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«Todo está conectado». Así lo asegura Gorka Orive, catedrático de Farmacia de la UPV/EHU y coautor del libro 'Salud Global: la nueva estrategia ... frente a la amenaza medioambiental'. La publicación, que fue presentada la semana pasada en la sala de formación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Gipuzkoa, analiza el impacto en la salud provocada por la emergencia climática, la contaminación, la mala calidad del aire o la aparición de enfermedades emergentes. En ella, sus autores aportan una visión de la salud «holística» en la que la salud humana está íntimamente ligada a la animal y medioambiental.
– Aseguran en el libro que el 75% de las nuevas amenazas para la salud proceden del mundo animal. ¿Más que del cambio climático?
– El cambio climático tiene una clase de efectos que lo que pueden hacer es propiciar que algunas de estas enfermedades vía patógenos aumenten su número. Como tal, el cambio climático está aumentando las temperaturas que de por sí ya producen morbilidad y mortalidad. Pero es que el calor también hace que los vectores que transportan los patógenos tengan mayor posibilidad de extenderse geográficamente, haciendo que esos mosquitos o garrapatas traigan enfermedades.
– Añaden, además, que lejos de disminuir, estas infecciones emergentes van a continuar aumentando. ¿Podemos saber a qué nos vamos a enfrentar?
– Nosotros intentamos dar una radiografía de cómo vemos la situación ahora. Es difícil adivinar lo que va a ocurrir en el futuro. Pero cuando uno analiza cuál está siendo la evolución en los últimos 30-40 años en cuanto a aparición de nuevos patógenos, epidemias o pandemias, que están siendo cada vez más frecuentes, es difícil pensar que eso no vaya a seguir ocurriendo si no se pone algún remedio. Mientras se siga alterando esta interconexión y sigamos afectando al medio ambiente como lo estamos haciendo, directa o indirectamente nuestra salud puede verse dañada de alguna manera.
– ¿Estamos preparados para ese escenario que nos viene?
– Después de los dos o tres años que hemos tenido de sufrimiento, algo hemos tenido que aprender, ¿no?
– Dígamelo usted.
– Deberíamos haber aprendido que la ciencia y la investigación son fundamentales para el desarrollo de herramientas diagnósticas, de medicamentos, de vacunas... Los sistemas de monitorización y vigilancia también son claves para detectar esas amenazas cuanto antes. Hemos aprendido también lo importante que es la calidad del aire, tanto interna como externa. Pero no sé si a todo le estamos poniendo remedio o estamos capacitados para hacerlo, y eso puede ser clave a la hora de esos futuros riesgos y amenazas, que no sabemos muy bien cómo pueden venir, pero que pueden estar asociadas a un patógeno tipo vírico y a una transmisión vía respiratoria.
– ¿Esa responsabilidad es individual o colectiva?
– En un problema como este, que normalmente se traduce en consecuencias globales, también los remedios tienen que ser globales. Tienen que ser gubernamentales, sociales, pero también lógicamente individuales, en el sentido que siempre se puede hacer algo para reducir nuestro impacto negativo sobre el planeta. Si el concepto salud, con todo lo que integra, fuera un país, sería el quinto más contaminante del mundo. Por lo tanto, también en nuestro ámbito se necesitan implementar medidas y acciones que giren en torno a la sostenibilidad. De forma que no solo desarrollemos terapias seguras y eficaces para el ser humano, sino también que sean lo más sensibles y tolerantes para el mundo animal y el medio ambiente.
– ¿Es factible cuidar la especie humana sin dañar el ecosistema que la rodea?
– Es lo deseable y a lo que tenemos que aspirar como sociedad. Está claro que a todos los aspectos que están ocurriendo en nuestro planeta hay que darles una solución. Y no tiene que ser o blanco o negro, de un día para otro. Pero tampoco se puede demorar de forma constante y continua, como está ocurriendo en muchas ocasiones por determinados motivos. Es eso lo que pretendemos transmitir en el libro. Que todo está interconectado, que no podemos seguir tratando la salud humana como un compartimento estanco, desde un punto de vista solo antropocéntrico.
– ¿Estamos a tiempo de revertir la situación o solo de retardar los efectos?
– Quiero pensar que siempre tenemos la posibilidad de enmendar el camino e intentar controlar, paliar o reducir el impacto que se está produciendo y, por lo tanto, no asumir las posibles consecuencias que vengan. Sin duda alguna, aquí hay múltiples factores y de todos ellos yo desconozco cuáles son las respuestas. Lo importante es detectar cuáles de estos factores son ya una importante amenaza para nuestra convivencia en el planeta y atajarlo de la mayor y mejor panera posible.
– ¿Qué sería lo primero que habría que hacer?
– Hay aspectos intergubernamentales donde sería bueno la alianza multidisciplinar para detectar estos problemas y abordarlos correctamente, promover la solidaridad a la hora de aplicar tratamientos y soluciones. Muchas veces no nos damos cuenta de los problemas que hay hasta que no tocan nuestra puerta a pesar de que los tenemos en el piso de abajo. Esa conciencia tan individual debe cambiarse.
– Durante la pandemia se vio esa alianza y cooperación de la que habla. ¿Lo hemos olvidado ya?
– La pandemia ha sido un momento tremendo desde todos los puntos de vista, que ha tenido grandes hitos. Pero también ha sido un momento de mucha desigualdad. Nos ha reflejado como un problema global no se intenta solucionar globalmente. En algunos lugares no habían recibido la primera vacuna mientras que en otros países se estaba dando ya la tercera o cuarta dosis. Ha habido respuestas excesivamente tardías y eso es lo que hay que intentar optimizar y mejorar.
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