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Miércoles, 25 de septiembre 2024, 16:25
No hay mejor forma de refrescarse e hidratarse que con el agua. Aunque esta puede, en ocasiones, convertirse en algo aburrida, por lo que no son pocas las personas que buscan otras alternativas para su paladar.
En el mundo de los refrescos, zumos y bebidas carbonatadas, hay algunas opciones que, siendo muy similares al agua corriente, no son lo mismo. Hablamos de bebidas como el agua con gas o la gaseosa, dos líquidos que comparten un gran parecido a la vista -entre ellos y también con el agua-, pero que nada tienen que ver entre sí.
Si bien es cierto que tanto el agua con gas como la gaseosa son agua con burbujas o que su aspecto en un vaso luce muy similar, entre ambas hay grandes diferencias si se atiende a su composición, origen y forma de consumo.
Arrancando por el agua con gas, ¿a quién no se la han servido, sin querer, en algún viaje con destino europeo? En el Viejo Continente el consumo de agua con gas es mucho más popular que en España, donde es cierto que cada vez se ve y se bebe más. Es por ello que en muchas ciudades europeas al pedir agua, es habitual que sirvan, directamente, agua con gas. Esto no es otra cosa que agua mineral carbonatada de forma natural.
En función de su origen, como ocurre con todo tipo de agua, el agua con gas puede tener una u otra composición atendiendo a su mineralización, pero debido a su origen natural es una opción bastante saludable. Asimismo, se consume sola, con opción a acompañarla de una rodaja de limón, pero nunca mezclada con alcohol u otras bebidas.
Por su parte, la gaseosa es un agua carbonatada pero, en esta ocasión, de forma artificial. Al hablar de un proceso que no se da de forma natural, se trata de una opción menos saludable, más aún teniendo en cuenta que muchas formulaciones suelen contener algún tipo de edulcorante o azúcar. Por ese motivo, cuenta con un sabor algo dulzón que deriva su consumo a 'suavizar' los sabores de otras bebidas como el vino -dando lugar al tinto de verano- o la cerveza -denominada clara-. También es habitual emplear la gaseosa en la cocina para dar esponjosidad a, por ejemplo, la masa de la tempura.
Al igual que la gaseosa, hablamos de dos bebidas carbonatadas de forma artificial. Sin embargo, a la tónica se le añade quinina -lo que le otorga su característico sabor amargo-, así como azúcar para contrarrestar ese amargor. Aunque hay quien la toma en solitario, la tónica es el acompañamiento rey de las copas, en concreto de ese mundialmente afamado gintónic.
En cuanto a la soda, que también es un agua carbonatada artificialmente, hay que especificar que el proceso se realiza añadiendo sales de sodio o de potasio, lo que modifica su sabor ligeramente. Su principal característica se debe al recipiente en el que se vendía, lo que la llevó a ser conocida como agua de sifón. La soda no es tan popular en el consumo popular, pero sí en el mundo de la coctelería, ya que es un ingrediente clave para preparar clásicos como el mojito o el vermú.
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