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El jueves mostró su renovada cara, permitiendo a cientos de madrileños descubrir que tenían esa joya en el castizo Chamberí, cerca del Paseo de la ... Castellana. Pero el frontón Beti Jai, para muchos la 'Capilla Sixtina' de la pelota vasca fuera de Euskadi, tendrá que esperar a que el batiburrillo político ponga orden en el Ayuntamiento de Madrid. Quien tome el bastón de mando tendrá que diseñar un plan de uso, ahora paralizado por orden judicial.
Sus paredes llevan justo un siglo sin escuchar el rebote de la pelota. Fue inaugurado un 29 de mayo de 1894 con un partido de 'vasco sport', como conocían a este juego, entre las parejas Portal y Pasieguito contra Beloqui y Tandilero. El triunfo ajustado de los primeros no evitó que el enfrentamiento fuera «soso».
El escenario no podía ser más grandioso. Una especie de media corrala o 'bombonera' a la italiana, abierto al cielo de Madrid, en estilo ecléctico. El único frontón mudéjar del mundo. Fue la ambición de varios empresarios vascos encabezados por José Arana (presidente de la Sociedad Arana, Unibaso y Compañía) que apostaron por la popularidad de las empresas de juego y apuestas.
Llegó a haber 18 frontones en Madrid. Pero ninguno como el Beti Jai ('siempre fiesta', en euskera). Los capitalistas confiaron el diseño al arquitecto cántabro Joaquín Rucoba, que ya se había ganado buena fama como diseñador del teatro Arriaga y el Ayuntamiento de Bilbao y la plaza de toros de la Malagueta (Málaga). Le pidieron que hiciera algo parecido al frontón del mismo nombre en San Sebastián, también propiedad de Arana.
Aunque se redujo en un piso la altura del proyecto inicial, el Beti Jai era una cancha capaz de albergar a 4.000 espectadores. Y con la más moderna distribución: un auténtico club social que aunaba deporte, cruce de apuestas y otros placeres. La alta sociedad podía degustar la gastronomía, en especial vasca, mientras discutían de negocios. Incluso un ómnibus comunicaba el frontón con los puntos neurálgicos de la corte alfonsina. Dado que era descubierto, ofrecía solo temporada de verano.
Contra sus paredes solo medían sus fuerzas profesionales. Y, para gestionar el tirón deportivo, su primer intendente fue Indalecio Sarasqueta, Txikito de Eibar, una leyenda de la pelota que también gestionó el Frontón Euskalduna de Bilbao, inaugurado al año siguiente del escenario madrileño.
Su vida útil apenas duró un par de décadas. En él debutaron las primeras mujeres profesionales del deporte español, y alternó su uso con otras actividades como pruebas hípicas, esgrima, espectáculos musicales y mítines. Pero la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) prohibió el juego y las apuestas y le dio la puntilla.
Con el avance del siglo, la realidad convulsa del país tuvo su reflejo en el Beti Jai. Fue un taller para montar coches, los famosos Studebaker. También garaje y prisión durante toda la Guerra Civil. Y hasta plató de cine para Basilio Martín Patino cuando grabó 'Madrid' (1987). En las últimas décadas sufrió incendios, okupas y proyectos fallidos, como un hotel con pistas de squash diseñado por Rafael Moneo. Desde hace 20 años, el abandono lo había convertido en pasto del escombro.
Sus golosos 4.000 metros cuadrados pasaron de mano en mano con ansias de dar el 'pelotazo'. Lo evitó su declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) y patrimonial. Finalmente, el Ayuntamiento de Madrid lo expropió en 2015 por 31 millones. Se han gastado otros cinco en devolverle el aspecto original. No obstante, un elemento nuevo, una estructura acristalada para cubrir el escenario, provocó la discordia y el asunto llegó a los tribunales. Un juez ordenó en diciembre paralizar el proyecto. Con la obra terminada, el nuevo equipo de gobierno tendrá que plantear alternativas.
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