Borrar
Ibai Yerro, Beatriz Ledo y Alejandro Alonso posan delante del Palacio de Justicia de Bilbao el miércoles, antes de jurar o prometer sus cargos. MAIKA SALGUERO
«Somos personas como cualquier otra»
Nuevos jueces

«Somos personas como cualquier otra»

Tres de los siete nuevos jueces destinados a Euskadi repasan el camino que les ha traído hasta aquí y reflexionan sobre su papel

Domingo, 25 de febrero 2024, 01:00

Cuando uno se ha citado con tres jueces, se esfuerza especialmente en llegar con tiempo de sobra, ya que da por hecho que se tratará de personas muy puntuales y poco tolerantes con la tardanza ajena. Es un ejemplo, trivial pero revelador, de todos esos estereotipos con los que alimentamos nuestra idea de lo que es un juez, como si quienes desempeñan esa profesión llevasen siempre puesta una toga mental y fuesen por la calle enviando gente a la cárcel. «Todavía existe esa imagen de un señor mayor, con una cara muy seria, de mala leche... –asiente Ibai Yerro, uno de los siete nuevos jueces destinados al País Vasco–, pero se está produciendo un cambio. Somos una promoción muy joven y pecamos más de síndrome del impostor que de tiranos. El juez no nace juez, sino que ha escogido un camino y ha ido formándose, y lo bonito es que llegamos de contextos sociales muy diferentes».

«¡Somos personas como cualquier otra, no un ente extraño!», sonríe Beatriz Ledo, otra de las profesionales que integran esta 72ª promoción de la carrera judicial. Desde que aprobaron las temibles oposiciones a finales de 2021, han pasado un año en la Escuela Judicial, cuatro meses de prácticas tuteladas y unos cuantos más en tareas de sustitución y refuerzo, hasta recibir por fin sus despachos y, esta misma semana, jurar o prometer su cargo. En estas páginas, Ibai, Beatriz y su compañero Alejandro Alonso repasan el camino que les ha traído hasta aquí y analizan sus sensaciones al pasar de la teoría de los códigos y los exámenes a bregar con la instrucción y la sala de vistas. Por supuesto, los tres llegaron con holgura a la cita.

«Tenemos una formación larguísima y lo que queremos es trabajar y ver la realidad»

Ibai Yerro

De Pamplona, 27 años, va a Tolosa

Hubo un tiempo en el que la mayoría de los jueces eran un eslabón más de largas dinastías de magistrados, pero hace mucho que eso pasó a la historia. El navarro Ibai Yerro es el primer graduado en Derecho de su familia y no se decidió por la judicatura hasta cuarto de carrera. Ha acabado el tercero entre los 160 jueces de su promoción y, un detalle casi insólito, recuerda las oposiciones como un periodo relativamente grato: «Tenía un sitio muy tranquilo para estudiar y tardé poco en aprobar, tres años. Las preparé con dos compañeros y eso ayuda, porque solo te entiende el que está como tú. Son muchas horas de estudio, una vida cuadriculada en la que renuncias a todo, pero aprendes dos cosas importantes. Pasas mucho tiempo estudiando solo y te acabas conociendo mejor a ti mismo. Los colegas me preguntaban: '¿Y si te caes mal?'. Y el tiempo libre es tan limitado que te centras en lo que de verdad te apetece. Pocos opositores dicen 'tengo una hora' y se quedan en el sofá con el móvil».

Hizo la etapa de sustitución y refuerzo al lado de casa, en los partidos judiciales de Tafalla y Aoiz. «Me hacía mucha ilusión, porque tenemos una formación larguísima: hemos tomado posesión de nuestros destinos dos años y medio después de aprobar la oposición. Lo que quieres es ponerte a trabajar, a ver la realidad, a decidir, a que te lleguen los problemas». Él guarda un documento PDF titulado 'Mi primera resolución motivada', que fue la denegación de un registro solicitado por la Guardia Civil: «Es un auto larguísimo, casi una justificación para mí mismo», comenta. Aficionado al monte y a videojuegos como el 'FIFA' o 'Zelda', Ibai se hace cargo ahora de un juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Tolosa: «A mí me tira el penal, sobre todo la instrucción, pero ha habido civiles que he disfrutado mucho. Para mí la prioridad es estar cerca de casa: si tocase un mercantil en Pamplona, no me importaría».

¿Qué cliché sobre los jueces le molesta más? «El de que somos políticos. El otro día me preguntaba un amigo si lo de la amnistía me afectaba en algo en mi día a día. Le dije: mira, tengo ahora una declaración por el robo de una bici, otro que ha recibido un galletazo en un bar, una estafa y unos defectos de colocación de parqué en una casa, ¡estoy yo para política!».

«Dejé dos veces la oposición, pero tuve que volver porque no había alternativa laboral»

Beatriz Ledo

De Vitoria, 35 años, va a Amurrio

A veces pensamos que la de juez es una vocación arraigada en la infancia, propia de alguien que ya solucionaba salomónicamente los conflictos del colegio, pero no tiene por qué: «En mi caso fue una cosa tardía –corrige Beatriz Ledo–. Yo elegí Derecho porque tenía muchas salidas, aunque ya sabía que la abogacía no me gustaba. Sí tenía presente la vocación de servicio público, y por ahí llegué a la idea. No hay precedente en mi familia: por parte materna, soy la primera persona que ha hecho una carrera universitaria». Vaya, les impresionará mucho tener una jueza en casa... «Lo de hacer Derecho ya fue un punto de inflexión, así que lo de ser juez les resulta muy impresionante, sí, y también muy bonito».

Los planes de Beatriz estuvieron a punto de estrellarse a medio camino. «Eres un esclavo de la oposición. Yo sufrí mucho, fue de las peores etapas de mi vida. Tardé siete años, pero es que lo dejé dos veces. Y me encontré en un abismo laboral: echas el currículum, ven que no tienes experiencia y no te dan la oportunidad. Yo les decía que había estado opositando, que sabía muchísimo Derecho, que me diesen un mes aunque fuese sin pagarme. Volví a la oposición porque no encontré alternativa laboral y lo acabé consiguiendo gracias a que di con la preparadora adecuada, una fiscal maravillosa», agradece. Hizo las prácticas en el Penal número 1 de Vitoria: «Yo soy muy penalista, para mí fue una experiencia fantástica, aunque también quiero ver otras ramas».

Ahora va a Amurrio, donde tratará de mantenerse fiel a su idea de cómo debe ser una jueza: «A mí me gusta ser una persona próxima. Es importante acercar la función del juez. En la sala de vistas todo está hecho para imponer: si te encuentras con un profesional próximo, lo vivirás como algo no tan violento e incómodo, sino como un trámite para que se ponga en valor un derecho. Me molesta la idea del juez autoritario, distante, endiosado, que parece por encima de todo el mundo». ¿Alguna afición destacable? «Llevo muchos años bailando salsa, aunque tuve que renunciar a hacerlo durante la oposición. Y me encanta viajar: fui tres semanas por Perú de mochilera, con mi hermana, y también a Senegal... Me gusta esa sensación de ir cómoda, comer en mercados y no saber dónde estaré mañana». ¡Pues eso sí que no pega mucho en una jueza! «¿No? Pues ahí estoy».

«La empatía es importante: para esa persona su problema es el mayor del mundo»

Alejandro Alonso

De Laredo, 32 años, va a Getxo

A diferencia de sus compañeros, Alejandro Alonso prácticamente mamó el Derecho: «Mi padre es abogado y siempre he estado rodeado del mundo jurídico. En principio, mi vocación era ser abogado. Estaba acabando la carrera y ni siquiera me había informado de lo que había que hacer para ser juez, pero sentí curiosidad y una vez dentro vi que me gustaba, que era lo mío». En su caso, las oposiciones llevaron algo más de cinco años. El abrumador temario no es la única peculiaridad de la preparación de los jueces: también están esos orales en los que tienen que recitar leyes a velocidad inverosímil. «Parece imposible, pero es entrenamiento. Luego, cuando apruebas, en tu día a día acabas hablando a un ritmo rapidísimo, y a veces te va la cabeza más deprisa que la boca y te trabas. El sistema es muy memorístico, pero resulta esencial. A la velocidad que van los juzgados hoy en día, tienes que tener una idea preliminar con base jurídica, saber dónde buscar, porque si no, con el volumen de asuntos que hay, el juzgado te arrollaría».

Alejandro hizo las prácticas tuteladas en Cantabria y la sustitución y refuerzo en Getxo. «Ahí empecé a sentir el juzgado como mío. Estoy tan encantado que repito, me quedo en el mismo partido: me gustan los juzgados mixtos, son muy dinámicos, incluso frenéticos, aunque siempre me he sentido penalista». ¿Recuerda su debut? «Fueron veinte hurtos en un supermercado, así que tampoco guardo especial memoria. ¡Era siempre el mismo guardia de seguridad!». Pero, precisamente, insiste en que no hay que confundir esa 'pequeñez' de los asuntos con irrelevancia: «La empatía es muy importante, en el sentido de comprender la situación. A un juez le vienen diez juicios al día, pero para cada persona su problema es el mayor del mundo. Quizá sea la primera y la última vez que va al juzgado».

Hay, por cierto, otro rasgo muy extendido en la profesión. Nuestros tres protagonistas tienen parejas del gremio: Ibai, una jueza de esta misma promoción destinada a Figueres; Beatriz, un juez de Vitoria, y Alejandro, una fiscal que está ahora en la Escuela, en Madrid. «Es una dinámica habitual –confirma el cántabro–. ¡A ver si luego confluyen nuestros caminos!».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco «Somos personas como cualquier otra»