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Arrancó la pandemia y crearon un equipo de ensueño con las mejores figuras para hacer frente a un reto mayúsculo, el Covid-19. Formaron un ... tándem al que llamaron LABI, con reuniones programadas cada 15 días para revisar la evolución del virus y acordar las mejores tácticas para vencerlo. A los mandos, el lehendakari Iñigo Urkullu, y como figura clave y coordinador, su hombre de confianza, Jonan Fernández.
Primero hicieron frente a la campaña más dura, la del primer impacto de la pandemia, en un terreno totalmente inexplorado pero tras sesiones interminables, cierres completos de la actividad y multas que ahora serán devueltas o no cobradas, lograron superar ese primer reto. La primera ola, el primer anillo.
Se confiaron en el segundo topetazo pandémico. Dejaron de entrenar y levantaron la guardia (la emergencia sanitaria). Con un anillo era suficiente. Pero no. Se retorció el bicho y lo que se barruntaba como el verano de la vuelta a la normalidad, se transformó en un nuevo reto. La fiesta tras la primera ola dejó secuelas y el equipo volvió a unirse para enfrentarse otra vez a un desafío conocido. Pero en esta ocasión, con una táctica más duradera. Se sacaron de la manga la palabra 'no fiestas' y hacían frente a cada brote con esa explicación. Que si 'no fiestas' por aquí y 'no fiestas' por allá. Coto a las pistas de baile, cierre de bares y toque de queda. Intensificaron sus sesiones y volvieron a superar una nueva ola. Segundo anillo, y como premio, apertura en Navidad para todo el mundo.
Pero la resaca volvió a ser demasiado intensa. Los expertos avisaron de que llegaría un desafío mayor, con el virus mutando a 'british' y paseándose por Europa a sus anchas. No entendimos el riesgo que suponía una mutación del coronavirus y creíamos que la transformación de la cepa a inglesa solo nos afectaría en iniciar las frases con un «in my opinión» en vez de «en mi opinión». Pero no, las vacunas llegaban con cuentagotas y había que volver a echar mano de un férreo toque de queda para imponerse a la tercera ola. Entre tanto, otra interferencia, en forma de sentencia del Superior vasco para que reabrieran los bares. Eso unido al hastío ciudadano con las restricciones supuso una nueva vuelta de tuerca a la ya de por sí denostada imagen del LABI. Eran el patito feo, aquellos que solo comparecían para prohibir; los enemigos públicos de una sociedad enfurecida ante un virus que seguía matando de forma silenciosa. Se hicieron fuertes y llegaron otra vez a doblegar la tercera ola. Otro anillo a las puertas de la Semana Santa.
Iñigo Jackson y Jonan Jordan sabían que no podían bajar la guardia y llegó una cuarta ola. Y volvieron a enfrentarse a decisiones judiciales y al fin del estado de alarma. Cansados y con cada vez menos herramientas para aplicar su librillo de jugadas preferentes, tejieron nuevas fórmulas para salir otra vez airosos. Cuarta ola superada, el cuarto anillo ya era una realidad y parecía que se acercaba el fin de una era, la de los LABIs encadenados tras el final del estado de alarma.
Y ahí llegó la Delta, de sopetón, en pleno inicio del verano, con la vacunación acelerando y el pueblo deseando irse de vacaciones. Iñigo y Jonan se reunieron y dijeron: «Hagámoslo por última vez, que sea el último baile». Y así sucedió. Sin apenas herramientas externas para aplicar horarios; botellones por doquier con altercados noche sí y noche también y nuevos reveses judiciales, el pronóstico no era muy halagüeño. Pero otra vez sacaron fuerzas de flaqueza y las medidas aplicadas han acabado dando sus frutos, gracias también a los acólitos seguidores que han confiado en que esas restricciones eran siempre por su bien.
Ayer, convocaron el último LABI y dieron la última rueda de prensa para confirmar que habían logrado llegar a destino, doblegando la última ola, logrando el quinto anillo y anunciando su disolución. El último baile ha finalizado con éxito, aunque no hay que olvidar a las casi 5.000 víctimas mortales que ha dejado el virus y los estragos ocasionados a miles de personas. Mañana será el turno de brindar por la vida y bailar, ahora sí, de verdad por ella.
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