Era domingo por la mañana cuando Yolanda Sarasola recibió una llamada que le «cambió la vida». Era del hospital y «me dijeron que mi marido había sufrido un ictus. Me parecía imposible, ¡si acababa de salir de casa y estaba bien!», cuenta Yolanda, trece años ... después. Al mismo tiempo, Iñaki Díez iba en moto cuando notó que el cuerpo le dejó de responder y no le quedó otra que dejarse «caer al suelo», aún montado en su motocicleta. Tras meses hospitalizado, el lado izquierdo del cuerpo de Iñaki quedó inmovilizado. «Salimos del hospital y no sabíamos qué hacer», admite Yolanda, que asegura que Atece, la asociación de Daño Cerebral Adquirido de Gipuzkoa que celebra este año su 30 aniversario, ha supuesto «un respiro y una ayuda clave para recomponernos tanto física como psicológicamente».
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Una doctora conducía detrás de la moto de Iñaki cuando este sufrió el accidente. Tras observarle, rápidamente realizó una llamada alertando de un 'código ictus'. «Justo ese día se celebraba un evento en la ciudad, por lo que había muchas ambulancias por la zona y le subieron urgentemente al hospital», añade Yolanda. «No éramos conscientes de la que se nos venía encima».
Como secuela, el lado izquierdo del cuerpo de Iñaki quedó completamente paralizado a causa de una «hemiplejia». José Manuel Amador, presidente de la asociación Atece, explica que «el Daño Cerebral Adquirido (DCA) es una lesión repentina en el cerebro que se caracteriza por su aparición brusca y por el conjunto variado de secuelas que presenta según el área del cerebro lesionada y la gravedad del daño». Así, asegura que «la principal causa del DCA es, en un 78% de los casos, el ictus» y que «las hemiplejias y las hemiparesias -la parálisis de una mitad del cuerpo y la pérdida de fuerza en una mitad del cuerpo-, aparecen en el lado contrario al hemisferio donde se ha producido la lesión cerebral», como en el caso de Iñaki.
José Manuel Amador
PresIdente de Atece
«Un ictus te cambia la vida de repente, no te da tiempo a reaccionar. De la noche a la mañana te cambia la vida», reflexiona a día de hoy Yolanda. «Los tres meses siguientes fueron de ingreso hospitalario con tratamientos, rehabilitación, terapia ocupacional...». Iñaki tuvo que aprender a hacer todo de nuevo, pero con una sola mano.
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Cuando recibieron el alta hospitalaria y llegaron a casa, Iñaki se mantenía ocupado porque «tres veces por semana venía una ambulancia a buscarle para trasladarle a un centro rehabilitador», explica Yolanda. No fue hasta que se terminó este periodo de un año que no «asumimos la realidad. Explotó la burbuja protectora en la que habíamos estado hasta ese momento». También asegura que entraron en un estado de «incertidumbre. No sabíamos qué hacer y nos preocupaba mucho el futuro».
Dos años después del accidente, en una revisión médica, Yolanda e Iñaki se sinceraron sobre sus inquietudes y ahí fue cuando «nos hablaron de Atece por primera vez. Nos pusimos en contacto y descubrimos una asociación dispuesta a ayudar no sólo a los afectados de DCA, sino también a sus familias», relata Yolanda.
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«Encontramos un grupo de gente, como nosotros, que había pasado por las mismas vivencias aunque cada uno con sus circunstancias». Yolanda e Iñaki llevan, aproximadamente, once años formando parte de Atece. «Ha sido un respiro, nos ha dotado de las herramientas suficientes para seguir recomponiéndonos, tanto física como psicológicamente; a nivel personal y social. Ahora vivimos con dignidad», reiteran.
Los servicios que ofrece Atece son variados e incluyen tanto atención psicosocial y neuropsicológica como actividades de ocio y tiempo libre. Dos veces al mes realizan salidas culturales y «luego se van a comer por ahí», los viernes van a la piscina y, una vez al año, «se van de vacaciones. Les mantienen ocupados, con ilusión y tienen su propio espacio». Yolanda asegura que «Iñaki se levanta todos los días muy motivado. Ha socializado mucho», cuenta haciendo referencia a cómo ha cambiado su vida desde que se unieron a la asociación. «De repente te ves en mitad de la oscuridad, y en Atece hemos encontrado esa 'lucecita' que te anima y te hace seguir adelante».
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En su 30 aniversario, Amador rememora sobre el inicio y la trayectoria de Atece: «surgió en 1994, después de que se juntaran tres familias ante las carencias sociosanitarias, la falta de atención por parte de la Administración y la inexistencia de apoyo a los familiares» con el objetivo de «alzar la voz para dar a conocer este vacío existente». A día de hoy, Atece cuenta con unos «230 usuarios» y se consideran una «gran familia».
El presidente celebra, orgulloso, cómo los socios «se ayudan , se apoyan y se empujan los unos a los otros. Al final, todos hemos pasado por lo mismo aunque las secuelas son muy diferentes entre sí». Amador tiene claro que «el mayor objetivo de la asociación es que los usuarios vivan lo mejor posible. Pero sus familias, también». Por ello, «damos mucha importancia a las actividades fuera de la asociación, que incrementan su autonomía y autoconfianza y benefician tanto a la persona usuaria como a su familia, porque cuando una persona adquiere un daño cerebral, no lo sufre solo esa persona, sino que también lo sufre su mujer, sus padres, sus hijos...». Amador también advierte de que «hemos detectado que el daño cerebral adquirido empieza a afectar a gente joven. Estamos viendo mucho accidente craneoencefálico con las motos, los patines, o las bicicletas; son gente joven que se da un golpe o tiene un accidente y acaba muy mal».
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