

Secciones
Servicios
Destacamos
El Domingo de Ramos marca el inicio de la semana más importante del año para casi tres millones de ciudadanos que forman parte de una de las ocho mil cofradías inscritas en el Registro de Instituciones Religiosas de España. En estas agrupaciones, a veces formadas por decenas y otras por miles de hermanos, se trabaja todo el año en una auténtica maquinaria que nada tiene que envidiar a la de una empresa.
El fin último es hacer posible los desfiles procesionales y cumplir con una de las expresiones populares más destacadas del país. No en vano, 26 ciudades tiene declarada su Semana Santa de Interés Turístico Internacional. El impacto económico que esto tiene no es desdeñable. En 2024, España recibió a 14,5 millones de turistas internacionales en este periodo, que dejaron alrededor de 19.000 millones de euros.
¿Quién está al frente de esta gran empresa? ¿Cómo funcionan los roles de género en estas agrupaciones religiosas? Como en otros ámbitos de la sociedad, la incorporación de las mujeres a las hermandades, especialmente en puestos como los de portadoras de los tronos, ha tardado en llegar y nunca sin polémica. Fue noticia la primera portadora de un trono en Zamora, Ana Pedrero, hace ahora 35 años. También lo fueron las cofrades de Los Dolores de Ferrol, que en 1986 ya llevaban solas el trono de la Virgen.
Las cosas han cambiado, y aunque con avance dispar, hace años que ninguna tiene vetada la entrada a una hermandad, pero su papel dentro de ellas es muy diverso; tanto como la propia Semana Santa por regiones. El que sigue resistiéndose a la paridad es el puesto de mando al más alto nivel, el Hermana Mayor o Presidenta. Quienes han dado el paso son aún un puñado de pioneras que abren el camino a lo que, están seguras, será lo normal en la próxima generación.
En pocas ciudades españolas el movimiento cofrade es tan intensivo como en Zamora. No es una impresión; lo corroboran los datos. De una población de unas 60.000 personas, la mitad pertenece a una de las 16 cofradías (y 17 desfiles procesionales).
Así, los miembros de las agrupaciones se cuentan por miles. Es el caso de la Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias, una de las más antiguas de España, con más de cinco siglos de historia, con unos 5.000 hermanos en sus filas. Al frente de ella se encuentra Isabel García, una mujer que, aunque le pese, es ahora la única presidenta de cofradía de la Semana Santa zamorana.
También fue la única, hace unos años, como líder del organismo que une a todas las agrupaciones, la Junta Pro. «En las reuniones de la comunidad autónoma o congresos a los que he asistido, he sido en muchas ocasiones la única mujer», asume. Porque, aunque en los últimos años las cosas han empezado a cambiar, tiene la sensación de que se mueve «en un mundo de hombres». Pero «no machista», matiza.
En esta ciudad aún existen tres cofradías sin mujeres en sus filas. El obispo aprobó hace una década un estatuto marco que obligaba a la participación por igual a las mujeres, pero la lista de espera que tenían estas agrupaciones era tal que, de facto, no han entrado todavía. «Yo creo que cambiará con los años, pero yo no lo veré», asume García.
Con este contexto, el número de hermanos ha sido históricamente mayor. Por ello, el acceso a los puestos de mando, como el de Hermana Mayor o presidenta, se complica. Las cofradías también son al fin y al cabo «un reflejo de la sociedad -reconoce García- y asumir la gran responsabilidad que conlleva dirigir una cofradía de 5.000 miembros te quita mucho tiempo personal».
Para García, el «retraimiento» de las mujeres a la hora de dar el paso explica que ella se la única, pero también influye el hecho de que el ambiente sea masculino. «Aún tenemos que hacernos más hueco», dice.
Pero no solo en Zamora, donde valora que pudo haber más apertura incluso que en otras zonas de España. De hecho, hace 35 que una cofradía incluía a una mujer, Ana Pedrero, entre los costaleros de un paso, el de Luz y Vida.
En Las Angustias también se da una circunstancia que resultaría excepcional en otras demarcaciones. Es el hecho de que las personas que visten la talla de la Virgen antes de salir en procesión -conocidas como las camareras- son todos hombres. «Aquí somos cofrades todos. Sin distinción».
La Semana Santa de la ciudad de Sevilla, cuya fama trasciende fronteras, es de las pocas, quizá la única, que en la actualidad no tenga ninguna Hermana Mayor al frente de sus setenta cofradías.¡ En la capital andaluza estaba prohibida la participación de las mujeres en el cortejo de nazarenos penitentes hasta que en el año 85 permitieron salir, a modo de prueba, a cinco devotas.
En el exclusivo grupo se encontraba Maruja Vílchez, una cofrade de pro que ha firmado varios de los hitos históricos en esta ciudad en lo que a la incorporación de la mujer en las Semana Santa se refiere. «En ningún momento nos quitamos el antifaz: íbamos de incógnito», recuerda.
Después de aquella primera incursión, que abrió la puerta a muchas otras que vinieron detrás, llegó a convertirse en la primera, y hasta la fecha, única mujer que han tenido las hermandades sevillanas en su historia. Este dato no extraña si se tiene en cuenta que hasta hace poco había cofradías en las que no desfilaban mujeres.
El arzobispo Asenjo dictó en 2011 un decreto en el que obligaba a las cofradías a tratar por igual a hombres y a mujeres en los actos religiosos. Hubo mujeres que por primera vez formaban parte del desfile después de 30 años de vida cofrade.
Maruja Vílchez no vivió esta situación en su hermandad, Los Javieres. Cuando enfermó a mitad de su mandato el Hermano Mayor, le pidió que ocupara su puesto cuando falleciera. Así después, cuenta, se presentó a las elecciones, ganó y agotó su mandato en 2016. Ahora, a sus 83 años, es consejera como hermana de a pie en su cofradía -y en otras nueve- y recuerda aquella etapa como un periodo de «mucho aprendizaje».
En el resto de Hermanos Mayores de la ciudad nunca encontró, cuenta, oposición. Más bien, al contrario. Lo que hace falta, en su opinión, es que las mujeres «den un paso adelante para hacerse con el mando». Porque en el resto de cargos de la cofradía ya están suficientemente representadas. Su cofradía también fue pionera en introducir costaleras en el año 2000.
«Si tienes un programa, tiene un equipo, tiene ganas y puedes compartir las obligaciones familiares... ¡Adelante! Todos somos cristianos y las mujeres tenemos preparación de sobra», anima. La formación es algo que no se discute, pero Maruja va más allá y defiende cualidades femeninas valiosas para el mando: «Nuestra tremenda intuición nos permite ver más allá y nos abrimos como un abanico para atender a mil cosas, que es lo que necesita una cofradía, y -sin ser excluyente- tenemos una gran capacidad para la estética», sentencia.
Se podría pensar que le envergadura de las agrupaciones de cofradías de las distintas ciudades puede propiciar que las mujeres den un paso atrás, por la complejidad que conlleva la gestión. Pero el caso de ciudades como Logroño, donde solo hay once hermandades, con dimensiones nada tiene que ver por ejemplo con las de Sevilla o Zamora, desecha la idea.
Allí, María del Ángel Quintana, de forma intermitente a los largo de los dos mandatos que lleva al frente de la cofradía de La Flagelación, ha sido la única Hermana Mayor. Ha vivido épocas en las que han sumado tres y ahora son dos. Pero siempre en un número inferior al de los hombres al frente de la organización de los cultos.
En su caso, tuvo dudas. Tenía dos hijas, muchas ocupaciones y era consciente de la dedicación que requiere el puesto. Pero finalmente dio el paso y ya lleva dos mandatos. Será el último, porque así lo mandas los estatutos de las cofradías: solo se puede permanecer en el puesto durante dos periodos de cuatro años.
¿Vendrá otra mujer cuando ella agote sus mandatos? «Yo creo que esto tiene que cambiar porque hay muchas mujeres que hace mucho tiempo que entramos en las cofradías, y las conocemos como las palmas de nuestras manos. Cambiará, simplemente por cambio generacional. En nuestra cofradía hay muchísimas gente joven, con ideas diferentes y nuevas. Esto es una renovación constante», reflexiona, mientras ultima los detalles para la semana grande de sus hermanos.
Para presentarse al cargo, en el caso de La Flagelación, hay que tener cuatro años de antigüedad en una Junta de Gobierno. Quizá este pueda ser otro escollo más a salvar para que el mando sea tomado por ellas, pero la líder de La Flagelación lo ve un trámite normal, si se tiene en cuenta que para dirigir la cofradía hay que conocerla antes bien su funcionamiento a todos los niveles.
De ahí que hable de que pronto «tocará» el cambio. Porque las mujeres están presentes en casi todos los puestos de la organización. «Tenemos en el cuerpo de nazarenos, siete portadoras del trono -que lo llevan a 'molía', sobre los hombros ataviados con una manta al cuello-, la secretaria de nuestra Junta de Gobierno es una mujer... También las que se encargan de la ropa, enseres... Nunca hemos tenido ningún problema», concluye María del Ángel, quien recuerda, para concluir, que pudo dirigir su cofradía cuando acabó su trabajo, dentro y fuera de casa.
Ángela Guerrero tiene la impresión de que las mujeres siempre están dispuestas a arrimar el hombro cuando se necesita arreglar un problema y sacar algo adelante. Sucedió cuando a principio de los años 80 se abrieron las filas de penitentes a las féminas para, al menos en parte, paliar la falta de vocaciones que hacían languidecer la Semana Santa de Málaga. Hoy la capital de la Costa del Sol tiene 43 hermandades, unos 30.000 miembros y, en muchos casos, son ellas las que copan los puestos de nazareno.
Algo parecido le sucedió a esta malagueña cuando una gestora pensó en ella en 2019 para asumir el mando de su cofradía, Las Penas, cuando pasaba por una situación más que complicada. Superó el reto. Y fue más allá: se presentó a un segundo mandato, ya refrendado por la votación de los hermanos y «hasta hoy».
Guerrero es hermana de la cofradía de Las Penas prácticamente desde que nació. Sus padres y sus abuelos fueron hermanos y de ahí su pasión por la Semana Santa. «Es mi época más feliz del año», dice.
Esta vinculación con la Semana Mayor es requisito imprescindible para afrontar la tarea de dirigir una organización como la cofradía porque, como recuerda esta malagueña, no solo se trata de unas semanas de trabajo.
Durante todo el año hay actos y responsabilidades que atender y, como sus homónimas en el cargo en otras provincias, reconoce que requiere de mucho tiempo y dedicación. «Si yo fuera madre, sería imposible dedicarme a la cofradía como ahora», asume. Conciliar los tiempos y gestionar las renuncias es algo que se da en una sociedad donde las mujeres trabajan, reflexiona, y de la misma forma pasa en las cofradías. «Se hace cuesta arriba a veces tener que demostrar algunas cosas por ser mujeres», reconoce.
A pesar de estos matices, Guerrero cree que en Andalucía, Málaga ha sido más abierta a esta incorporación femenina. Ahora solo hay tres Hermanas Mayores en total, pero recuerda una época en la que llegaron a ser cinco. «En Málaga, las mujeres han estado representando al más alto nivel», afirma.
Desde el mando, pero también bajo los tronos. En Las Penas, han empezado a entrar portadoras -o mujeres de trono, como se les denomina- hace unos cuatro años, con Guerrero al frente. Anteriormente no las había. «El mismo derecho tienen y no hay ninguna regulación que lo impida, como el cualquier otro puesto», zanja el debate.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Imanol Troyano | San Sebastián y Oihana Huércanos Pizarro
Miguel Ángel Mata | San Sebastián y Beñat Arnaiz | San Sebastián
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.