C. M. Sánchez
Domingo, 24 de febrero 2019, 08:40
Póngase los auriculares y déjese arrullar. Se conoce como ASMR -respuesta sensorial meridiana autónoma- y hace furor en Internet. YouTube está plagado de vídeos en los que una chica de aspecto angelical habla en susurros mientras frota, araña o tamborilea objetos diversos junto a un micrófono. El objetivo es producir en el que lo ve una sensación placentera y de calma, que a veces va acompañada de cosquillas en la nuca y el cuello. Muchos dicen que los ayuda a relajarse e incluso a dormir.
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El fenómeno no es nuevo -empezó en 2010-, pero sí que es nuevo el interés que ha despertado entre los científicos, que estudian mediante resonancia magnética qué ocurre en el cerebro durante una sesión de ASMR; y si puede convertirse en una terapia para los trastornos de estrés y ansiedad. Sus entusiastas lo tienen claro y lo comparan con el mindfulness (meditación).
Hay canales especializados, como el de la española Ana Muñoz, que en sus vídeos bisbisea, cloquea, ronronea, acaricia con pinceles distintas superficies, toquetea botellitas a medio llenar, chasquea los dedos… Y, mientras tanto, mira a cámara como si mirase a los ojos. Y crea una atmósfera de intimidad que ha embelesado a más de 430.000 suscriptores.
El ASMR se basa en la capacidad del cerebro para la sinestesia, una sensación que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra.
Hay quien lo llama 'orgasmo cerebral', e incluso se ha creado una variedad de porno en torno al ASMR, pero esto invita a la confusión, lo que se persigue no es la excitación erótica, sino la relajación. Los escáneres demuestran que las sinapsis -corrientes eléctricas que conectan neuronas- se disparan en algunas personas en la corteza cerebral, donde se mezclan redes neuronales diferentes. También se reduce el ritmo cardiaco. Y aumenta la conductividad de la piel.
Sonidos de la infancia
Los vídeos ASMR relajan porque ciertos efectos sonoros y visuales nos remiten a situaciones agradables vinculadas a la infancia. los sonidos oclusivos con la boca, los crujidos del papel de regalo, el cepillado del cabello, la repetición en voz baja de palabras mimosas…
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A esto se suma que somos seres empáticos. Las neuronas espejo se activan cuando observamos esa misma acción ejecutada por otro individuo. Por eso, ver a otra persona pasándose una pluma o una brocha por las mejillas nos predispone a sentir un suave hormigueo.
Piel de gallina
La sensación de una descarga electrostática -piel de gallina- es otro efecto asociado, como cuando nos besan en la oreja o en el cuello. Con todo, algunas personas son inmunes. Y a otras estos sonidos les provocan una sensación molesta, llamada 'misofonía'.
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