Las UCI han multiplicado camas para atender a los pacientes. y. iturgaiz

Discalculia deliberada

El árbol de la ciencia ·

El caos de cifras impide comprender la dinámica de cualquier actividad e implantar las medidas más eficaces

Domingo, 9 de mayo 2021, 08:09

Los números están omnipresentes en la vida cotidiana. Representados en sencillas operaciones matemáticas o en complejas fórmulas, describen la realidad con exactitud. Pero «los números, por sí mismos, no especifican nada. Todo depende de lo que uno haga con ellos» (SJ Gould). Miren ... el infame espectáculo populista de Trump tras el resultado electoral. O los sondeos del CIS. las víctimas de la Covid, cuya cifra real varía según la fuente y el método de análisis, tanto que científicos españoles enviaron una carta a Lancet solicitando a las autoridades que publicaran datos consistentes del número de casos, test realizados, hospitalizaciones, ingresos en UCI, recuperaciones y muertes. Aducían que el caos numérico impedía comprender la dinámica de la Covid y actuar en consecuencia. El exministro socialista M. Sebastián pidió que expertos del Instituto Nacional de Estadística examinaran los datos. Ahora el análisis se lía por dos factores: vacunas y variantes. Las cifras de paro, pobreza, déficit, deuda, impuestos, ritmo de vacunación o ayudas europeas están sujetas a idéntico desorden, provocando incertidumbre y desconfianza. ¿Hay una epidemia de discalculia para ocultar la realidad?

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La discalculia es la alteración de la capacidad de calcular. Suele estar causada por mutaciones genéticas o trastornos de la maduración de las redes neuronales implicadas en el procesamiento de los números y los conceptos matemáticos. Falla el aprendizaje para comprender y realizar cálculos. Aunque con matices, la discalculia equivale a la dislexia (dificultad para adquirir la lectura y la escritura). Se manifiesta de múltiples maneras: confusión de signos matemáticos, reversión o trasposición de números, dificultad en retener la información numérica, errores en operaciones, dificultad con el cálculo mental o los conceptos abstractos de tiempo y espacio.

Hay dos sistemas cerebrales para manejar los números. Uno es innato y el otro se aprende

Asiáticos y occidentales activan áreas cerebrales distintas al realizar cálculos matemáticos

En ocasiones, la discalculia se debe a una lesión cerebral. En estos casos se pierde la capacidad de calcular aprendida en la niñez. El señor N se golpeó la cabeza en un accidente y sufrió una hemorragia en el hemisferio cerebral izquierdo que produjo una dificultad para hablar y mover el lado derecho del cuerpo. Sin embargo, lo más llamativo era que el señor N no podía calcular. Escribía cifras al dictado con pocos errores, pero no podía repetirlas. Aunque no sabía operar con los números, se acercaba a la respuesta correcta. Así, una mano constaba de 4 dedos, una docena de 10 unidades y un año de 350 días. ¿Por qué? El cerebro dispone de dos sistemas para manejar los números. Uno valora las cantidades y está activo desde el nacimiento, es innato (un bebé distingue entre mucho y poco). Está ubicado en el surco intraparietal de ambos hemisferios cerebrales. El otro maneja símbolos numéricos y afina el cálculo. Se localiza en regiones del hemisferio izquierdo implicadas en el lenguaje y no se nace con él, sino que se adquiere en la escuela mediante un maravilloso proceso de reciclaje neuronal similar al que ocurre en la lectura y la escritura. La lesión del señor N afectaba a este último sistema y respetaba el encargado de evaluar cantidades, demostrando que el manejo de los símbolos numéricos en el cálculo fino necesita del lenguaje y del aprendizaje, fruto de la educación y el entorno cultural (si el señor N hubiese sido chino habría conservado el cálculo, ya que asiáticos y occidentales activan áreas cerebrales distintas al realizar operaciones matemáticas). Pueblos que viven aislados, como los munduruku y los piranha en la Amazonia o tribus aborígenes australianas, sin acceso a la escuela y la escritura, cuentan unas pocas unidades y solo estiman cantidades globales, como «muchos», «pocos» o «algunos» que gradúan recurriendo a «muchísimos» o «muuuuchos». No afinan más porque no saben calcular. Sus redes neuronales no se reciclaron. Si calcular nos hace humanos (algún animal estima cantidades de forma rudimentaria), el caos numérico que vivimos solo puede ser síntoma de discalculia deliberada. Números redondos, «fiables, pero no honestos», Simón dixit.

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