Ciencia, Covid y populismo
El árbol de la ciencia ·
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Hasta fecha reciente, la democracia liberal reinaba triunfal. Pese a las limitaciones de dicha forma de gobierno, la mayoría de los ciudadanos parecían estar profundamente comprometidos con ella. La economía crecía. Los partidos radicales eran insignificantes». Así arranca 'El pueblo contra la democracia', del historiador ... Yasha Mounk. Este panorama ha cambiado en este tiempo de enfado ciudadano por la debilidad y corrupción institucional, el estancamiento económico (por primera vez en siglos, los hijos vivirán peor que sus padres) y la situación demográfica (vejez e inmigración). La consecuencia es el auge del populismo, catapultado por las redes sociales.
Esta Semana de la Ciencia podría ser buen momento para reflexionar sobre la influencia de la política en la ciencia que progresa en sociedades democráticas y es asfixiada por populismos autocráticos. Y el Covid-19 puede apuntillar la democracia liberal en favor del populismo. Tras su época de esplendor por derrotar al fascismo y al comunismo, la democracia parece molestar a los más jóvenes. Mientras, el populismo, reaccionario de derechas o revolucionario y castizo de izquierdas, resulta atractivo por su (falso) discurso defensor de la voluntad popular. El método populista es simple: Socavar las instituciones que contrapesan el poder político (judicatura, medios, organizaciones cívicas, etc), convertir el Estado en fallido, aprovecharse de la desesperación y el resentimiento de los desfavorecidos, difundir mentiras y mensajes de odio en las redes sociales, radicalizar la acción política y ensalzar la figura de un líder autoritario y carismático que prometerá resolver problemas muy complejos con soluciones «simples, claras, plausibles y...equivocadas» (HL Mencken). Directo al corazón sin filtro racional. Máquinas de fanatismo totalitario que solo buscan el control total del poder. Mounk advierte que para superarlo, los ciudadanos tienen que aprender a vivir en una democracia más igual y diversa. Y ofrece una receta racional: Sanear las instituciones, movilizar a la ciudadanía, destapar las vulneraciones populistas de las reglas democráticas y las libertades individuales y convencer al electorado con un discurso positivo y esperanzador. Es decir, hacer una política de cambio e ilusionante, defensora de los valores institucionales, con altura de miras, guiada por el mérito y no por la mediocridad y capaz de solucionar la ansiedad económica y demográfica. Un síntoma de la ansiedad es la neurosis anticipatoria, el miedo a que algo vaya mal antes de que suceda. El miedo a perder el trabajo, la prosperidad y la identidad como pueblo a causa de la crisis y la inmigración, se correlaciona con el ascenso del populismo.
Esta realidad psicológica explica que las formaciones populistas compartan con los partidos democráticos el voto de personas de cualquier género, raza, formación y extracto social, pero acaparen el de los ciudadanos con baja cualificación que temen perder su trabajo y viven en áreas donde la inmigración despunta sin estar aún integrada. Estos votantes consideran que no son escuchados por las instituciones.
Gane quien gane, la distribución del voto en las elecciones americanas indica que la discordia está sembrada. De acuerdo con Mounk, es, además, un síntoma de que el país no ha desarrollado suficientes anticuerpos frente al populismo y sus defensas están débiles. El populismo acecha con complicidades incomprensibles. La emergencia sanitaria por el Covid-19 es la excusa perfecta para polarizar, otorgar poderes ilimitados y soslayar la rendición de cuentas.
Y, sin embargo, la política debería esforzarse en atender las demandas sociales, combatir el odio xenófobo y fanático regulando las redes, corregir la desigualdad con mayor justicia distributiva y educar en valores. Es decir, en renovar la fe cívica en las instituciones para que la sociedad las defienda activamente. Entretanto, protéjase con una triple vacuna: Desconfíe de quien se arrogue ser la voz de un pueblo o colectivo, tenga presente a Martin Niemöller y dé gracias a Europa.
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