Julian toca la pandereta en musicoterapia, una de sus actividades preferidas.MORQUECHO
La vacuna que permite cantar sin miedos
Personas con discapacidad ·
Ya inoculados, Julian, José Ramón, Itziar y sus compañeros de la vivienda social de Bergara han recuperado actividades. Primero fue la musicoterapia. Ahora también van al monte y a la hípica. Y se reúnen con su familia
Suena Amaral en la plaza Tokieder de Bergara. No hay nadie en la calle, pero de fondo se escucha algo así como 'Quiero vivir, quiero gritar, quiero sentir, el universo sobre mí', acompañado de una guitarra y algún otro instrumento musical que cuesta distinguir. Quizá ... un triángulo. O una pandereta. Lo que está claro es que son varios quienes cantan a todo pulmón una de las canciones más conocidas del grupo formado por Eva Amaral y Juan Aguirre. No se les ve, pero se intuye que están disfrutándolo. Todo apunta a que se encuentran en el interior de la vivienda para personas con discapacidad intelectual Doctor Zubillaga, situada en uno de los laterales de la plaza. Así es. De repente, sin previo aviso, Jaione Basaras, responsable del centro de día y de la residencia, abre la puerta del recurso. Como cada viernes por la mañana, Julian, Aitziber, Itziar, Javi, José Ramón y el resto de sus compañeros -un total de diez- están en musicoterapia. Después de 'El universo sobre mí' cantan 'Susanita tiene un ratón'. Le sigue un clásico en euskera, 'Txanpon baten truke' de Alaitz eta Maider. «Es su momento de desfogue. Es la actividad que antes se ha recuperado porque la pedían mucho. Fue la primera de todas, hace meses. Les encanta y les ayuda al mismo tiempo», apunta Jaione mientras saluda a cada uno de los residentes, con quienes ha reforzado aún más si cabe la relación durante la pandemia.
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La primera actividad que demandaron los usuarios fue musicoterapia. «Es su momento de desfogue»
rutina
Hasta la fecha, en este centro de Uliazpi han esquivado el Covid-19, no han tenido ningún caso, si bien en la totalidad de la red 31 usuarios de viviendas y 8 de centros de día han dado positivo desde el inicio de la crisis sanitaria, además de 40 trabajadoras. «Hemos estado bien, pero con la incertidumbre que también se ha vivido en el resto de recursos y en la sociedad. No haber tenido ningún caso es un privilegio, pero miedo a que el virus entrara siempre ha habido», admiten Jaione y Alejandra Fora, una de las personas de apoyo que trabaja en Doctor Zubillaga.
«Lo que diga Sánchez»
La primavera del año pasado en este recurso de Bergara «fue extraña», como en el resto de residencias del territorio, pero los usuarios se adaptaron «muy bien» a la situación. «Teníamos que hacer caso a Sánchez. No podíamos salir hasta que él nos dejara», matiza Julian, uno de los residentes. Jaione y Alejandra ríen. «Había que explicarles lo que pasaba y así lo entendieron», bromean. Julian se acerca. Quiere bailar. Como banda sonora, una de La Oreja de Van Gogh. Está a punto de llegar la hora del café y a musicoterapia le quedan apenas quince minutos. No hay tiempo que perder.
Bergara ha esquivado el virus pero 31 usuarios de viviendas de discapacidad han dado positivo
contagios
Además de esta actividad, desde que se vacunaron -en Doctor Zubillaga el 100% de los usuarios y de los trabajadores está protegido contra el Covid- han retomado las salidas. No solo las que realizan con los familiares, también las que hacen en grupo. Como cuando van a la hípica o al monte. «Ahora podemos hacer más planes al aire libre. Intentamos exprimir esta alternativa. Estamos seguros y ejercitamos la mente y el cuerpo de los usuarios», explican las trabajadoras. «La vacuna nos ha dado esa tranquilidad que necesitábamos».
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Aintzane tenía miedo por si su hermano se contagiaba. Él ya está vacunado y no se pierden ninguna salida
familiares
En esta vivienda para personas con discapacidad «son todos como una familia», dice Aintzane Azkarraga emocionada. Su hermano José Ramón es uno de los usuarios y «saber lo bien cuidado que está» le ha supuesto «un alivio» durante todo este tiempo. «Lo he pasado muy mal. He tenido mucho miedo a contagiarle. Por su situación, sabía que si cogía el Covid no lo iba a superar», reflexiona aún sin haber vencido ese sentimiento. «Es difícil, y eso que José Ramón se pone la mascarilla» -hay muchas personas con discapacidad intelectual que no la toleran-.
Esa angustia no permite a Ain-tzane, que también está vacunada, disfrutar de su hermano como le gustaría, si bien no se pierde ninguna visita ni salida con José Ramón. «Vengo todo lo que se me permite. Durante el confinamiento hacíamos videollamadas pero no lo llevaba bien. Me emocionaba y pasaba mal rato». Ahora, al menos, pasean con mascarilla y «la máxima prudencia posible».
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La mejor medicina para José Ramón y el resto de usuarios de Doctor Zubillaga son precisamente estos paseos terapéuticos. «Necesitan mantenerse activos y la vacuna nos ha devuelto esa posibilidad». Llega la última canción. Podría ser 'Resistiré'.
Marga saluda a su hija Itziar a través de la ventana.
«Cada sábado me acerco a ver a mi hija Itziar a través de la ventana»
Marga Zubia es de Arrasate y «en diez minutos» está en Bergara. Es un recorrido que hace a menudo. Su hija Itziar reside en el centro para personas con discapacidad intelectual Doctor Zubillaga de Bergara desde su inauguración, hace ya diecinueve años. Hasta que comenzó la pandemia se desplazaba casi a diario a estar con ella. Ahora, el Covid ha trastocado su rutina. Pese a la posibilidad de paseos en el régimen actual, Marga se ha tenido que autocensurar y ve a su hija «a través de la venta», una decisión «difícil» pero que ha considerado «necesaria». El primer día que salió a la calle con Itziar lo celebró «mucho», pero la despedida le dejó un «sabor agridulce» que le hizo reflexionar.
«No entiende las medidas actuales ni que los paseos solo duren una hora», explica su madre. Antes de que estallara la pandemia Itziar solía volver a casa cada fin de semana. Este cambio de rutina no ha sido sencillo de asimilar. Por eso, «el día en el que fuimos juntas a la calle por primera vez después del confinamiento entendió que luego iba a casa. Me abrazaba y cuando me fui se quedó fatal. Pasó un mal rato que no me gustaría que se repita».
Pese a que pasear juntas no sea la mejor opción hasta que Marga no esté vacunada, quedarse sin estar con su hija tanto tiempo tampoco era la solución. «Cada sábado vengo a verle y nos saludamos por la ventana. A veces, si está entretenida con alguna actividad o está preparándose para salir a hacer algo con sus compañeros se hace la interesante», ríe mientras piensa en ella. «Es una disfrutona y me gusta venir aunque solo sea para decirle hola». A veces intercambian algunas palabras, otras no, pero siempre se cruzan esa mirada de complicidad.
Durante el confinamiento Marga vivió «momentos muy duros. Me angustiaba por no poder estar con ella y las videollamadas me dejaban triste. Itziar no habla, así que verle a través de una pantalla no me ayudaba mucho», reconoce. Ahora, poder tenerla enfrente supone «un alivio» para ella. Pero esa sensación de consuelo no va a estar completa hasta que Marga no se vacune. «Aunque Itziar ya está protegida con las dos dosis, siento que aún no ha llegado el momento de estar juntas. Yo no estoy vacunada y el riesgo, aunque mínimo, sigue. Estoy deseando que me pongan a mí también la inyección para darle un abrazo como es debido». Aunque alguna caricia antes ya ha habido, siempre «con prudencia» y con la ventana abierta de por medio. Como cada sábado, Marga tampoco faltó a su cita este último fin de semana.
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