Niños con altas capacidades y sus familias, en Bilbao, durante una sesión educativa. Ainhoa Gorriz

La soledad y el tormento de los niños con «altas capacidades»

Los genios del futuro se enfrentan a la incomprensión del entorno desde la escuela y deben superar las dificultades implícitas en su neurodivergencia

Jueves, 13 de marzo 2025, 01:00

Cuando la niña entró en el colegio, era muy inquieta y prestaba poca atención a las clases. «No se quedaba sentada en su silla», recuerda ... su madre, Silvia Paños. En la Seguridad Social le diagnosticaron un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), pero en otra evaluación encontraron que tenía «altas capacidades». Estas palabras se asocian a personas superdotadas, los llamados «cerebritos». Sin embargo, «no es una cuestión de inteligencia, sino de neurodivergencia», explica Jana Martínez-Piquera, presidenta de la Fundación Indifferent Minds, que calcula que el 10% de las personas tienen «altas capacidades», aunque se detecta menos de la décima parte. «Eso supone un cerebro configurado de manera distinta». Esa cualidad puede ser una bendición, pero también un tormento.

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Al llegar a Infantil, «empezó un bullying bastante fuerte», afirma Paños, que logró que la subieran un curso, para que se adaptara mejor con los niños mayores, pero la niña ya arrastraba una sensación de «enfado y estrés» por las imposiciones del aula. «Para alguien que piensa diferente, que siente diferente, que hace las cosas diferente, no significa que su situación está resuelta por subirla de curso. Necesita flexibilidad», dice Paños. «Eso sucedió hace diez años pero la situación actual es la misma, porque lo vivo ahora con mi hijo».

Con un diagnóstico de «altas capacidades» siendo adulta, Martínez-Piquera asegura que «cuando eres adolescente sientes mucha soledad. Tus centros de interés son tan distintos de los de tus iguales que te aíslan. Desde el sentido del humor hasta la intensidad de tus sentimientos. La manera de dejar de hacerle daño a una persona así es no dándoles un aprendizaje mecánico ni repetitivo ni de copia».

La falta de apoyo y comprensión de estos niños y adolescentes conduce a una vida de antidepresivos y en algunos casos lesiones autolíticas, como alertan desde esta fundación, que estrena el documental 'Out of the box' (Movistar+). Incluso han detectado suicidios.

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Depresión y reconocimiento

En cuarto de primaria, Juan Carlos O'Connor sufrió una depresión infantil. «Me acuerdo de estar todo el día fuera de clases, porque no conseguían mantenerme atento. Siempre sentí el rechazo de algunos profesores», dice O'Connor, ahora de 19 años. En primero de primaria ya había dado un cociente intelectual «muy elevado» y ahora cursa, «con más libertad», el grado Filosofía, Política y Economía en la universidad, porque «me encanta reflexionar sobre cosas que parecen que están claras, pero a lo mejor no lo están tanto».

Aplicar la ciencia para detectar estos casos y ayudarles a alcanzar todo su potencial es la meta de la fundación de Martínez-Piquera, que señala a Einstein, Picasso, Frida Kahlo y otros genios que han revolucionado sus áreas pero que «han sentido mucha incomprensión desde los más antiguos hasta el último conocido». «Cuando alguien con alta capacidad cree en algo, y está motivado, lo lleva hasta las últimas consecuencias para satisfacer su curiosidad. Luego el conocimiento siempre está al servicio de los demás», dice. «Y está en todos los campos. Los habrá buenos en matemáticas, pero no todos. Otros van más por la creatividad o la narración. Por eso su atención es compleja y laboriosa. Necesita expertos para hacer medidas ajustadas a cada perfil».

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La niña de Silvia es muy «artista, encuentra paz al pintar, pero hay mucha presión, muchas expectativas del entorno que son complicadas de cumplir», dice su madre. Ella recorre su camino, a su manera.

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