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Jueves, 1 de julio 2021, 11:11
La Unidad de Neurociencias Clínicas de Policlínica Gipuzkoa dispone de un servicio de terapia familiar, en el que no sólo se trabaja junto a la persona que padece una enfermedad o un trastorno de conducta, sino que se hace también con la familia. El objetivo es ayudar a todas las partes a entender y convivir con el padecimiento del enfermo, establecer un contexto de charla entre los miembros de una familia que les permita salir con un aprendizaje común que les resulte beneficioso para todos los miembros. Markel Aguirresarobe es psicólogo de la Unidad de Neurociencias Clínicas de Policlínica Gipuzkoa y a continuación nos cuenta en qué consiste la terapia familiar y las ventajas que puede llegar a tener.
Junto al padecimiento del paciente hay una serie de personas que sufren alrededor de él. El objetivo de cualquier terapia suele ser generar un cambio y diversos estudios demuestran que trabajando sobre el núcleo más íntimo de un paciente se pueden generar cambios muy exitosos y que a veces son hasta más rápidos. Incorporar a la familia a la terapia ayuda a comprender.
A aquellas personas que tienen un padecimiento psicológico que puede expresarse en diversas áreas. No podemos olvidar que las personas no somos independientes al contexto. Una de nuestras mayores fuentes de apoyo, y a la vez de sufrimiento, es la familia. Es una oportunidad de trabajo importante que no podemos desdeñar y la intención de incorporar a las familias a las terapias es ayudar a las personas con un diagnóstico psicológico, con dificultades relacionales, a adolescentes de violencia filioparental, a quienes que sufren anorexia o bulimia, TDH, y en general cualquier enfermedad que supone un cambio para todo el entorno, como son también las enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer, esclerosis, lesiones medulares,…
La incorporación de la familia se propone para que aprenda y pueda ser un soporte en positivo. Ayuda a que el enfermo pueda desempeñarse mejor en el ámbito familiar, académico o profesional y a que la familia pueda aprender a relacionarse con su familiar.
La terapia familiar está diagnosticada para enfermedades crónicas en las que se genera sufrimiento y no hay una cura posible. Hablamos de Alzheimer, Parkinson, enfermedades neurodegenerativas, en el caso de que un familiar pase por un proceso de cáncer o de enfermedades que no son curables per sé, pero en las que tenemos que asistir a una despedida prolongada de una familia hacia un ser querido. Hablar libera mucho, es un proceso muy doloroso, pero a la vez calma.
No hay un proceso cerrado porque hay que estar abierto a las necesidades de la familia. Hay quienes prefieren que venga el enfermo, hay otros que quieren hablar de los temas más hirientes en un contexto de escucha y otros prefieren combinar. En este sentido, es un proceso en el que siempre están presentes los espacios individuales para cada una de las personas, para que cada una exprese en un contexto íntimo su malestar.
Principalmente adquieren herramientas y habilidades para que la familia no sea un barco a la deriva, que sepa coger el timón y la vela, arreglarlo y que pueda navegar por un mar turbulento como es la vida. El proceso siempre va a tratar de capacitar, después de concienciar, de lo que hay en la familia.
La terapia familiar nace de manera estable en los años 50 en un intento de aunar diversas corrientes en la psicología. Aúna criterios y teorías de diferentes enfoques, pero siempre teniendo en cuenta que la base de la identidad de una persona está en la familia. La terapia familiar comenzó a establecerse de manera pionera en Estados Unidos y Europa. En España hace 40 años que se creó la Asociación de Terapia Familiar y es está claro que la terapia familiar es un campo donde todos los psicólogos nos podemos encontrar, donde hay criterios comunes y consenso.
Hablar sobre las dificultades propias, sobre lo que no nos gusta de nuestra pareja o nuestro hijo o sobre qué nos pone de los nervios es muy angustioso. Uno sufre y muchas veces es difícil identificar y hablar sobre este tipo de cosas porque nosotros mismos nos bloqueamos. Cuando se habla, cuando los diferentes malestares se ponen sobre la mesa, uno se libera. A partir de ahí la cosa cambia porque las cartas están sobre la mesa y eso no es algo que hacemos en nuestras relaciones del día a día. Lo normal es dar cierta apariencia de que en la vida las cosas nos van bien y hay dificultad para hablar de lo que nos sucede realmente a nivel emocional.
Nosotros crecemos en un núcleo y los primeros años de vida son muy importantes. Hasta los seis años conformamos nuestra personalidad con respecto a la familia y esto vuelve a suceder en la adolescencia. Ahí los jóvenes intentan desmarcarse de la familia a la que han estado muy unidos y lo hacen a su manera. Dentro de nuestra identidad, la familia es la base, donde hemos aprendido cómo y cómo no relacionarnos. Puede ser que no nos guste cómo nos hemos relacionado con nuestra madre, por ejemplo. Pero por presencia o ausencia constituye un pilar básico en nuestra identidad. A partir de ahí, tener con qué trabajar en este sentido nos da una riqueza impresionante. Podemos obtener muchísima más información de un paciente estando la familia incorporada que haciendo una terapia individual.
Dependiendo del caso. Nos encontramos con familias sobreimplicadas en el padecimiento, por ejemplo, de un adolescente. Y el trabajo va orientado a que dejen nadar solo al paciente. También nos encontramos con familias que quizá le estén dejando nadar demasiado solo y necesiten supervisar a la persona. Lo conveniente es escuchar: escuchar las necesidades. Las de cada miembro de la familia son diferentes y la familia debe acertar a construir ese puzle para que las necesidades estén satisfechas de diferente manera y atendiendo a cada individuo. Y no sólo se construyen mediante la satisfacción de deseos, sino poniendo límites a esos deseos. Un papel clave en la crianza es establecer límites y normas.
Cuando hablo de establecer límites puede parecer que hablo de niños, pero también me refiero a la población adulta porque para ellos también sigue siendo un referente la familia. En este sentido sigue siendo beneficioso incorporar a las familias porque en la etapa adulta siguen siendo modelos muy importantes para la persona que está siendo atendida.
Una consulta muy habitual suele ser la de un familiar que acude pidiéndonos ayuda para atender a alguien que no desea venir. Son situaciones complicadas, donde es difícil crear un espacio terapéutico si no hay voluntad de asistir al mismo.
Encontrarse con un contexto de respeto, escucha y participación en el que se vendrán tratando cuestiones con las que puedan estar sufriendo y donde se les puede ir acompañando en un proceso en el que irán adquiriendo herramientas para poder cambiar ese sufrimiento o llevarlo de manera más satisfactoria.
Viven la terapia de manera diversa. Cada una es única, como cada persona. La propia familia marca un ritmo en el contexto terapéutico y vamos acompañando ese ritmo porque nuestro objetivo es acompañar a una familia para que pueda generar unas relaciones más satisfactorias entre los miembros.
Muchas salen reforzadas en sus relaciones. Son muchas las que acuden con una idea de querer solucionar una cosa específica y salen con una visión más amplia de cuáles son las dificultades, la problemática y las fortalezas de la familia. Salen con una visión más global, es un aprendizaje en común que resulta beneficioso.
Tel: 943 50 20 49
http://bit.ly/unidadneurocienciasclinicas
comunicación.gpk@quironsalud.es
Paseo de Miramón, 174, 20014 Donostia- San Sebastián
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