Ane Bergara
Miércoles, 2 de octubre 2024, 09:33
Para concentrarse en los estudios o el trabajo, para quitar el sueño, para aguantar mejor en el gimnasio, como mezcla del alcohol… las bebidas energéticas o 'energy drinks' han ido ganando cada vez más presencia entre la sociedad. A una mayor presencia de marcas comercializadoras se le ha unido la tendencia de consumir este tipo de bebidas, relacionadas con términos como 'estimulantes' o 'revitalizantes'.
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Las denominadas bebidas energéticas no son más que agua carbonatada con azúcar, aditivos y aroma, siendo este último compuesto un sinónimo de cafeína. Es por ello que, de escaso valor nutricional, su consumo no resulta nada beneficioso para el organismo. Pero, no solo eso, lejos de no aportar beneficios, lo cierto es que el consumo de bebidas energéticas implica un riesgo real en la salud.
Así lo advierte la OCU -Organización de Consumidores y Usuarios- en un informe que recoge una comparativa sobre la cantidad de cafeína presente en la composición de cada una de las marcas de bebidas energéticas del mercado, y en el que se concluye que una docena de ellas superan en una sola lata la cantidad diaria máxima recomendada por la EFSA (la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) para un adolescente que pese 50 kilogramos (o menos).
Y es que uno de los principales grupos de riesgo del consumo de bebidas energéticas está en los adolescentes, dado que son un segmento poblacional en el que la ingesta de este producto está muy extendida. Muchos jóvenes lo mezclan con alcohol, siendo esta una práctica totalmente desaconsejada por aumentar la capacidad de beber alcohol sin disminuir los riesgos asociados al mismo.
Por otro lado, existen estudios que han detectado una correlación entre el consumo de estas bebidas energéticas en adolescentes y la aparición de efectos físicos como dolores en el pecho o temblores; además de otros efectos psicofisiológicos como insomnio y mal descanso, fatiga y un exceso de micción.
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Otros grupos de riesgo serían las mujeres embarazadas o en periodos de lactancia y, por supuesto, los niños. A ellos hay que sumar las personas que, por distintas condiciones, han de tener precaución con la ingesta de azúcar y cafeína. Hablamos de quienes tienen obesidad o sobrepeso y de aquellos diagnosticados de enfermedades como diabetes o enfermedades del sistema cardiovascular y nervioso.
Cabe recordar, por último, que la cafeína ejerce de estimulante lo que, a corto plazo, provoca alteraciones en el sistema nervioso central tales como ansiedad, estado de alerta y cambios en el comportamiento; mientras que un consumo mantenido en el tiempo genera afecciones de salud relacionadas con la hipertensión, además de dependencia.
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