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El fentanilo es un opioide 100 veces más potente y adictivo que la morfina y el aumento de su consumo en los últimos años (también su sobreuso fuera de indicación) ha hecho crecer la preocupación de las autoridades sanitarias. El uso del fentanilo de liberación rápida, indicado para paliar los dolores crónicos de los enfermos con cáncer, prácticamente se ha duplicado entre 2014 y 2020 en Euskadi, pasando de 21.593 envases en 2014 a superar los 40.000 en 2020 (un aumento del 85%), siendo aproximadamente un 10% superior en mujeres que en hombres, según datos publicados por el grupo de trabajo de análisis del consumo farmacéutico del Departamento vasco de Salud.
Este consumo supuso un importe total de más de 6,7 millones de euros en 2020. Aunque la situación no es comparable a la epidemia que vive Estados Unidos –solo entre 2005 y 2007, más de mil personas murieron por sobredosis de fentanilo en una ola letal–, preocupa que esta crisis cruce el Atlántico. Y es que del total de estos tratamientos, alrededor del 40% de las prescripciones se dieron a pacientes sin diagnóstico de cáncer. Actualmente, el uso del fentanilo de liberación inmediata está indicado en el «tratamiento de episodios de dolor irruptivo (cuadro de dolor de gran intensidad que aparece de manera súbita) en pacientes que están recibiendo tratamiento opioide de mantenimiento para el dolor oncológico», según detalla la ficha técnica. Sin embargo, cuatro de cada diez envases son recetados a otros pacientes, que sufren dolor crónico pero sin relación con el cáncer.
Más sobre el consumo de opioides potentes
La alerta de seguridad llegó en 2018, cuando la Aemps advirtió del alto riesgo de dependencia y abuso de este potente analgésico y del «crecimiento exponencial» en su prescripción. En concreto, el número de envases facturados de fentanilo, el mismo analgésico que mató por sobredosis accidental al cantante Prince, entre otros, se ha incrementado un 39,6%, siendo el opioide con mayor consumo en España.
Los expertos llevan años advirtiendo sobre los problemas que puede conllevar la incorrecta dispensación de estos medicamentos y, a pesar de que los opioides son «eficaces» para un dolor muy concreto e inhabilitante, conviene hacer hincapié en su «control», expone Alicia Alonso Cardaño, coordinadora del Grupo de Trabajo de Opioides de la Sociedad Española del Dolor. «Si las dosis no se controlan de forma adecuada, pueden producir tolerancia rápidamente. El paciente cada vez necesita más dosis para obtener el mismo efecto», alerta. Sin embargo, la experta añade que «se trata de un analgésico muy útil e indispensable para muchas personas. Hay pacientes que tienen picos de dolor muy intenso y no es dolor oncológico, como curas de pacientes quemados, anemias falciformes con crisis de dolor abdominal o ciertas fracturas vertebrales, por ejemplo. La adicción se produce cuando no hay un control ni seguimiento adecuado», defiende Alonso.
En España, se estima que entre un 11% y un 17% de la población mayor de 15 años sufre algún tipo de dolor crónico relacionado con artrosis (56,17%), dolor lumbar (31,16%), cervical (27,38%) o migraña (5%), según los datos más recientes de Sanidad. A nivel de Atención Primaria, el dolor es el segundo motivo de consulta y, en ocasiones, la expectativa de acabar totalmente con el dolor lleva a una escalada de uso de fármacos a dosis cada vez más altas.El último paso en este sentido lo ha dado el Ministerio de Sanidad, que aprobó el pasado 22 de septiembre en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud la puesta en marcha del 'Plan de optimización de la utilización de analgésicos opioides en dolor crónico no oncológico', un documento cuyos objetivos son mejorar la prescripción y el seguimiento y vigilancia del consumo de los medicamentos opioides. Según el documento, su consumo ha aumentado entre 2013 y 2019 de 3,57 a 5,42 dosis diarias por cada 1.000 habitantes.
Sobre este plan, Alonso afirma que «es algo muy positivo y consensuado con las comunidades autónomas y la mayoría de las sociedades científicas. Siempre es positivo que haya unos criterios comunes en todo el sistema de salud». Si bien considera que la nueva fórmula del visado aprobada es «una medida polémica para los médicos que trabajamos con pacientes con dolor».
Se trata de un proceso en el que las recetas prescritas por los médicos son revisadas por un inspector antes de que el paciente pueda retirar el medicamento, un plan preventivo para evitar situaciones que se han producido en otros países como Estados Unidos, donde las muertes por fentanilo van en aumento: en 2021 más de 100.000 personas murieron por sobredosis. Sin ir más lejos, el pasado septiembre, Hollywood lloraba la muerte del actor de 'The Wire', Michael K. Williams, de 54 años, en su casa en Brooklyn, Nueva York. La autopsia determinó que el actor murió a causa de una sobredosis de heroína mezclada con fentanilo. Una mezcla similar fue la causante de la sobredosis que casi le cuesta la vida a la cantante Demi Lovato en 2018, convirtiendo al fentanilo en una de las sustancias más peligrosas y adictivas en la actualidad. En España, la 'encuesta sobre Alcohol y Drogas 2019/2020' señala que el 15,2% de la población de 15 a 64 años (frente al 14,5% de la edición anterior) reconoce haber consumido analgésicos opioides con o sin receta en alguna ocasión.
Alonso cree que «es necesaria una regulación y control de estos fentanilos porque su uso se disparó en indicaciones no muy estrictas». Pero, por otro lado, hay que tener una puerta abierta a poderlo usar en pacientes con dolor crónico no oncológico. No se cierra a poderlo recetar en casos de no cáncer, «lo que ocurre es que hay que justificarlo adecuadamente, por lo que es más una traba administrativa». Con todo, esta experta pone el énfasis en la importancia de informar a los pacientes y a sus familiares o cuidadores sobre los riesgos del abuso o de la sobredosificación que conlleva la utilización continuada de estos medicamentos. «A los pacientes se les explican los riesgos. Es nuestra responsabilidad educarles y que formen parte de su tratamiento», destaca.
A la hora de buscar una explicación al aumento de la prescripción, Iván Espada, responsable del Área de Información del Medicamento del Consejo General de Farmacéuticos, no encuentra una respuesta clara. En lo que sí es tajante es en los controles «súper estrictos» que se llevan a la hora de su dispensación. «Son medicamentos que, debido a su efecto farmacológico, son susceptibles de un uso ilícito o abusivo y existen una gran cantidad de requisitos para controlar su dispensación. La receta de los opioides no es la misma que la de un ibuprofeno, por ejemplo. Es una receta de estupefacientes y para pedir este medicamento no vale con solicitarlo: hay que rellenar un certificado y registrarlo en el libro de estupefacientes, además de llevar la contabilidad en relación a la cantidad de estupefacientes que entran y salen de la farmacia». Aunque considera que la «crisis» de Estados Unidos está lejos de llegar a nuestro país, «el mal uso de los medicamentos siempre es preocupante. Este tiene muchas reacciones adversas, sobre todo dependencia y tolerancia, y son procesos difíciles de revertir».
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