Algunos científicos auguran que en 10 años se creará un nuevo ser humano híbrido, con gorro conector a internet. REUTERS
El árbol de la ciencia

Neuroderechos y pólizas de seguro para viajar a Marte

Utilicemos los recursos para resolver los problemas reales de la enfermedad cerebral

Domingo, 16 de enero 2022, 12:15

Hace 80 años, Isaac Asimov propuso las Tres Leyes de la robótica: Un robot no dañará a un humano o, por inacción, permitirá que un humano sufra daño; un robot debe cumplir las órdenes dadas por personas, a excepción de aquellas que entren en conflicto ... con la primera ley y un robot debe proteger su propia existencia, siempre y cuando la protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley. La robótica ha progresado una barbaridad desde entonces y no ha sido preciso aplicarlas.

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Hoy, reputados científicos alertan del riesgo de que manipulen la actividad de su cerebro e instan a tomar medidas éticas y legales que agrupan bajo el término «neuroderechos». Los principales son el derecho a la privacidad mental (proteger los datos neuronales individuales), a la identidad y al libre albedrío. En principio, sus destinatarios son enfermos tratados con la implantación intracerebral de estimuladores, mantas de electrodos o interfaces cerebro-ordenador. La tecnología se ha sofisticado y hay chips que contienen programas de inteligencia artificial que recogen la actividad neuronal, la decodifican y sugieren la siguiente acción o directamente lo activan y mueven la extremidad paralizada o previenen crisis epilépticas y temblores. Es decir, el algoritmo lee la actividad neuronal, decide qué hacer y lo ejecuta activando o inactivando redes neurales. Algún paciente afirma que ha integrado el chip en su personalidad y lo considera parte integral de ella. Este raro efecto despersonalizador es preocupante. Además, si la actividad neuronal representara un pensamiento, ¿podrían leer su mente, sus intenciones? Imagine que un dispositivo detectara el patrón neuronal correspondiente a un pensamiento que perjudica a su empresa, ¿debe informar al jefe? Y si fuera una idea peligrosa o ilegal, ¿debería serle atribuida y ser tratada como un delito aunque no se hubiera verbalizado? Si alguien con un chip para mover su brazo protésico agrede a un amigo con quien discutía porque activó más áreas cerebrales de las necesarias para mover el brazo, ¿es responsable? Por último, si, para controlar la enfermedad, el sistema se implanta en una zona implicada en la toma de decisiones morales y analiza las opciones mejor que el propio individuo y toma las riendas de su vida, ¿sigue siendo humano? Calma. Estamos muy lejos de que la neurotecnología terapéutica lea la mente con sentido, mueva manos con precisión o tome decisiones complejas. De todos modos, estos supuestos deberían considerarse antes de la operación, cuando se firma el consentimiento informado. ¿Alguien con un daño neurológico incapacitante renunciará por temor a un futurible altamente improbable?

El problema es que hay un interés comercial (y militar) en aplicar neurodispositivos a personas sanas para supuestamente mejorar su rendimiento cognitivo, motor o emocional. Y estos científicos auguran que en 10 años se creará un nuevo ser humano híbrido (con gorro conector a internet) y temen que un desaprensivo pueda aprovecharse de su candidez y «robarle la mente». Distopía habemus. Este argumento no contempla la fisiología real del cerebro sano, sino que la simplifica, la computariza y robotiza al ser humano. Mantengo la apuesta de 100 € de que es muy improbable que una neurotecnología (y mucho menos si es no invasiva, tipo gorro, diadema o casco) mejore (o robe) significativa y permanentemente funciones intelectuales complejas en sujetos sanos sin producir efectos adversos neuropsiquiátricos. No obstante, está bien contemplar este escenario porque, si ocurriera, se originarían dudas éticas sobre seguridad, equidad (no todos tendrán acceso si el precio es alto) y coerción (nadie querrá quedarse atrás). De hecho, también está bien vender seguros para viajes de fin de semana a Marte. Un consejo: Mantenga una gran dosis de escepticismo y pensamiento crítico para situarse entre los apocalípticos y los integrados. Y un ruego: Destinen los recursos a prevenir y tratar los problemas que la enfermedad cerebral causa a mil millones de personas en el mundo. Es la prioridad.

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