Martes, 21 de noviembre 2023, 09:41
Llega el otoño y con él, la época en la que el sol cae antes, el frío y los puestos ambulantes de castañas, que comienzan a aparecer en las calles principales de todas las ciudades. Signo inconfundible de que la temporada de los castañeros echa a andar.
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Castañas y otoño son dos palabras que van de la mano en esta época del año. Y es que el consumo de este manjar otoñal se alarga hasta bien entrado el invierno. Un exitoso fruto seco que tiene miles de adeptos que no pueden quedarse sin su cucurucho de castañas.
Su aroma especial y su sabor exquisito convierten las castañas en el aperitivo estrella del otoño. Sin embargo, no todo el mundo conoce las propiedades y beneficios nutricionales que aporta este fruto seco y, tampoco, cómo escogerlas y conservarlas.
Asadas, tostadas o cocidas, las castañas son uno de los frutos secos más saludables y uno de los que menor contenido calórico contiene. Este alimento tiene, además, una gran cantidad de hidratos de carbono y es bajo en azúcares. Las castañas también son ricas en minerales como potasio, magnesio y calcio. Sin duda, se trata de un fruto seco que roza la perfección de alimento nutritivo.
Si queremos consumir castañas podemos comprarlas o recolectarlas. Si decidimos aventurarnos a recogerlas, es conveniente conocer ciertos consejos o directrices.
Por un lado, hay que procurar que las castañas tengan un tamaño óptimo y un buen peso. En segundo lugar, para consumir una castaña es necesario que su cáscara sea lisa y brillante, con un color homogéneo y que no tenga manchas ni roturas. En ese sentido, debemos evitar a toda costa las castañas que tengan agujeros aunque sean minúsculos, ya que pueden contener bichos en el interior. Por último, en caso de que tengan humedad, habrá que desecharlas directamente.
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Una vez recolectadas y a la hora de prepararlas, es clave seleccionar las castañas de un tamaño similar para que se cocinen al mismo punto.
Respecto a su conservación, es recomendable colocarlas sobre una tela o en una cesta, lo más extendidas posible, en un lugar fresco y aireado, lejos del calor y sin que reciba luz directa del sol. Asimismo, lo mejor es consumirlas en pocos días, antes de que se pongan malas, pudiendo congelarlas tanto crudas como cocinadas.
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