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Itxaso Martínez en la playa de La Concha. Iñigo Arizmendi
Itxaso Martínez: «Nos podemos hacer daño si nos bloqueamos y negamos que estamos en otra normalidad»

Itxaso Martínez: «Nos podemos hacer daño si nos bloqueamos y negamos que estamos en otra normalidad»

Itxaso Martínez, psicóloga ·

Convencida de que «la conexión con la vida pasa por la conexión con uno mismo», la psicóloga baracaldesa afincada en Donostia Itxaso Martínez reflexiona sobre cómo nos han afectado las semanas de confinamiento y la desescalada a la llamada 'nueva normalidad'

Jesús Falcón

San Sebastián

Sábado, 6 de junio 2020, 07:35

- A punto de cambiar de fase y de dejar atrás las restricciones, ¿cómo cree que estas semanas pasadas han afectado a la salud mental de la población, nos dejará secuelas?

- Ahora quien más y quien menos está sufriendo reacciones emocionales más fuertes de lo que es habitual. Sin embargo, esto no tiene por qué mantenerse en el tiempo si no nos quedamos bloqueados en ello. Habrá que esperar para ver cuáles son las consecuencias a medio plazo del estrés emocional que hemos vivido durante los meses anteriores, pero se prevé que sobre todo las personas que ya tenían una vulnerabilidad previa empeoren su estado de salud.

- Supongo que habrá personas más afectadas que otras.

- Sí, habrá que prestar especial atención a la gente que haya sufrido más de cerca el envite del coronavirus. Por ejemplo, se están llevando a cabo programas de ayuda psicológica dirigidos a prevenir el estrés postraumático en el personal sanitario. Han estado expuestos a un alto estrés continuo por la dureza emocional del trabajo que han llevado a cabo, con cambios constantes de protocolo por el desconocimiento del virus, y muchos con miedo a contagiar a familiares de riesgo. Todo ello sin los mecanismos habituales de regulación: no podían desconectar paseando tras una larga jornada de trabajo, o saliendo al parque a jugar con sus hijos, lo que aumenta enormemente las probabilidades de que en un futuro desarrollen síntomas de ansiedad o depresión. Y por supuesto, habrá que vigilar de cerca a las personas que han sufrido la enfermedad o que han perdido un ser querido en estas circunstancias aún más duras de aislamiento.

- ¿Hay algún problema que destaque más que otros, que llegue más a las consultas estos días?

- En mi caso, que no trato trastornos graves, lo que más estamos trabajando es la dificultad de superar el miedo que ya se ha instaurado en nuestro cerebro. El miedo cumple una función protectora, asegura que tomemos las medidas necesarias para nuestra supervivencia. Nos lleva a ser prudentes y nos ha ayudado a quedarnos en casa y adaptarnos a la situación como mejor hemos podido. Ahora en la desescalada nos tenemos que ir dando tiempo para volver a esta rara normalidad, tomando medidas de precaución para nosotros y para las personas más vulnerables al coronavirus.

- Pero no es tan fácil asumir el miedo...

- Hay muchas personas que no tienen una relación saludable con el miedo: bien por defecto, con una baja percepción del riesgo que les lleva a llevar a cabo comportamientos inadecuados, o bien por exceso, como las personas que sufren ansiedad porque su cerebro sigue hiperactivado generando síntomas de alerta excesiva. Esta segunda posibilidad puede llevarles al bloqueo y a limitarse hasta el punto de no poder salir de casa.

«Los cambios de ánimo y la irritabilidad han formado parte de nuestro día a día estos meses»

- Sin entrar en trastornos o enfermedades, ¿en qué se ha manifestado toda esta situación en nuestro día a día?

- El coronavirus nos ha obligado a realizar muchos cambios en nuestras vidas y todo ha ocurrido muy rápidamente, sin que la mayoría lo viésemos venir. Los cambios de ánimo y la irritabilidad han formado parte de la rutina de la mayoría de las personas, que nos hemos tenido que enfrentar a la incertidumbre de la que siempre estamos intentando escapar. Desde el cierre de los colegios hasta la declaración del estado de alarma estábamos en estado de shock y aún no entrábamos en la verdadera emoción de lo que esto iba a suponer. El miedo en ese momento entraba por oleadas, cuanta más información llegaba más nos preocupábamos, y luego volvíamos a organizarnos. Cuando el confinamiento se alargó y las medidas se endurecieron todos empezamos a preocuparnos más por el impacto económico que esto iba a tener y las consecuencias a medio y largo plazo. En esta etapa es cuando posiblemente el impacto emocional ha sido mayor, por supuesto dependiendo de la dureza de la realidad a la que cada uno se haya tenido que enfrentar.

- ¿Y ya hemos aceptado esta situación?

- Sí, en general la aceptación llega tras el afrontamiento de la etapa, cada persona con los recursos que tiene. Pero durante la desescalada, además de la incertidumbre, se ha generado más malestar por la confusión sobre lo que se podía o no hacer. Al comienzo todos soñábamos con esa vuelta en la que todos regresaríamos a la normalidad y celebraríamos que todo hubiera pasado. Sin embargo, no es esa normalidad la que finalmente tenemos. Las expectativas frustradas, los mensajes cambiantes de lo que es y no seguro, las normas con falta de concreción, los cambios constantes de criterio en lo que se puede o no se puede hacer nos deja sin una estructura que nos de seguridad, y cada cual reacciona buscando su propia seguridad como suele hacerlo.

«Algunas personas han encontrado dentro de sí recursos que no pensaban que tenían y valoran más lo que tienen»

- ¿Y los niños? ¿Qué huella les puede quedar?

- Los niños son el reflejo de lo que pasa en casa. Algunos lo recordarán como el periodo que tuvieron para pasar más tiempo en familia, jugando, compartiendo. En general no ha sido nada fácil para las familias. Los padres y madres hemos tenido que hacer frente a nuestras propias emociones durante esta crisis, a los cambios laborales, algunos con teletrabajo, con horarios aún más estresantes o enfrentarnos a la pérdida de la seguridad laboral. Además hemos tenido que hacer un sobreesfuerzo por ayudarles a adaptarse a las nuevas exigencias escolares. Y sin poder salir de casa para desfogarse en el parque, estar con otros niños o hacer deporte. Pero los niños son los que mejor se adaptan a las situaciones si los padres sabemos cuidar de sus necesidades básicas de atención y afecto y les ayudamos a regularse adecuadamente.

- ¿Y los que tenían algún problema previo?

- En efecto hay niños que no tendrán tanta suerte. Niños que antes podían tener circunstancias personales más complicadas y tenían síntomas leves, si no se ha sabido gestionar bien en su entorno familiar, mostrarán un empeoramiento de los síntomas. Habrá que ver la gravedad de los mismos y si es algo puntual que va mejorando o si realmente se necesita una intervención profesional para encaminar un desarrollo emocional adecuado.

Consejos para la desescalada

  • Estado de ánimo: «Incorpora rutinas diarias que te ayuden a mantener tu estado de ánimo en calma y en contacto con el bienestar»

  • Ansiedad: «Practicar varias veces al día la respiración diafragmática puede ayudarte a relajar tu sistema nervioso. Sé amable contigo mismo en estas circunstancias, hemos pasado por momentos duros y restablecer la normalidad puede costar un tiempo»

  • Desenchufar: «Todos los días dedica unos minutos para permanecer activamente en el aquí y ahora, sin distracciones. Practicar ejercicios de 'mindfulness' te ayudará a cargar la batería»

  • Incertidumbre: «Creer que tenemos un control total de nuestra vida nos da una falsa sensación de seguridad. Tolerar la inseguridad y aceptar nuestra vulnerabilidad es uno de los grandes aprendizajes que nos hará más fuertes y serenos»

- ¿Cómo cree que nos adaptaremos a esa nueva normalidad?

- Las crisis forman parte de la vida, lo queramos o no. Esta es una más de muchas a las que tendremos que hacer frente. Todos tendremos que hacer cambios y cada uno tiene formas diferentes de hacerles frente: podemos hacer como que no pasa nada y todo sigue igual, resistirnos a lo que nos va llegando, luchar con fuerza para que el cambio no se dé, culpabilizar a otros o a nosotros mismos por la situación que no nos gusta, quedarnos bloqueados y adoptar una posición pasiva, etc. Todas estas reacciones son normales y no pasa nada si pasamos por ellas. Lo malo es permanecer en ellas demasiado tiempo sin plantearnos cómo estamos reaccionando y sin encontrar otra forma más saludable de hacerlo.

- Se ha repetido la frase que 'de esta saldremos mejores', ¿de verdad podemos sacar algo positivo?

- Una vez que hemos superado la primera reacción y hemos pasado el duelo de lo que perdemos con estos cambios podemos adoptar un papel más proactivo. En la medida de lo posible podemos parar para hacer una revisión de cómo era nuestra vida antes y cómo queremos que sea, de qué recursos disponemos y qué recursos queremos desarrollar para enfrentar la nueva normalidad. Muchos de mis clientes me cuentan que en esa revisión se han sorprendido con más recursos de lo que pensaban para hacer frente a las dificultades reales, esta situación les ha ayudado a revisar sus valores y a hacer un giro de qué es lo importante y qué no lo es tanto como antes pensaban. Ahora nos toca ver cómo seguimos manteniendo en el día a día esas nuevas creencias y cómo las integramos en nuestras vidas.

«Es importante no añadirse emociones de culpa y tratarse a uno con amabilidad»

- También se dice, por el contrario, que esta crisis ha sacado lo peor de algunas personas.

-Para la mayoría de nosotros este confinamiento ha sido algo muy estresante y me temo que el ser humano en situaciones de estrés continuo reacciona de forma impredecible. El enfado y la rabia son emociones energizantes que nos movilizan ante la frustración de no poder cubrir nuestras necesidades, con el fin de defender nuestros derechos o los de los demás, y poner límites y asegurar que otros respetan las cosas que son importantes para nosotros. Hay personas, que por su historia de vida son especialmente sensibles a estos aspectos. En esos momentos no nos paramos a pensar qué circunstancias personales tienen otros para estar haciendo lo que hacen y saltamos directamente a defender lo que creemos justo. Son situaciones límites en las que reaccionamos de forma diferente a la que lo haríamos en otras circunstancias.

- ¿Hay algún consejo fácil de aplicar en el día a día?

-Cada persona va a necesitar un ritmo diferente para pasar lo que llamamos la curva de la emoción: la emoción tiene un ciclo en la que, si se gestiona de forma adecuada, llega y luego se va cuando ya ha hecho su función. Pero cada persona tiene un ritmo diferente según sea su historia evolutiva. Es importante no añadir emociones de culpa por sentirse así, tratarse con amabilidad y cuidarse dando pequeños pasos para buscar una nueva seguridad que nos permita ir cada día más lejos.

«Los abrazos, tocarse, son una necesidad básica que nos nutre afectivamente, que puede ser el mejor medicamento»

- ¿Habrá personas a las que les afecten las mayores distancias sociales o no poder dar abrazos, que lo pasen mal por ello?

- No todo el mundo tiene la misma relación con el contacto físico, depende, sobre todo, de las experiencias infantiles que hayamos tenido. Sin embargo, está demostrado que es una necesidad básica que bien gestionada nos nutre afectivamente, nos ayuda a sentirnos queridos y nos reconforta. Cuando sentimos estrés o un dolor emocional, el contacto cálido con otra persona es capaz de cambiar la química del cerebro y nos ayuda a calmarnos y a estar más en contacto con nuestra capacidad de hacer frente a las situaciones estresantes de la vida. Un abrazo, un pequeño toque en un momento adecuado, o una conversación cercana y afectuosa pueden ser los mejores medicamentos para pasar momentos duros. Va a ser una necesidad que no va a estar tan satisfecha como en otros momentos, tendremos que reinventarnos para sentir esa cercanía mientras seguimos con las medidas para asegurar nuestra salud física.

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