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Domingo, 1 de abril 2018, 14:02
Vivía con su madre en Sevilla desde que escapó de los malos tratos que le daba su marido. Pero en 2015 ella enfermó y, tras dos semanas en el hospital sin separarse de su cama, murió. Las deudas se acumulaban, tenía un trabajo precario y tuvo que dejar la casa de alquiler. «Me fui al albergue, donde estuve cinco días, y te puedo decir que no se lo recomiendo ni a un perro. Porque la empresa que gestiona ese centro se lleva nuestro dinero para dar de comer y acoger a la gente sin hogar, y no veas el servicio que dan. Aparte de que tienes los días contados».
Así las cosas, el gijonés Fidel Arbillaga, 51 años, acabó sin techo. Cuatro meses que no se los desea a nadie. «Soy vigilante jurado de profesión y he visto muchas cosas en la calle, pero es que es una jungla, literalmente. Como no seas un poco fuerte, no sobrevives. Me han llamado pordiosero, mendigo de las narices... Y te intentas hacer fuerte, pero cuando llega la noche y te quedas pensativo... Te vienen los recuerdos de tu vida, de tu madre que se acaba de ir... y te pones a llorar ahí, tú solo...».
Tuvo la suerte de dar con la asociación La Carpa, que, tras acogerle 78 días en un campamento con otras 200 personas, le ayudó a dejar las calles de Sevilla. «Aunque hay que decir que nos desalojaron de malos modos, hasta a los enfermos, tirando sus medicamentos a la basura, cuando estaba todo súper limpio... Eso también es aporofobia». Ahora trabaja de guarda jurado y colabora con ellos. «La calle me ha dado la oportunidad de conocer a gente maravillosa que contaba historias que encogían el corazón». Pero siempre tuvo claro que aquello no era para él: «Veía a muchos compañeros de la seguridad que habían acabado en la calle, alcoholizados, con drogas, algo en lo que yo nunca he caído, y andaban sonámbulos... Me vi reflejado y eso me impulsó a salir».
Habla de los jóvenes que agreden por diversión: «Proceden de familias acomodadas, que no les falta de nada porque se lo dan papá y mamá. No se dan cuenta del daño que hacen». Y reconoce que siente miedo. Del día a la noche, la cosa cambia. «Te tiran botellas a distancia, varios compañeros acabaron con heridas... Por Sevilla anda un hombre con medio cuerpo quemado porque le prendieron fuego en un cajero. De noche no duermes, duermes de día».
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