. Los cartelitos explican que este era el sacacorchos con el que Garibaldi abría el vino, esa la pluma con la que escribía, aquellas las sábanas entre las que vete a saber. ¿Habremos caído en una de esas excursiones en las que al final te venden unas alfombras y un exprimidor de siete velocidades? La granja-museo tiene un mérito indudable: consigue que te vayas sin saber nada del tal Garibaldi y te toca adivinarlo con las pocas pistas que dan. Una bandera uruguaya: se la trajo de recuerdo tras un viaje por Sudamérica con unos colegas, la típica banda golfa de chavales italianos. La bala que le extrajeron del pie: se metió en follones, quizá en alguna discoteca. Sus famosas camisas rojas y pantalones vaqueros, imitados por miles: otro italiano que marcaba tendencia en la moda. Un señor nos pide que le saquemos una foto ante la tumba, posa con la mano en el corazón y nos habla de los valores de aquel héroe: cree en tus sueños, la voluntad encuentra el camino, supera los límites. Ya lo tenemos claro: Garibaldi era un influencer.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.