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Las crisis son oportunidades para avanzar». «Salimos más fuertes». Cuesta oír los mantras del optimismo vacuo y simplón con miles de muertos y colas en comedores sociales. Pero, más pronto que tarde, la ciencia derrotará al virus. En 5 meses, el mundo biomédico ha aprendido ... a convivir con la incertidumbre y ha avanzado en el conocimiento de la enfermedad. La biotecnología se ha volcado en desentrañar la biología del virus, desde su secuencia genética hasta su estructura y capacidad de mutación, en encontrar soluciones de diagnóstico (test de presencia de virus y de inmunidad) y en desarrollar terapias eficaces, en especial la tan ansiada vacuna que ponga fin a la pandemia.
El genoma del virus se secuenció en apenas 2 semanas, un hito que normalmente lleva meses de trabajo. Esto permitió avanzar muy rápido en el diagnóstico y la síntesis de la vacuna. El diagnóstico mediante la detección de componentes de los genes virales es más robusto. La tecnología estaba disponible gracias a la miniaturización de los equipos para realizar la ya familiar PCR (reacción en cadena de la polimerasa). El tiempo del diagnóstico se ha reducido sensiblemente. No obstante, hay que mejorar la fiabilidad. Impresiona la carrera por la vacuna. Hay unas 130 aproximaciones distintas, 10 ya en fase clínica. Es razonable pensar que alguna será eficaz. Inquieta la capacidad de mutación, estrategia viral para defenderse y sobrevivir. Es el caso del sida, todavía sin vacuna. No obstante, algún virólogo asegura que el coronavirus es un «aficionado» en cuanto a capacidad de mutar comparado con el VIH. ¿Para cuándo estará disponible? Administrar una vacuna a toda la población significa conocer su eficacia y, sobre todo, su seguridad. Se debe seguir el cauce del ensayo clínico y el mejor escenario nos sitúa en el primer semestre de 2021. ¿Y si no hiciera falta porque el virus se debilita y se extingue? Improbable. La alegría sería inmensa, aunque se frustraran ambiciones.
Se conocen mejor los síntomas, se elaboran protocolos de tratamiento, se alivia la presión sobre el sistema sanitario y el pronóstico mejora. El tratamiento ha pasado de nada a cerca de 20 en tres meses. Son fármacos utilizados en otras patologías, pero que por su modo de acción podrían ser eficaces contra el virus. Lógicamente, los estudios realizados adolecen del rigor de un ensayo clínico, pero la urgencia no deja otra opción. Como dice un amigo médico de Urgencias, es época de medicina de la existencia y las existencias y se posterga la evidencia. Se prueban antivirales, antipalúdicos, inmunomoduladores, antiinflamatorios, antibióticos, células madre y plasma de personas curadas. Preocupan los rebrotes. Abundarán porque la inmunidad para lograr el efecto rebaño está lejos (solo el 3% está inmunizado) y habrá aglomeraciones irresponsables, aunque se limiten eventos multitudinarios. Higiene, mascarilla, distancia y sensatez. El seguimiento epidemiológico es vital para apagar cuanto antes los focos de contagio. Rastreo, test, tecnología e inteligencia artificial son esenciales para este cometido y el progreso ha sido remarcable. La cooperación científica y las políticas que la promueven dan sus frutos. ¡Que se mantenga esta filosofía cuando pase la tormenta!
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