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Pongamos que durante una ascensión, por ejemplo, al Anboto, resbalamos. Caemos entre las rocas. Una costilla perfora un pulmón y provoca un neumotórax. Hay que llamar a emergencias y llega el helicóptero de la Ertzaintza para realizar la evacuación. Pero el aire en el pecho, ... fuera de sitio, entre el pulmón y la pared torácica, cada vez presiona más. Y los rescatadores, que no son sanitarios, no pueden dar el 'pinchazo' para realizar la descompresión. «Si no se actúa de manera inmediata, el resultado es fatal», asegura Sendoa Ballesteros. «Este, el del neumotórax, es el ejemplo perfecto de por qué es vital que haya personal sanitario en los equipos de rescate». ¿Estamos hablando de casos reales? ¿Se han producido muertes por este motivo en Euskadi? «Sí, ha ocurrido varias veces».
Sendoa Ballesteros es profesor de la Facultad de Medicina y Enfermería de la UPV/EHU y ha liderado una investigación que ayer sacó a la luz la Universidad pública. En ella, «profesionales de la salud proponen que las unidades de rescate de la Ertzaintza cuenten con personal de Medicina y Enfermería que atienda 'in situ' a las personas accidentadas en la montaña». De ese modo «se puede reducir sensiblemente el índice de mortalidad».
La petición no llega en un momento cualquiera, sino cuando Euskadi sufre las cifras de siniestralidad en montaña más altas de su historia. De hecho, 2018 ha sido el año más negro porque se han producido 267 rescates (un centenar más que hace solo cinco años, y casi cuatro veces más que hace una década). En esos accidentes han muerto 17 personas.
Para explicar lo que está sucediendo hay que tener en cuenta los efectos 'Decathlon' y 'Calleja'. Es decir, que hay un montón de gente que se acerca al monte hipermotivada y bien equipada pero se olvida de que está en un entorno hostil. Gente con botas y chubasqueros bonitos, pero sin formación. «Se ha banalizado el riesgo», lamenta Ballesteros.
Así que llegan los accidentes. El fenómeno ha alcanzado tal dimensión que el estudio de la UPV habla ya de un problema de salud pública que, además, «va a seguir creciendo en los próximos años». De modo que llama a tomar medidas.
En realidad, no se trata de nada revolucionario porque otras comunidades autónomas ya han dado el paso de incorporar personal sanitario a los equipos de rescate. Los expertos hablan de Aragón, Asturias, Castilla y León, Cantabria y Cataluña. De hecho, son estas experiencias en las que se apoyan para demostrar que llevar médicos o enfermeros en los helicópteros («el 95% de los rescates se hacen por este medio») salva vidas.
En concreto, Ballesteros se remite a la experiencia aragonesa. Según las cifras de la Jefatura de Montaña de la Guardia Civil en esta autonomía, la tasa de mortalidad media (muertos por cada 100 accidentados rescatados) era del 9,32% entre 1990 y 1999, antes de la introducción de personal sanitario. Luego, entre 2000 y 2014, se redujo al 3,45%. Es decir, «una disminución del 62%». ¿No será porque ahora se actúa con más rapidez y profesionalidad? Parece que no porque la evolución en el resto de España es diferente. En el conjunto del país la tasa de mortalidad media ha pasado del 8,8% durante la última década del siglo pasado, al 6,8%, «lo que supone una disminución del 12,5%». Y ese descenso «se explica por la repercusión de la menor tasa de mortalidad en la montaña de Aragón en las cifras totales».
Con todo, en el Departamento de Seguridad aún no lo ven claro. Fuentes del Gobierno Vasco alegan que desconocen el informe salido de la Universidad del País Vasco y hecho público ayer, por lo que no consideran «conveniente ni oportuno» pronunciarse sobre él.
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