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No hay duda de la existencia de una inquietante similitud entre Gérard Xavier Marcel Depardieu, el hombre, y Obélix, el personaje de cómic. No sólo ... evidentemente en el físico corpulento, sino también en su conducta excesiva, la glotonería mórbida y cierta terrible sombra de la violencia. El icono del cine francés ha interpretado en cuatro ocasiones al célebre rebelde galo y, de alguna manera, se ha convertido en alguien de contornos difusos, a caballo entre la realidad y la ficción por la magnitud de sus excesos y excentricidades. La última vuelta de tuerca, un clavo más en el ataúd de su prestigio, tiene lugar en el tribunal de Paris que lo juzga por la comisión de agresiones sexuales en un set de rodaje.
El proceso al intérprete, de 76 años, constituye una prueba más de que la onda expansiva del Me Too llega hasta las leyendas y las obliga a sentarse en un banquillo. Porque nadie como él encarna a la cinematografía del país vecino. Con más de 250 películas en su haber y una carrera que se inicia al final de los años sesenta, ha alcanzado un Olimpo que sólo pueden disputarle Alain Delon o Jean Gabin. Todos los grandes directores franceses han trabajado con él, desde Alain Resnais a Jean Paul Godard, de Claude Chabrol a François Truffaut, y también extranjeros como Ridley Scott, Kenneth Branagh y Ang Lee.
Pero hay un antes y un después convulsos en esa trayectoria deslumbrante. Depardieu proviene de una familia pobre de Cháteauroux, en el centro del país, su formación académica es escasa y en la adolescencia se dedicó al robo, el contrabando e, incluso, ejerció como guardaespaldas de prostitutas. Al parecer, ese pasado delincuencial supone el primer contacto con la depredación sexual. En una entrevista con la revista 'Time' en 1978 reconoció haber participado en violaciones desde los nueve años, hablaba de tales sucesos como fenómenos aparentemente normales e, incluso, señalaba que las víctimas deseaban lo que habían experimentado.
El revuelo originado por tales declaraciones provocó una gran repulsa. El actor se retractó alegando errores en el uso del inglés y aseguró que sólo había sido testigo de los hechos confesados. Las acusaciones impulsaron una reacción nacional que las interpretaba como un agravio a los intereses nacionales. El ministro de Cultura Jack Lang lo tachó de 'golpe bajo' y se llegó a insinuar que se trataba de una maniobra para impedir su carrera hacia el Óscar.
El escándalo no detuvo su fulgurante proyección artística, aunque, quizás, impidió que asentara su crédito en Hollywood. Tras coprotagonizar con Robert De Niro 'Novecento', de Bernardo Bertoluzzi en 1976, su fama se extendió hasta alcanzar la cima gracias a 'Cyrano de Bergerac', dirigida por Jean Paul Rappenaud en 1990 y que le proporcionó el premio de interpretación de Cannes y su segundo César. El artista recibió en 1996 la distinción de Caballero de la Legión de Honor.
El consenso laudatorio se rompió poco después. La 'grandeur' de Depardieu comenzó a resquebrajarse a principios de siglo, al hacerse evidente la degradación de su estado físico, producto de un excesivo consumo de alcohol. Los accidentes automovilísticos se repitieron y comenzó a extenderse el rumor de malos hábitos alimenticios, sobre todo cuando el actor llegó a pesar 150 kilos.
Las críticas se hicieron más virulentas tras su decisión de radicarse en 2012 en la localidad belga de Néchin huyendo de la presión fiscal francesa. El individuo que representaba la cinematografía gala abandonaba su patria por cuestiones económicas y se atrevía a devolver su pasaporte. Al actor se le atribuía, entonces, la propiedad de 15 empresas y una fortuna superior a los 200 millones de dólares. En fin, esto ya sí que era imperdonable para sus conciudadanos, aunque el resquemor, aún, no se antojaba definitivo.
El progresivo desamor entre Francia y su hijo alcanzó un camino sin retorno un año después, tras la adquisición de la ciudadanía rusa y su domiciliación en la ciudad rusa de Saransk, en la cuenca del Volga. La imagen del actor abrazando a Vladimir Putin y defendiéndole frente a «la falta de visión», se antojó una afrenta y la prueba de que su juicio parecía hallarse en entredicho. Esa admiración se quebró, al parecer, tras la invasión de Ucrania que Depardieu no aprobó.
Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. Los viejos fantasmas regresaban. En 2018 fue acusado de agresión sexual y violación por la actriz y bailarina Charlotte Arnould y dos años después, otras 13 mujeres se suman con sus respectivas denuncias. La periodista española Ruth Baza también declara haber sido violentada con ocasión de una entrevista en París. Aún en circunstancias mucho más adversas, algunas figuras de la cultura gala, como Carla Bruni o su ex novia Carole Bouquet, firmaron una carta tachando la operación de 'linchamiento' contra el actor.
El procedimiento no se detuvo y el pasado lunes se inició un juicio en el que se investiga su comportamiento con dos empleadas del set de 'Les volets verts', película rodada en 2021. Los testimonios publicados remiten a un individuo que contesta de manera confusa a las preguntas planteadas, siempre negando los delitos en juego y que le pueden reportar cinco años de prisión. Según esos testigos, el orondo actor se sienta sobre un puff y parece extrañamente ajeno a lo que sucede en la sala. Tal vez, en ese ambiente tan hostil, Depardieu murmure para sí aquella frase de desconcierto que le caracterizaba cuando interpretaba al guerrero fortachón: «Están locos estos romanos».
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