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Refugiados y voluntarios preparan las raciones que posteriormente serán repartidas entre los refugiados del campo de Kara Tepe II. Zaporeak
Refugiados que alimentan la esperanza
Solidaridad

Refugiados que alimentan la esperanza

Seis personas que escaparon del horror en sus países dirigen hoy la cocina que Zaporeak tiene en Lesbos y de la que cada día salen cerca de 3.000 raciones

Bruno Parcero

San Sebastián

Jueves, 26 de diciembre 2024, 23:47

Son las ocho de la mañana y en la cocina que Zaporeak tiene en Mitylene, en la isla griega de Lesbos, el agua ya ha comenzado a bullir en las cazuelas. El ritmo es frenético, no en vano hay que preparar cerca de 3.000 raciones con las que dar de comer a los refugiados del campamento Mavrovouni, también conocido como Kara Tepe II. Hoy toca alubias con arroz, una pieza de fruta y el pan de pita tan popular entre quienes malviven en las precarias instalaciones que el gobierno griego tiene frente al Mar Egeo. De esa instalación amurallada en la que solo la esperanza en un futuro mejor fortalece la resiliencia salieron precisamente algunos de los cocineros que desde hace cuatro años se encargan de elaborar los diferentes menús con los que Zaporeak trata de alimentar de manera digna a las miles de personas que diariamente pasan por el campo. Quienes entonces escapaban del horror en sus países hoy cocinan para que otros en su misma situación puedan seguir alimentando su esperanza.

«Hace nueve años en torno a 20 personas nos fuimos desde aquí a Chíos, pero cuando años después llegó la pandemia nos dijeron que teníamos que regresar», recuerda Peio García Amiano, fundador de Zaporeak. «Tres personas se negaron a hacerlo y decidieron quedarse allí. Sin embargo, para poder seguir dando de comer a tanta gente tenían que echar mano de los refugiados, no les quedaba otra. Así que buscaron a personas que supieran algo de cocina y les empezaron a enseñar a cocinar y a llevar una cocina. Con ellos consiguieron seguir dando de comer a los refugiados durante la pandemia y en estos nueve años que tenemos de existencia podemos decir que no ha habido ni un solo día en el que no hayamos dado una comida. Y hoy es el día que son ellos los que llevan la cocina, y las personas que vamos allí vamos como ayudantes», repasa García Amiano.

«Gracias a ellos conseguimos seguir dando de comer a los refugiados durante la pandemia»

Peio García Amiano

Fundador de Zaporeak

Yakub y Elmar Shabani son dos hermanos que llegaron desde Turkmenistán después de que sus padres, hoy instalados en Alemania, tuvieran que huir del país asiático por razones políticas. Ambos son los enlaces de la ONG entre Lesbos e Intxaurrondo. Yakub, quien habla en un perfecto castellano, se encarga de las labores de gestión (facturas, pedidos, pagos) y su hermano Elmar, que no domina el castellano pero sí el inglés, es quien organiza los grupos de trabajo y los menús. Entre los dos cuidan a los voluntarios, les orientan y resuelven las dudas que puedan tener.

Entre la cocina y la panadería hay otras cuatro personas más, dos sirios y dos afganos. «Yamal es el responsable de la cocina, el que lleva todo», puntualiza el gastrónomo. En la panadería, recién pintada hace unos meses, están Mohamed y Nassir, este último refugiado afgano que huyó de la guerra en su país y que ya ha logrado obtener el visado en Grecia. Ambos, además de cocinar el pan de pita, guían a los voluntarios que van llegando a las cocinas para colaborar en la elaboración de las comidas, en su reparto o en la limpieza.

«Hoy es el día que son ellos los que llevan la cocina y las personas que vamos allí, vamos como ayudantes»

Cinco de estos seis refugiados que colaboran con Zaporeak viven en Mitylene. «Dos de ellos no saben leer ni escribir, pero sus compañeros les van enseñando poco a poco», relata García Amiano. «Para cocinar simplemente les ponen las cantidades y la comida sale perfecta».

Problemas con la policía

Sus historias obviamente son duras porque nadie abandona su hogar para cruzar el mar en condiciones penosas, sin un destino claro, y llegar a un campo de refugiados en el que no se sabe qué será de su futuro. Por eso para ellos integrarse en Zaporeak ha supuesto una vía de escape y una forma de ganarse la vida, no en vano están dados de alta en la Seguridad Social, lo que sin embargo en Grecia les sirve de bien poco. «Al Gobierno griego le da igual si estas personas tienen un trabajo o no porque nosotros a todas estas personas las tenemos con Seguridad Social. Cada vez que salen fuera no les dejan tranquilos y cuando les paran a veces terminan en la cárcel», cuenta el fundador.

Arriba, los cocineros de Zaporeak que cada día se encargan de la alimentación. Debajo, refugiados colaborando en el reparto y debajo un niño con su ración. Zaporeak
Imagen principal - Arriba, los cocineros de Zaporeak que cada día se encargan de la alimentación. Debajo, refugiados colaborando en el reparto y debajo un niño con su ración.
Imagen secundaria 1 - Arriba, los cocineros de Zaporeak que cada día se encargan de la alimentación. Debajo, refugiados colaborando en el reparto y debajo un niño con su ración.
Imagen secundaria 2 - Arriba, los cocineros de Zaporeak que cada día se encargan de la alimentación. Debajo, refugiados colaborando en el reparto y debajo un niño con su ración.

«Alguno lo ha pasado muy mal», prosigue. «Uno de los afganos se ha intentado suicidar varias veces. La última incluso le vieron. La policía le ha cogido dos o tres veces. La última tuvo suerte y como no había sitio en las cárceles lo mandaron de nuevo a la isla y lo tenemos otra vez con nosotros».

Con la comida ya preparada comienza el emplatado y el reparto entre los miles de refugiados, algunos de los cuales participan en estas labores, algo que hace un tiempo, con otro director en el campamento, no podían hacer al no permitírseles la salida del recinto. Todos ellos conforman una red vital para Zaporeak. «Los refugiados son muy importantes para nosotros», recalca García Amiano. «Además de ayudarnos en las tareas propias de la cocina y el reparto, nos apoyan con las labores de traducción y comunicación con las personas de los campos. Y a veces vienen más refugiados para echarnos una mano con el emplatado porque son casi 3.000 comidas».

Y es que el número de comidas que Zaporeak reparte cada día no ha parado de crecer en todos estos años hasta alcanzar esas 3.000 raciones que ahora puede preparar gracias a que Fagor donó hace unos meses una cocina industrial que ha permitido la preparación de más menús. «En el campo tenemos ahora unos 3.000 refugiados, pero hasta hace poco había 6.000. Estamos dando entre 2.400 y 2.500 comidas en Lesbos e imagino que a partir de ahora andaremos en esos números porque con el campo de refugiados que están construyendo a unos 50 kilómetros, al estilo de el de Albania, creo que se llevarán allí a gente», explica el fundador de la ONG.

La entrega de esas raciones supone seguramente uno de los momentos más felices del día para quienes pasan sus días en Kara Tepe II: «Es una comida súper digna y cuando ven las furgonetas de Zaporeak, les ves las caras y...», señala esbozando una sonrisa. «Porque todos los días son menús diferentes en los que buscamos una buena nutrición y además, como uno de los cocineros es del colectivo afgano, el más numeroso, intentamos cocinar algo según los gustos de la gente».

Lesbos sigue siendo uno de los puntos calientes del planeta, si bien los conflictos en Ucrania y Oriente Próximo han dejado a esta isla un segundo o tercer plano y eso tiene un coste. «La situación allí sigue siendo un desastre», recuerda García Amiano. «Mira cómo está la situación hoy en Europa con los migrantes. Se les da caña por todos lados. Están mucho peor que cuando nosotros arrancamos. Entonces escapaban de su país, llegaban a Grecia, comían, estaban un par de días y subían hacia otros países de Europa. Hoy están hasta maltratados». Además, «la presencia de ONG's ha disminuido mucho. Quedamos tres o cuatro. Todo el mundo se va porque ve que esto no tiene solución o porque se les terminan los recursos».

Decenas de refugiados llegan a Lesbos en una lancha neumática. Zaporeak

«Necesitamos ayuda tanto económica como material»

En Lesbos sigue llegando refugiados cada día. «Cuando comenzamos con nuestra labor en Lesbos casi todos los refugiados que llegaban al campamento eran sirios pero a los sirios, con el tiempo, los fueron ubicando, los fueron subiendo a la península. Luego comenzaron a llegar los afganos, una vez alcanzaron el poder los talibanes. Eran fundamentalmente mujeres. Y ahora estamos a tope de palestinos», repasa García Amiano. «El 70-75% de los refugiados que tenemos ahora son mujeres y niños. Y muchos niños sin acompañar. Muchos», recalca. «Hay gente que lleva en el campamento cinco o seis años. Hay niños que solo conocen el campo de refugiados».

Zaporeak no tiene intención de abandonar Lesbos, pero mantener la infraestructura tiene un coste. Cada ración de comida viene a costar entre un euro y euro y medio. «Solo la comida cada día nos cuesta alrededor de 3.000 euros. Un palé con botes de alubias nos dura un día», señala.

Afortunadamente «de personal andamos bien, muy bien. El voluntariado siempre ha estado a tope. Ahora mismo tenemos gente en reserva, gente que está esperando porque no hay sitio. Por Lesbos han pasado más de 2.000 voluntarios de todos lados, pero sobre todo de Gipuzkoa».

Lo que necesitan fundamentalmente es la implicación de empresas. «Necesitamos ayuda tanto económica como material. Si nos dan dinero tenemos que transformarlo en comida, pero ahora estamos proponiendo a las empresas que en lugar de darnos dinero nos paguen, por ejemplo, el pollo de todo un año. O la fruta o la verdura...Queremos que las empresas apoyen sobre todo con producto. ¿Dinero? Evidentemente hace falta para los gastos generales».

Un ejemplo es Fagor, quien recientemente les ha donado una cocina industrial. Además, en noviembre envió una tonelada de alimentos al campamento griego gracias a la aportación individual de las personas de sus cooperativas.

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