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El pequeño Aimar, rodeado de sus padres, Nerea e Imanol, y sus hermanas, Sara y Pauel. Gorka Estrada
«El cáncer de nuestro hijo Aimar llegó sin avisar, como un tsunami»
Salud

«El cáncer de nuestro hijo Aimar llegó sin avisar, como un tsunami»

Los tolosarras Nerea e Imanol vieron cómo su mundo se paralizaba en 2021, con el tumor cerebral de su niño. Casi dos años después ya ha remitido, pero piden «investigar más para que todos los 'txikis' tengan tratamiento»

Macarena Tejada

San Sebastián

Jueves, 7 de septiembre 2023, 02:00

El 3 de diciembre de 2021, el cáncer infantil puso en jaque la vida de la familia Garmendia-Lizartza. Como otro día más, ese viernes por la mañana Nerea fue a trabajar, sin saber que iba a pasar una de las noches «más duras» de su vida. Hacía ya varias semanas que su hijo Aimar, que por aquel entonces tenía 6 años –ya ha cumplido los 8–, se encontraba mal. «Era otro niño. Se despertaba con malestar, dolor de cabeza, incluso vómitos. Estaba raro y no encontrábamos explicación a lo que le pasaba», recuerdan su ama, Nerea, y su aita, Imanol, ambos naturales de Tolosa. Esa tarde de invierno habían cogido cita con el médico y no tardó en llegar el diagnóstico: el pequeño tenía «una masa» en la cabeza o, lo que es lo mismo, un tumor cerebral. La noticia les cayó como un jarro de agua fría. «El cáncer llegó como un tsunami» del que aún se recuperan, dicen mientras comparten una mirada cómplice. «Hemos pasado muchas cosas», se sinceran.

Con lo puesto, esa misma tarde Nerea entró en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Donostia junto a Aimar, a quien se le realizó una primera intervención rápida. Era el comienzo de un «largo» viaje que por fin está viendo el final. Y termina de la mejor de las maneras: con la remisión del tumor que paralizó la vida de Aimar y toda su familia, incluidas sus hermanas pequeñas, Paule y Sara, durante cerca de «quince meses».

Aunque tanto Nerea como Imanol intuían que Aimar podía estar enfermo por los síntomas que venía padeciendo en los últimos tiempos, la posibilidad de que tuviera cáncer nunca se les había pasado por la cabeza. «Lo ves muy lejano hasta que de repente entra en tu casa sin avisar» y entonces «se te para el mundo». Es lo que les pasó a ellos. En ese momento «yo dejé de existir», reconoce Nerea, y pasó a «sobrevivir». El objetivo estaba claro: que Aimar se curara. Ahora, más de un año y medio después, es uno más en el parque, o incluso en la escuela, a donde volvió en marzo tras finalizar la quimioterapia y regresará este mes junto a sus compañeros. Pero el camino ha sido «doloroso», incluso aunque desde el primer momento los oncólogos fueron optimistas y les dijeron que el tumor era operable y, por lo tanto, la posibilidad de Aimar de recuperarse «muy alta». Había esperanza. Quizá por eso, «aunque no estábamos preparados para afrontar una situación así, sacamos toda la artillería», concluyen. «No nos quedaba otra».

De San Sebastián, «por decisión propia», fueron al Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, en Madrid. Era el 13 de diciembre. Allí le realizaron «una intervención decisiva» a Aimar, pero «como desde el primer momento los médicos hablaron de curarse, gestionamos los miedos», explican Nerea e Imanol, que cogieron un piso de alquiler en la capital, donde se quedaron alrededor de cuatro meses entre la operación y la rehabilitación a la que tuvo que someterse su hijo, con sesiones de fisioterapia o logopedia, entre otras cosas. En todo este proceso han contado con el apoyo de distintas asociaciones, tanto a nivel estatal como guipuzcoano, entre las que se encuentra Aspanogi.

Aimar estuvo ingresado «de continuo» un total de un mes y la primera fase del tratamiento también la realizó en Madrid, donde toda su familia se sintió «acogida desde el primer momento». La segunda, la quimioterapia, tuvo lugar en San Sebastián y duró desde abril hasta diciembre. Desde el primer momento el 'txiki' sabía que estaba enfermo, lo ha llevado «con normalidad. Nunca se le ha ocultado nada, pero él, como todos los niños, vive el presente». Seguramente por eso, no se preocupaba tanto por el futuro como lo hacían sus padres, que aunque sabían que había esperanzas, no podían dejar de pensar que su hijo «se estaba jugando la vida». Él, mientras, lo suficientemente consciente de que tenía que estar ingresado para recuperarse, pasó la estancia en los diferentes hospitales entretenido con juegos como los cromos.

La última 'quimio'

Llegó la 'quimio' y la toleró «bien». Y entre sesión y sesión el tiempo pasaba. Hasta que en el calendario llegó el día de Santo Tomás, el 21 de diciembre de 2022, y con él, la última 'quimio' de Aimar. Aunque todavía tiene que ir a revisión cada tres meses y siempre queda la «incertidumbre» de la próxima consulta, el tumor ha remitido y él ya luce su primer corte de pelo, con una especie de rayo dibujado en el lado izquierdo.

En los peores momentos de todo este proceso, sus padres eran «incapaces de coger el teléfono» a todos aquellos que les llamaban para preguntarles por el niño o lanzarles algún mensaje de ánimo. «Teníamos pánico a contar lo que pasaba porque revivíamos todo una y otra vez», se sinceran. No fue hasta que conocieron otras familias que vivían una situación similar cuando Nerea puedo hablar de la enfermedad de su hijo en alto y con alguien que no fuera Imanol por primera vez. Se sentía comprendida y no juzgada. Quizá por eso, con la vista puesta atrás –y en el futuro–, ve imprescindible terminar con el tabú que supone en muchas ocasiones el cáncer infantil e invertir en la investigación. «Aimar está aquí porque un día alguien en algún lugar investigó su tumor. Queremos que todos los niños con cáncer corran la misma suerte» que él y sean tratados. «Esto se cura con la investigación, no con milagros», sentencian Nerea e Imanol mientras ven a Aimar andar en bici por Tolosa.

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