Secciones
Servicios
Destacamos
El aumento de positivos por el impacto de la tercera ola vuelve a presionar la labor de los rastreadores, que están realizando 1.000 llamadas al día solo en Gipuzkoa para completar el complicado puzle de la transmisión del virus y ... dar con los contactos estrechos de cada positivo. Es una de las llamadas que nadie quiere recibir, porque en el mejor de los casos supone tener que estar en casa aislado durante diez días; eso si nada se complica, porque si algo ha demostrado el Covid-19 durante estos meses de existencia es que puede poner patas arriba la vida de cualquiera.
El aviso lo realizan los rastreadores, personal de Osakidetza, Osalan y estudiantes de enfermería que tienen como misión buscar a quienes hayan estado a menos de dos metros de una persona contagiada, sin mascarilla y por un tiempo acumulado de más de 15 minutos. Gipuzkoa cuenta con 209 de los 489 rastreadores de Euskadi para llevar a cabo esta labor. En estas cifras no incluyen al personal de Osalan, a otros servicios de Osakidetza que se van incorporando según va necesitando el equipo que coordina la red de rastreadores, y a los voluntarios de fin de semana. Cada caso es diferente al otro, y todos hay que analizarlos minuciosamente para que ningún contacto estrecho de una persona contagiada se quede sin avisar, aislar y hacer las PCR correspondientes.
equipo de rastreo
seguimiento
El tiempo que se tarda en dar con todo el listado de personas que han estado en contacto estrecho con un caso positivo oscila entre las diez y las trece horas de trabajo. El primer paso en la labor de estos trabajadores -a tiempo completo de lunes a viernes, y voluntarios de fin de semana en turnos de doce horas- es avisar a los positivos de su contagio porque a veces son ellos mismos quienes les comunican los resultados. Tras comprobar que su estado de salud es relativamente bueno y que no tienen mayores problemas, les explican cómo es el protocolo de aislamiento y aquí comienza la tarea de investigación: con quién han compartido su tiempo, dónde trabajan, si hacen deporte, solos o acompañados... A partir de ahí una lista de nombres y teléfonos con los que deben contactar lo más rápido posible si consideran que son contactos estrechos.
Para esas personas cercanas a un positivo el protocolo dice que se deben aislar, hacer una PCR y si el resultado es negativo seguir confinados hasta diez días más, ni uno más ni uno menos. El octavo día se hacen la segunda PCR y, aunque sea negativa, deben permanecer el noveno y décimo día en soledad para certificar que no tienen ningún síntoma. El confinamiento se alarga si el positivo es dependiente y obliga a tener una persona que cuide de él. En este caso, además de hacer el confinamiento del positivo, que son diez días, debe añadir otros diez más de prevención y que todos las PCR que se hagan resulten siempre negativas.
Donostialdea 85 rastreadores, 27 de ellos fisioterapeutas, 20 enfermeras y 11 administrativos.
Goierri-Alto Urola 29 rastreadores, 12 de ellos fisioterapeutas y 10 enfemeras de apoyo.
Debabarrena 28 rastreadores, 14 de ellos fisioterapeutas, 5 auxiliares administrativos y 4 enfermeras.
Tolosaldea 27 rastreadores, 13 de ellos fisioterapeutas, 5 enfermeras de apoyo y 3 administrativos.
Debagoiena 24 rastreadores, de ellos 11 fisioterapeutas, 6 enfermeras de apoyo y 2 administrativos.
Bidasoa 16 rastreadores, de ellos 5 enfermeros de apoyo, 5 auxiliares administrativos y 3 fisios.
Además de localizar, los rastreadores hacen un trabajo de acompañamiento, son quienes se encargan de saber cómo están todas las personas confinadas, en diez días al menos contactan con ellas cuatro veces para comprobar que la enfermedad no va a más. En caso de necesitar atención médica, son también ellos quienes gestionan las citas médicas, visitas a domicilio, o en el peor de los casos la hospitalización. Teléfono y paciencia son las dos armas de las que hacen uso para conseguir que los contactos de un positivo cumplan con las normas y el virus no se expanda. Son jornadas de trabajo en las que no se separan de la línea telefónica. En Gipuzkoa realizan en una jornada una media de mil llamadas diarias.
El primer grupo de rastreadores se formó en mayo del año pasado. Eran 34 personas, y a medida que la pandemia iba creciendo se fueron sumando integrantes, muchas veces a un ritmo inferior al deseado como en la segunda ola, en la que el volumen de trabajo era tal que se acumulaban los retrasos por la falta de personal. Empezó formando esos equipos el sector de enfermería, en agosto se sumaron nuevos perfiles como trabajadores sociales, administrativos y fisioterapeutas, y en septiembre a estudiantes de enfermería y sanitarias embarazadas.
Una herramienta que debía descargar de trabajo a los rastreadores es la aplicación para móviles 'Covid-19.eus', una app que tardó en llegar y que apenas se utiliza por parte de la ciudadanía. En septiembre estaba lista para ser descargada en cualquier tipo de dispositivo, pero la realidad es que en diciembre solo uno de cada diez vascos era usuario de este servicio.
Para que fuera eficaz, su uso debería ser viral pero los datos dicen que está lejos de ser una aplicación común. Su utilización es de alrededor de un 14,4%, cuando para que fuera eficiente debería tenerla en sus móviles al menos un 50% de la población. Entre las razones de su pobre resultado está el escaso conocimiento de su existencia. Esta aplicación permite detectar a las personas que han permanecido durante al menos 15 minutos a metro y medio de distancia durante las dos semanas previas. Si un individuo se contagia se podría rastrear de manera automática la trazabilidad de posibles contactos recientes, que es lo que sí logran los equipos de rastreo humanos.
«Hay mucho estudiante que está pasando el aislamiento solo o en pisos compartidos al que le falta el apoyo de su familia. Aunque no lo parezca, agradecen mucho esa llamada para saber cómo les va. Son muy jóvenes y les tranquiliza que estamos en contacto por si la cosa se complica. La gente piensa que no afecta a los jóvenes, y no es verdad, tenemos cada vez más casos de gente joven», sostiene.
«Llamé para advertir a un hostelero que era positivo y que debía cerrar su local. Comprobé horas más tarde, por casualidad, que no lo había hecho, como si no le hubiéramos advertido. Luego supe que pasó tres meses en la UCI y ahora está en rehabilitación. Me alegra que se recupere pero ver el bar abierto me dio rabia», relata. «El virus es una auténtica lotería, no sabes qué te puede pasar», asegura.
Las personas que lo han pasado peor y que han podido superarlo son a veces las que les impulsan para seguir trabajando duro. «Casos de gente que ha perdido un familiar, que no ha podido ir a despedirlo, que él mismo ha estado al borde de la muerte. Les ves en el ambulatorio muy desmejorados y son los que te dicen que hay que vivir y que de esta vamos a salir», relata emocionada.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.