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El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, manifestó ayer su rotunda oposición a la ley de eutanasia recientemente aprobada en el Congreso. En la homilía pronunciada con motivo de la festividad de San José, el responsable de la Iglesia guipuzcoana sostuvo que la muerte asistida «es una esclavitud disfrazada de emancipación» que pone de manifiesto «tanto la profunda crisis moral que existe en nuestra sociedad como la necesidad de regenerar la vocación política».
Munilla sumó ayer su voz a la de otros destacados dirigentes de la Iglesia española que se manifestaron contra la norma que salió adelante el jueves en la Cámara baja con 202 votos a favor, 141 en contra y dos abstenciones. El titular de la diócesis guipuzcoana se refirió a la ley de eutanasia en un contexto de «orfandad moral» generado por «la crisis de la figura paterna» que a su juicio se produce en la cultura contemporánea. «Cuando la clase política pretende dar respuesta al sufrimiento facilitando el suicidio asistido quedan patentes tanto la profunda crisis moral que existe en nuestra sociedad como la necesidad de regenerar la vocación política».
El prelado reflexionó en estos términos sobre la sucesión de crisis que en su opinión experimenta la sociedad española: «La crisis del relativismo ha desembocado en una crisis antropológica. Del relativismo de la segunda mitad del siglo XX hemos pasado a una dictadura del relativismo en el siglo XXI, que pretende imponer a través de todos los resortes de los que cuenta el Estado una nueva ideología en forma de pensamiento único en la que se llega a redefinir la antropología: la identidad personal, el matrimonio y el mismo origen y final de la vida».
Munilla se refirió también a los «eufemismos» con los que a su juicio se intenta «edulcorar la cruda realidad». Si para hablar del aborto se utiliza el término interrupción del embarazo, añadió el obispo, «para designar el acto de matar a un enfermo o a un discapacitado» se recurre al término «de muerte asistida». «La eutanasia no deja solo patente la crisis de quien la solicita, sino en un grado muy superior la crisis moral de quien la oferta como recurso público».
También rebatió «el argumento de que la eutanasia sea una mera oferta que no se impone a nadie. Los que recurren a esa falsa justificación no tienen experiencia en el acompañamiento en las enfermedades crónicas de gravedad. ¿Quién no ha oído de labios de un enfermo el lamento por convertirse en una carga para los demás? En la práctica una ley de eutanasia se traduce en una sutil y tenaz presión sobre los más dependientes para que 'decidan' 'libremente' quitarse de en medio».
A su vez, el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, lamentó en términos muy severos la aprobación de la nueva norma: «Qué decepción ver a diputados puestos en pie aplaudiendo una derrota del hombre», proclamó. «España se cubrió de luto y de llanto, los políticos se deben al bien común y no a las ideologías».
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