Estornudos, congestión, secreción nasal, tos, lagrimeo, enrojecimiento de los ojos... Son solo alguno de los síntomas más comunes que comienzan a desarrollar muchas personas una vez iniciada la primavera, una estación recibida con los brazos abiertos por algunos pero también con verdadero pavor por otros. « ... Cuando hablamos de alergia todos pensamos en la primavera y es así porque se junta la alergia al polen con la de los ácaros, que es la que mayor prevalencia tiene en nuestra zona. Esta es una época de bastante presión asistencial», certifica Alejandro Joral, jefe de servicio de Alergología del Hospital Universitario Donostia, que asegura que «la prevalencia alérgica está aumentando progresivamente».
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Históricamente, reconoce el profesional, la alergia siempre se ha relacionado con la población infantil, con aquellos casos en los que la sintomatología comienza a desarrollarse durante la infancia o la adolescencia. «Pero eso no es del todo cierto», añade Joral. «Cada vez estamos viendo más pacientes adultos que se vuelven alérgicos a lo largo de la vida. Nadie está libre. Ahora mismo un 25% de los guipuzcoanos ya somos alérgicos a algo, y de ellos más de la mitad a los ácaros», corrobora. El resto correspondería a los pólenes, los alimentos o los animales.
Dentro de este incremento hay dos teorías «bastante confirmadas» que explican esta tendencia alcista. Por un lado entra en juego el tema de la «contaminación ambiental. Cada vez los alérgenos son más agresivos y producen más síntomas alérgicos. De hecho, siempre llama la atención la paradoja de que la sensibilización al polen siempre es más frecuente en las grandes ciudades que en el campo, porque se junta con las partículas contaminantes de los coches, lo que hace que sean mucho más agresivos».
Por otro lado, y por muy sorprendente que parezca, también influye nuestra buena higiene.«Hace años nuestro sistema inmunológico estaba más preparado a la hora de defendernos porque había menos higiene. Ahora que nos preocupamos más de esos aspectos, nuestro propio sistema inmune se está volviendo un poco en contra», sostiene Joral, que también apunta a un «mayor conocimiento y diagnóstico» de casos, sin olvidar de la genética de cada persona. «Lo primero de todo para que una persona sea alérgica es que tenga una carga hereditaria».
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Con el inicio de la primavera el polen se convierte en la principal amenaza de los alérgicos, llegando a producir, entre otras molestias, síntomas agudos de asma, rinitis o conjuntivitis. Todas las plantas, árboles, hierbas, arbustos y malezas producen durante todo el año estos granos microscópicos que se forman en las flores con fines reproductivos, si bien es cierto que una vez pasado el invierno suele ser el momento de mayor producción polínica.
Cada entorno tiene sus peculiaridades y es el polen de plantas y árboles el que más pacientes envía a las consultas del especialista. «Varía mucho de unas zonas a otras. En Gipuzkoa el que predomina es el polen de abedules o de pinos. Pero esto es diferente, por ejemplo, en Andalucía, donde la prevalencia es básicamente el polen del olivo. En Madrid, es el de las plataneras», explica el jefe de servicio de Alergología del Hospital Universitario Donostia, que detalla que actualmente «estamos en el pico de las alergias de gramíneas», unas hierbas que crecen en descampados y bordes de carreteras, y cuya polinización se extiende entre los meses de abril y mayo.
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Que la primavera sea más o menos agresiva con las personas alérgicas depende, en gran medida, de la meteorología. «Si durante la época de polinización hace buen tiempo y hace un poco de viento para esparcir esas partículas por el aire, nuestros pacientes estarán con muchos síntomas.Sin embargo, si llueve ese polen se quedará en el suelo y estas personas no respirarán ese polen», explica Joral, que pone de manifiesto que «el clima es determinante». La ecuación es sencilla, si hay humedad los granos pesan más y encuentran mayor dificultad para ser transportados y, por lo tanto, los síntomas en alérgicos se reducen considerablemente.
El Departamento de Salud del Gobierno Vasco, a través del Laboratorio de Salud Pública de la Dirección de Salud Pública y Adicciones, realiza un recuento de polen semanal por medio de tres captadores ubicados en Donostia, Bilbao y Vitoria. En el caso de la capital guipuzcoana, la concentración de estos microorganismos era «baja» y con tendencia descendente en el caso del polen de abedul, ciprés, fresno y plataneros.
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Conocer el riesgo de cada día puede ser fundamental para evitar los síntomas de los alérgicos al polen, que pueden provocar conjuntivitis (picor de ojos, lagrimeo, ojos rojos...), rinitis (picor de nariz, estornudos, moquillos, nariz taponada...) y asma (tos, dificultad para respirar, fatiga, crisis asmáticas incluso con ingreso), entre otras cosas. «La sintomatología suele empezar por picor de ojos, nariz, el estornudo, el moquillo, la rinorrea... Eso es bastante típico. Y puede quedarse ahí o ir acompañado de otras patologías respiratorias más de tipo asmático», explica el alergólogo.
En muchas ocasiones, sin embargo, la dificultad reside en saber diferenciar si se trata de una verdadera alergia al polen o a los ácaros o si, por el contrario, estamos ante un simple resfriado, porque la línea suele ser muy delgada. «Si se repite cada primavera o varias veces en la misma época, y más si hay alguien en la familia que lo tiene, tenemos que pensar que a lo mejor no se trata de un catarro, sino que estamos ante una sintomatología alérgica y habría que consular con un médico para realizar un diagnóstico adecuado», recomienda.
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Alejandro Joral
Jefe de servicio de Alergología del Hospital Donostia
Ante cualquiera de los dos casos, el especialista recuerda que no hay que descuidar el primer escalón del tratamiento para estas personas, que pasa por la prevención, sobre todo en días soleados y ventosos, cuando hay que evitar salidas al campo o al monte, procurar llevar las ventanilla del coche cerradas, no andar en moto o protegerse con gafas de sol.
Frente a la alergia existen antihistamínicos, corticoides o también vacunas «para hacer que nuestros pacientes puedan convivir con su alergia sin ningún tipo de problema» porque no hay que olvidar que «el paciente alérgico lo será para siempre». Lo que ocurre, matiza Joral, es que «muchas veces los síntomas disminuyen con el tiempo» de forma natural debido a que «nuestro organismo se defiende porque se da cuenta de que eso que le está atacando no está bien».
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Alergia e intolerancia. Intolerancia y alergia. Dos condiciones distintas aunque, en muchas ocasiones, ambos términos se utilicen indistintamente de manera errónea al referirse a la relación que una persona mantiene, sobre todo, con ciertos alimentos como la lactosa, los frutos secos o los huevos. La diferencia «es inmunológica», matiza Alejandro Joral, jefe de servicio de Alergología del Hospital Donostia. El paciente alérgico, explica el especialista, «está sensibilizado a los componentes del alimento, mientras que el que tiene intolerancia tiene una intolerancia metabólica». Es decir, en la alergia el sistema inmune falla y reconoce algo que no es nocivo, como un alimento, como si realmente fuese dañino. En las intolerancias alimentarias, la ingestión del alimento provoca algún tipo de alteración digestiva. «Y eso se transmite a la clínica», añade Joral. «El alérgico, al ponerse en contacto con cualquier alimento, está poniendo en riesgo su vida. En la intolerancia la sintomatología es fundamentalmente digestiva».
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