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«Aquí sabemos lo que es que nos arranquen de nuestras vidas a la madre, al padre, al hijo, a la hija o al amigo. Lo que es recibir una llamada de teléfono a medianoche. Lo que es sufrir extorsión, amenazas o insultos. Lo que ... es, en definitiva, intentar imponer ideas a través de la violencia». En el discurso en la Conferencia Internacional de Naciones Unidas sobre Víctimas del Terrorismo en Vitoria, Imanol Pradales ha evidenciado este martes la idoneidad de Euskadi para acoger esta importante cita. «Lamentablemente, aquí sabemos bien lo que es sufrir la injusticia del terrorismo», ha sintetizado.
El lehendakari se ha apoyado en dos experiencias que vivieron «de cerca» en su familia: la primera, ocurrida en Hernani en 2001, el asesinato a manos de ETA del ertzaina Iñaki Totorika, con quien el propio Pradales había compartido «estudios, patio y vivencias»; la segunda, en Alonsotegi en 1980, el atentado de los Grupos Armados Españoles contra el bar Aldana en el que murieron Manuel Santacoloma, Liborio Arana y el matrimonio de Mari Paz Ariño y Pacífico Mika, «una tragedia que recordábamos en casa cada 20 de enero».
Dos ejemplos que, según Pradales, tienen «un mismo denominador común» junto a cualquier otra experiencia de la sociedad vasca con el terrorismo: «El uso de la violencia para acabar con quien no piensa igual. Bombas para combatir ideas». Y una segunda coincidencia: «Personas que amparan, apoyan y, en algunos casos, financian esta estrategia de violencia y terror». Ante todos esos casos, el jefe del Ejecutivo autonómico emite la misma receta: «Existe el deber de reconocer el daño causado, de pedir perdón, de condenar aquello que nunca debió ocurrir y asumir responsabilidades».
Son cuatro los pilares en los que el lehendakari considera que se debe asentar la convivencia: la deslegitimación de la violencia, el reconocimiento integral de «todas» las víctimas, la construcción de una memoria «inclusiva, crítica y ética», y la defensa de los principios y valores éticos y democráticos. Pradales ha llamado así a «no olvidar y tampoco permitir la construcción de un relato sesgado». Y ya no sólo por una cuestión de justicia con quienes sufrieron la lacra, sino también «porque no pueden repetirse hechos similiares».
«El olvido es una forma de injusticia y la falta de información y formación permitirá la asunción por las nuevas generaciones de ideologías totalitarias y su falta de compromiso con el sistema democrático», ha alertado. Pradales también ha querido ensalzar específicamente el papel de las víctimas y sus familias, «tan injustamente silenciadas durante demasiados años, condenadas en muchas ocasiones al ostracismo, cuando no a la discriminación». «Su generosidad ha sido y es enorme. Son un ejemplo que compartir con el mundo», ha remachado.
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